Un enorme reto para el MAS

Sólo cabe reconocer que aquí hay una realidad, independiente de los deseos, que es con la que hay que lidiar

Editorial Los Tiempos.

Pasada la euforia inicial ocasionada por los primeros resultados del referéndum del pasado domingo, la que dio lugar a discursos triunfalistas tanto en las filas del MAS como entre los dirigentes cívicos de los departamentos donde se impuso el NO, han comenzado a asentarse las aguas y a darse las primeras muestras de cordura.



Algunas de ellas provienen de los líderes de la oposición cívica, la única realmente existente. Han reconocido el triunfo del MAS, no han impugnado el acto de votación, y a partir de esa aceptación han propuesto abrir negociaciones para empezar a cerrar una polarización que, de mantenerse, inviabilizaría no sólo a ambos proyectos en pugna, sino al país mismo.

El Gobierno, por su parte, ha dado señales que permiten suponer que sus principales conductores están conscientes de las limitaciones objetivas que los resultados de referéndum imponen a su causa. Tienen al frente una oposición que está lejos de haber sido aniquilada, como suponían, y a sus espaldas una masa popular que ya empieza a exigir que se pague el precio de su apoyo.

La manera elocuente como casi 40% de la ciudadanía expresó su rechazo a la nueva Constitución, no es poca cosa. Pero mucho más significativa es la composición cualitativa de los más de 60% de votos que respaldan su propuesta.

Se trata de grandes masas cuyas expectativas han sido irresponsable y desmesuradamente alentadas más con ilusiones que con posibilidades reales de satisfacerlas. Han votado a favor del SI convencidas de que la nueva Constitución producirá como por arte de magia enormes mejoras en su penosa situación. Y, como se ha podido ver ya, no están dispuestas a esperar para empezar a cosechar los frutos prometidos.

Quien tendrá que resolver el problema así creado es el gobierno del MAS. Y es ahora cuando surge una pregunta obvia: ¿Es posible que tan enormes esperanzas sean satisfechas con algo más que buenas intenciones? La respuesta la conocen bien quienes gobiernan, razón por demás suficiente para que inicien un proceso de reconciliación con la realidad.

Eso se debe traducir en bajar el tono agresivo y radical que hasta ahora tan buenos réditos les dio. Perseverar en esa línea en las nuevas circunstancias sólo agrandaría la impagable deuda que el MAS ha contraído con sus seguidores y eso es algo que el Gobierno no se puede permitir.

La enorme presión a la que serán sometidos por sus propias bases, por una parte, y por quienes votaron por el NO, por la otra, debe motivar a quienes gobiernan a cambiar de conducta. En la medida en que eso ocurra, cabrá esperar que la oposición haga lo suyo teniendo también como punto de partida el reconocimiento de que aquí hay una realidad independiente de los deseos que es con la que hay que lidiar.