Carta a Ingrid Hölters

image Ruber Carvalho | EL NUEVO DÍA

imageEsta vez no es una carta al emperador del Chapare, ni de desencantos ante la tragedia que vivimos en este rincón de la tierra; en este lugar donde a nadie le importa lo que sucede, seguramente porque todo el mundo sabe que no hay mal que dure cien años. Y ahí estamos, esperando imposibles o que las cosas nos caigan del cielo porque a veces nos sentimos impotentes para hacer que acontezca lo que no somos capaces de hacer con nuestras propias manos, con nuestra total convicción y voluntad.

Esta es una carta a una muchacha de este pueblo nuestro, a una bella mujer con talento y pienso, como dirían nuestras abuelas; creadora de nuevos rumbos en la moda de esta Santa Cruz que le gusta vestir elegante. Porque Ingrid ha introducido en sus diseños un invalorable mensaje de cultura, al entretejer en sus diseños el arte chiquitano; ese arte mestizo que desde la época misional se fue haciendo y creciendo hasta alcanzar su mayoridad y ponerlo al mismo nivel de cualquier  otra cultura. La contribución de Ingrid Hölters en este empeño ya es invalorable.



Pero hay algo más. Ingrid acaba de donar uno de sus riñones a una amiga muy querida. Lo hizo hasta lo último de manera anónima; pidió al cuerpo médico, que ni su amiga ni los familiares de ella misma se enteren hasta que  los análisis médicos salieran compatibles. Su amiga Claudia supo apenas una semana antes del trasplante el nombre de esa tremenda benefactora.

Yo vi a Ingrid el momento en que la retiraban de donde  hacía antesala para ingresar al quirófano. Al salir de la pieza ocurrió una escena electrizante: pidió hablar con su hijo que estaba en el pasillo, sólo le dijo “te amo”, y siguió a la sala de operaciones.  Dos días después, visité a Ingrid en su lecho de post- operatorio mientras los medios de comunicación hacían turno para entrevistarla.

Su rostro bello, Ingrid es una mujer bella, irradiaba -para decirlo en cruceño- una  extraordinaria fiesta, pero sobre todo, una profunda paz interior rodeada de un halo luminoso de su indomable fe. Y es que Ingrid no sólo le había dado a su amiga un órgano que para Claudia era vital, sino que había esparcido  entre la gente un ejemplo grandioso de amor, de esperanza y generosidad.

Las cosas que se dan en nuestra tierra! pensé reconfortado con la vida, donde hay muchachas como Ingrid Hölters que cargan un corazón más grande que todos los odios que quieren arrasarnos.
Gracias Ingrid!