La Iglesia tendrá que ser paciente para que el absurdo no le haga daño

image Quiénes hablaron de una posible candidatura del cardenal Terrazas a la Presidencia de la República, son no sólo irresponsables, sino tontos. Lo lamentable es que se hubiese dado, a dicho absurdo, totalmente fuera de lugar, más importancia de la que tiene.Editorial Opinión.En épocas de crisis, las fuerzas emergentes rebasan todos los límites. Lo grave de tales procesos es que, la corriente aparentemente nueva, no sustituye, oportunamente, las estructuras que niegan o destruyen. Así se produce un desorden que en la lógica de su propia evolución se agranda y tiende a convertirse en un fenómeno violento. Lo que ahora sucede en el país, es más o menos ese momento indefinido en que todavía no se sabe lo que ha de venir. Los actores principales, hasta aquí, demuestran su capacidad destructora, pero poco o nada de su talento creador.En esa dinámica descontrolada, aun sin quererlo, los protagonistas no sólo protestan, sino también realizan acciones concretas contra ciertas instituciones tradicionales. El Gobierno que, casi siempre, reacciona rápidamente contra toda crítica y observación, desde hace algún tiempo, repite en proyección cada vez más dura, sus expresiones verbales contra la Iglesia católica. El Presidente de la República acaba de formular observaciones muy duras contra la jerarquía de esta entidad religiosa enraizada en lo más profundo de la sociedad boliviana.La reacción del oficialismo se produce frente a dos componentes de la conducta pública de la Iglesia, en primer lugar, a los juicios de valor que sacerdotes de diferentes sectores y niveles expresan en relación con la conducta del Gobierno. Es de advertir que no es la primera vez que los religiosos hacen conocer su opinión sobre los gobiernos que se han sucedido en la historia del país. Una rápida revisión de los pronunciamientos públicos de la Conferencia Episcopal y de otras entidades menores, nos demostraría que la Iglesia es una actora permanente de la historia boliviana. Esto quiere decir que está presente no sólo en la política, sino en los diferentes acontecimientos nacionales.Lo que parece haber molestado más al oficialismo y en forma especial a los líderes del sistema imperante, es la ocurrencia, desde luego irresponsable y sin ninguna posibilidad real, de la candidatura de Mons. Terrazas a la Presidencia de la República. Quién dijo esto, es simplemente un aventurero sin talento. Pero, la mayor irresponsabilidad y torpeza corresponde a quiénes tomaron esta propuesta irrespetuosa y la hicieron circular, escandalosamente.En este juego, ciertamente ridículo, algo que llama la atención, poderosamente, es la reacción del Gobierno. Su indignación revela una extrema sensibilidad para responder a quién se anime a disputarle el poder que controla. La proclama irresponsable y tonta de la candidatura del Cardenal, así como la difusión inexplicable de semejante ocurrencia, debía haber sido considerada en su dimensión exacta. No era nada más que una ocurrencia fuera de lugar y de un mínimo de seriedad, así debía haber sido tomada e interpretada por quiénes se atribuyeron la función de criticar a la Iglesia. El error es no sólo de quién o de quiénes lanzaron semejante despropósito.