Las facetas del Gran Poder

Miles de bolivianos bailaron ayer en algunas calles de la ciudad de La Paz, como muestra de la devoción por el Señor Jesús del Gran Poder, la imagen del Cristo que, a principios de siglo XX, tenía como devotos a los pocos vecinos del barrio de Chijini y que hoy es el rostro de un fenómeno social, económico, cultural y religioso, hasta ahora no investigado en profundidad.

laRazon Editorial La Razón



Al ritmo de las sonoras bandas, ciudadanos de diversas clases económicas y sociales descendieron desde la Garita de Lima hasta la avenida Simón Bolívar, muy cerca del estadio Hernando Siles; la exhibición de danza empezó muy temprano y concluyó esta madrugada.

Decimos exhibición porque, en rigor, la fiesta se realizará hoy en los principales salones de la ladera este de La Paz, luego de que los músicos de bandas y los bordadores de los trajes folklóricos lanzaron, en la vitrina paceña, sus composiciones musicales y diseños exclusivos.

Muchos de los comentarios que se hacen sobre este evento pasan, principalmente, por el excesivo consumo de bebidas alcohólicas de parte de los llamados folkloristas o por la ostentación económica de quienes son parte de las fraternidades de morenadas. Dichas opiniones, habrá que reconocerlo, tienen mucho de cierto, pero la fiesta del Señor Jesús del Gran Poder es mucho más que eso.

Desde el enfoque social, la llamada entrada del Gran Poder ha superado las miradas discriminatorias que pesaban sobre ella hasta principios de la década de los 90 y hoy envuelve a cada vez más bolivianos. Y como la ha dicho un comunicador experto en estos temas, ahora muchos buscan ser parte de la fiesta para ser aún más reconocidos. Si en el pasado, los protagonistas de las fiestas eran los comerciantes o los migrantes del campo, hoy lo son los hijos de los comerciantes —aquellos que ascendieron social y económicamente—, pero también personas de otros grupos sociales: políticos, ejecutivos o jóvenes que participan en los carnavales de Oruro y Cochabamba. Esto es positivo. En una ciudad marcada por la discriminación, el Gran Poder está avanzando en un proceso de integración e inclusión.

Ahora, más allá de la expresión folklórica, el Gran Poder debería ser entendido, asimilado y enriquecido como la manifestación de un sector socio-económico que aún es visto como ajeno y distante a uno mismo. En un extenso reportaje que se publica en la edición de hoy, se muestra que los protagonistas del Gran Poder se basan en la familia, para organizar la fiesta, para generar recursos, para protegerse como para divertirse. Entonces, con seguridad, que esas familias, que hoy se divierten y bailan, son el eje de historias de vidas exitosas, cada vez más influyentes en el ámbito económico, y que, posiblemente en el futuro mediato, buscarán el protagonismo político.

Se recordará que cuando Max Fernández era propietario de la Cervecería Boliviana Nacional, hubo un debate de por qué la patronal del país no lo incluía como su socio. El empresario de la cerveza falleció en un trágico accidente, sin que se haya resuelto esa pregunta, pero sí con influencia en el ámbito político.

Ahora hay que decirlo, sin dudas, el Gran Poder es el espacio donde se lucen, con toda naturalidad y orgullo, cientos de bolivianos que cumplen agotadoras jornadas de trabajo en rubros del comercio, los servicios o el sector productivo. Pero también, en esas filas se encuentran personas que probablemente estén vinculadas con actividades como el contrabando. Como fuera, esta es una oportunidad para que las autoridades de gobierno, los empresarios y analistas reflexionen con vistas a incluir a un sector cada vez más fuerte.