El Mesa de los paréntesis

image Por Sergio P. Luís

Profesional independiente



No estoy siguiéndole los pasos a Carlos D. Mesa. Yo me tropiezo con él cuando agobia con sus esfuerzos para ocultar su verdadera esencia de falsario.

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Se advierte que ahora está dominado por la desesperación de lograr notoriedad.  Interviene frenéticamente en foros, escribe artículos, convoca a reuniones, declara para los periódicos, aparece en entrevistas en los canales de TV, viaja constantemente dentro y fuera del país, explica (y se complica) su metida de pata con los cruceños por el mal gusto de adjudicarles “provincialismo”, y ahora dice que es partidario de la autonomía, e inclusive se atribuye el papel de impulsor de este proyecto de cuatro departamentos.

Ciertamente el señor Carlos Mesa está en su derecho de intentar ser candidato a la presidencia. Nadie va a negarle esta ambición. Pero lanzar candidaturas  también abre espacios para que otros comenten sobre el propósito, en este caso, non sancto.

Casi de paso, supe que Carlos Mesa no quiere que se recuerde algunos pasajes de su vida pública. Procura que nadie repare que fue vicepresidente en el gobierno “neoliberal” de Gonzalo Sánchez de Lozada, porque demagógicamente ahora se declara de izquierda. Busca, en cambio, aparecer como el estadista popular y revolucionario,  así como orientador, prudente, honesto y, sobre todo, consecuente. Pero, para lograr esa imagen, no le alcanzan estas poses, ni su libro “Presidencia sitiada”, brulote de alabanza en boca propia y, a la vez, libelo infamatorio. Lo cierto es el señor Mesa quiere imponer una figura quitando sus tropelías y andanzas para mantenerse en el poder, al que llegó con dudosa honestidad. No se trata de que quien fue traicionado sea malo o bueno; lo que resalta es el acto inmoral y la ingratitud.

¿Quién no quisiera que se ponga entre paréntesis sus yerros, sus vergüenzas, su “mala leche”? Pero los pretendidos paréntesis de Mesa serían muchos: entre ellos, su recóndito extremismo –ahora vergonzante– de sus tiempos de hippie; su alianza con un candidato a presidente abiertamente “neoliberal”, es decir con su mentor, al que en su caída libre dio el empujón final.

Mesa, hay que repetirlo, pretende aparecer sólo como presidente (octubre 2003 – junio 2005). ¡Osado el tío! porque hubo episodios poco dignos como en el que dio inicio a su presidencia heredada. Tampoco le gustará que se hable de su mansa aceptación a la llamada “agenda de octubre”, la que dio lugar a sus absurdos que fueron el comienzo de la debacle actual. También hay memoria de su discurso en el congreso, a tiempo de asumir la primera magistratura, cuando dijo que él permanecería en el cargo el tiempo que los parlamentarios fijaran… pero, muy pronto, ensoberbecido e inconsecuente, se largó en una frenética cadena de acciones poco decentes para perdurar como presidente. Se alió con un partido que figura entre los miembros de Foro de San Pablo, fomentó el transfugio de parlamentarios –los llamados “transversales”– y hubo una solapada connivencia con el MAS de Evo Morales, al que ahora abjura.

El ex presidente tiene la insolencia del Narciso que no admite que alguien lo despeine, porque se altera su imagen en el espejo del agua. Se empecina en seguir, reciclado, en una carrera política que, para él, no tiene meta; estará entre paréntesis…