Abuso de poder

Berlusconi apela a la frontera entre vida pública y privada que él mismo ha destruido

ElPais Editorial El País

El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, ha anunciado acciones legales contra este periódico por la publicación de unas fotos de su finca de Cerdeña que considera a la vez "inocentes" y atentatorias contra la "intimidad de sus invitados". Tras amordazar a casi todos los medios de su país, recurriendo tanto a su fortuna personal como a la fuerza del Estado, parece querer extender su dominio a la prensa independiente de otros países.

Berlusconi ha tomado dos decisiones políticamente relevantes, que justifican el escrutinio sobre sus reuniones en su propiedad de Villa Certosa. En primer lugar, ha promovido leyes ad hoc para que los vuelos oficiales pudieran transportar invitados particulares a sus fiestas, entre muchas otras normas de mayor trascendencia y gravedad. En segundo lugar, ha promocionado a puestos de responsabilidad institucional y situado en sus listas electorales a personas cuyo único mérito político reside en la belleza, según sus propias afirmaciones. Hay que añadir que su ex esposa Verónica Lario ha denunciado la afición de su ex marido a tener relaciones con menores, que podrían caer en el Código Penal. Los medios de comunicación de su propiedad, incluido Telecinco en España, son pioneros europeos en la exhibición e intromisión en la vida privada; muchos de ellos cargan ahora contra ella.



El propósito de Berlusconi era acomodar el espacio público a los intereses de su espacio privado, convencido de que ganaría impunidad para sus acciones pasadas y discrecionalidad para las futuras. Ahora esta estrategia, que ha deteriorado el Estado de derecho en Italia, se ha vuelto en su contra, y por eso carece de credibilidad cuando invoca una separación entre la esfera pública y la privada que él mismo ha destruido. Para recuperarla, nadie tiene derecho a reclamarle que renuncie a sus esparcimientos entre adultos consintientes, por más que pongan de manifiesto la contradicción entre la moral que predica y la que practica. Pero sí exigirle que restablezca los principios del Estado de derecho que ha conculcado. De acuerdo con esos principios el jefe del Ejecutivo no puede gobernar por encima de las leyes ni, tampoco, convertir éstas en una coartada para sus arbitrariedades.

Berlusconi no era el único gobernante europeo que asistía a las fiestas de Villa Certosa. En una de ellas estuvo acompañado por el ex primer ministro checo Mirek Topolanek, como éste reconoció y Berlusconi confirmó al anunciar acciones legales. Es contradictorio confirmar la asistencia a la fiesta, como ha hecho el ex primer ministro checo, y asegurar, al tiempo, que las fotografías que lo corroboran son un montaje. Las imágenes de Villa Certosa no revelan un escándalo sexual relacionado con la intimidad del primer ministro italiano, sino que tienen una dimensión diferente y mucho más grave: son una prueba fehaciente de que Berlusconi está perpetrando un continuado abuso de poder, capaz de arruinar el Estado de derecho y el sistema democrático en Italia.