Maruja Torres: » Si hubieran inventado antes el cine, Dios no existiría»

LOS GALARDONADOS EN LA VELADA LITERARIA DEL DIA DE REYES

"El más allá se está poniendo cada vez más interesante"

Maruja Torres, ganadora del premio Nadal



XAVI AYÉN  – Barcelona LA VANGUARDIA

VIVIR SIN TERENCI NI MANOLO "Su muerte se me hizo insoportable, me volví… no loca pero hablaba con sus fotos"

LAS VIRTUDES DE LA GUERRA "Gracias a ella, me di cuenta de quién era y me fui a vivir a Beirut, donde acabé el libro"

EL RAVAL IMAGINADO "Es básico, lo reconstruimos de modo ideal y viajamos por todas sus épocas"

La calefacción del hotel no funciona, a causa de unas incómodas obras, y Maruja Torres arma jaleo: "¡Me voy a poner guapa como Paul Newman, que sumergía su cabeza en hielo! ¡A ver si las tetas se me ponen duras!". Es la mañana siguiente a la velada del premio Nadal – dotado con 18.000 euros-,otorgado este año a su novela Esperadme en el cielo, alucinante propuesta narrativa en la que visita a sus amigos Terenci Moix y Manuel Vázquez Montalbán en el mismísimo paraíso y, juntos los tres, vuelven al mundo de los vivos para disfrutar de aquellos momentos intensos y felices que compartieron o imaginaron.

Pero ¿qué ha hecho con este libro, mujer?

Suena cursi, pero es un canto a la amistad, muy dialogado, como un tebeo inteligente. Es un ejercicio de espiritismo laico, porque resulta muy duro sobrevivir a dos amigos como Terenci y Manolo, dos pilares de mi vida. Su muerte, en el 2003, se me hizo insoportable, me volví… no loca, pero sí solitaria, hablando con sus fotos, llorando, me ponía la película Sinuhé el egipcio y la comentaba con Terenci. Un día, pensé: ¿qué te hubiera aconsejado él? Y le escuché decirme: "Cuca, viu!, aprofita!" Es curioso, pero lo último que me había dicho en vida, en su casa, fue: "No vuelvas a fumar, Maruja, ¿no ves queamíme está matando?".

¿Ha sido una catarsis?

Sí, una catarsis total. He llorado mucho escribiéndolo, y he sido muy feliz. La novela tiene una atmósfera mágica en la que todo es posible, donde se mezcla la realidad, el deseo, el sueño, la necesidad de compañía y nuestra educación sentimental.

¿Cómo fueron los primeros años sin sus dos amigos?

Me había sumido en una vida conformista, aburrida y triste. La buena noticia era que yo no me había muerto, y la mala, que se me morían los demás. Vivía, aquí en Barcelona, como una escritora consagrada, yendo a tertulias de radio y televisión, presentando libros, haciendo caso a mi médico… El reporterismo se estaba alejando de mi vida cuando de repente lo envié todo a la mierda, me fui a Beirut de vacaciones y me pillaron ahí los ataques de Israel, los bombardeos del 2006. Y me dije: "¡Coño, si yo soy esta!". Vi que ahí, gracias a la guerra, contándola, encontraba algo muy importante de mí misma, algo que me conectó con la escritura de este libro, que había aparcado. Desde entonces, vivo en Beirut, que es una ciudad que, como todo el mundo sabe, tiene una alta calidad de vida corta. Está usted invitado cuando quiera, tengo una casa en un barrio maronita que es algo así como la Bonanova después de un cataclismo, en un callejón sin salida. Y si se va la luz, no pasa nada, me maquillo con la luz del teléfono móvil.

El Raval es importante, ¿no?

Básico. Vamos reconstruyendo el barrio, diferentes lugares y épocas: las calles con la ropa tendida, los borrachos… Yo les hablo del barrio desde una mecedora, mientras intento que se duerman. También atravesamos el Paral · lel con sus carteles en la época en que todavía no había neón y nos vamos a la terraza de la cervecería Damm, donde proyectaban sesiones dobles de cine y somos ahí niños que nos tomamos nuestra primera cerveza. Somos translúcidos, atravesamos los edificios y nadie nos ve.

Pero ¿la Maruja del libro está muerta?

Eso forma parte de la intriga, ella no sabe muy bien lo que le pasa.

¿Se disfrazan mucho?

Sí, nos permitimos todas las fantasías. Yo, por ejemplo, salgo de Jean Simmons, ellos me visten de Justine, nos damos el lujo de convertirnos en personajes de El cuarteto de Alejandría. Bajamos a la Tierra, pero podemos escoger las épocas y las vamos alternando, p´alante y p´atrás.Hay muchas referencias literarias y cinematográficas, siempre sin pedantería. Ellos me reciben vestidos de frac, como el Gary Cooper y el Fredric March de Una mujer para dos. "El paraíso está muy bien – me dicen-,pero necesita un buen guionista y un buen coreógrafo". Manolo se disfraza de Carvalho joven, Terenci de El ladrón de Bagdad… Desde que murió Billy Wilder, el más allá se está poniendo cada vez más interesante.

También aparece Manuel Puig, ¿no?

Como secundario de lujo, y con un papel determinante al final. Mis dos amigos escenifican El beso de la mujer araña pero con los papeles al revés: Terenci hace de comunista y Manolo de gay.

¿Qué hay de la época actual?

La feria del libro de Madrid, donde aparece incluso el diablo, porque Madrid es la única ciudad del mundo que le ha dedicado un monumento al maligno, la estatua del ángel caído.

¿En qué proyectos anda?

Tengo otra idea, relacionada con los periodistas, es tan buena que no se la cuento porque hay mucha lagarta que copia. No me importaría que fuera mi último libro, incluso una obra póstuma.

Yo es que pierdo calidad de vida sin un libro entre las manos: gano kilos, no me ducho, y me dicen los vecinos: "Hombre, dúchese, mujer, porque el perro se está enamorando de usted".

¿Cómo ve la guerra de Gaza?

Si querían empeorarlo todo, lo han conseguido. Es como bombardear el País Vasco porque existe ETA, ¡todos los vascos se harían etarras! Los palestinos que sobrevivan se harán de Hamas. Por otro lado, el atraso del mundo árabe tiene que ver con cosas como eso de oír el rezo cinco veces al día, lo que, claro, te tiene que afectar al cerebro. ¿Se imagina escuchar tres veces al día a Rouco Varela? ¡Basta de llamar a eso cultura o civilización! Yo llamo civilización a la penicilina. Si hubieran inventado antes el cine, Dios no existiría, porque no hay mejor eternidad: ahí está Bogart, joven como siempre.