Los genios del cambio

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Bolivia gira la rueda de la historia hacia un controvertido proceso de cambio. Más allá de las teorías que pretenden entroncar este proceso con el llamado Socialismo del Siglo XXI, están las prácticas que hemos ido viviendo, el cómo se vive este proceso y lo que provoca en las mentes y los corazones de los bolivianos que ahora respiran, inhalan y exhalan política por razones obvias y por la alarma que se ha disparado a las puertas de esta oferta de cambio.

No hay duda que el miedo es uno de los ingredientes que ha caracterizado a este proceso. La población tiene miedo, sufre del síndrome dañino de la incertidumbre, de esa forma extraña que ataca a la gran mayoría de la población que comienza a sentir temor de expresar lo que piensa, siente y ve. El miedo no es un fantasma, no ha surgido por pura fantasía, es un miedo real, provocado por amenazas y por hechos que son reales y que han surgido de episodios violentos, que nace en casi una centena de muertes y el dedo acusador que apunta y que se obstina por señalar al que disiente con el régimen como el próximo que irá a ir a parar a la cárcel.



Otro de los temas es el de la corrupción, demasiada corrupción, una flagrante corrupción y además en medio de la incongruencia de anunciar con bombos y platillos que este es un gobierno de transparencia y de lucha frontal contra la corrupción que ahora pica como la sarna.

En realidad todos esperábamos que se luche contra la corrupción, pero sólo obtuvimos lucha a muerte contra los opositores en contraposición a una increíble e inexplicable protección a la corruptela de los adeptos al partido, a los ministros, a los funcionarios que han tomado al país con el santo y seña del cambio y se han metido en los cimientos de las empresas nacionalizadas, en las empresas estatales y se han convertido en una especie de termitas que están a punto de tumbar la casa, y son difíciles de combatir, mucho más cuando tienen todo el poder a su discreción, todo el poder y la protección para hacer del país lo que les venga en gana.

La sensación es de impunidad, de discrecionalidad en el tratamiento de la cosa pública. El mismo Presidente proyecta una imagen que se puede asociar con la del genio del mal de uno de los cuentos de las mil y una noche, ese que al ser rescatado del fondo del mar donde purgaba su encierro, castiga y condena a una muerte segura al pescador que lo liberó.

El pueblo de Bolivia vive ahora un gobierno que está decidido a castigarlo a cuenta de los supuestos quinientos años de encierro y marginamiento. Percibe un gobierno vengativo, dispuesto a romperlo todo, a quebrantarlo todo a cuenta de conservar el poder por sobre todas las cosas.

Algún ministro ha dicho que ahora se ha pacificado el país, sin embargo los atropellos continúan, se atropella la propiedad privada del Oriente nunca la del Occidente, se atropellan a los directores de escuelas públicas del Oriente, se han destituido a los directores cambas, despedidos sin otra razón y motivo que no sea el de ser autonomístas, y todavía se habla de pacificación, de volver a cimentar el proceso de institucionalización después de haberlo desintitucionalizado, a costa de marginar toda una cultura, toda una sociedad, muchos departamentos que empiezan a ser jineteados con los abusos del poder.

El pueblo sabe que está frente a un gobierno que ha dado muestras de que puede hostigar, generar duelo, quitar libertades, recortar derechos, perdonar una y otra vez a los corruptos de su partido, hacerse el bobo y el de la vista gorda con los corruptos de su partido, y todo esto a cuenta de no ceder ni un ápice en el acaparamiento del poder.

Pero como no hay parte sin contraparte, los cambas que están en las puertas de este pasillo al infierno, se entregan sin resistir, han cedido su proyecto país a cambio de que los dejen hacer una feria exposición pretextando de que esta es su ventana al mundo y ahora porque están festejando el carnaval, a cuenta de que son alegres, amigueros y pacíficos.

Por supuesto que nunca faltan pretextos para dejar hacer y dejar pasar, y que la postura de déjalo hacer tiene siempre sus consecuencias, y que todo el que pierde no es sólo una víctima fortuita, sino que también ha aceptado quedarse en perdedor, ha transigido, ha quitado el sello de la botella para dejar liberado al genio del mal que ya le había advertido que venía a cobrarle con creces sus desgracias y sus odios guardados.

Los genios de la corrupción siguen diciéndose originarios, dueños y señores de todos los anillos del cambio, mientras cobran coimas millonarias y aprueban constituciones con coimas de fraude.