Las protestas por el golpe fueron escasas y poco numerosas

image TEGUCIGALPA (ENVIADO ESPECIAL LA VANGUARDIA)

JOAQUIM IBARZ

Por las calles de Tegucigalpa transitaron de nuevo tanquetas y camiones llenos de soldados. Se repitieron las escenas de los numerosos golpes de Estado que ha sufrido Honduras en los últimos decenios. Éste, al menos, no fue sangriento. No hubo ni un herido. Los militares tomaron los puntos estratégicos de la ciudad, mientras helicópteros artillados sobrevolaban la Casa Presidencial y el Parlamento.



Aunque la Corte Suprema de Justicia emitió un comunicado en el que se afirma que las FF.AA. “han actuado en base a derecho ante la desobediencia del poder ejecutivo de suspender la ilegal consulta”, está claro que lo que se produjo en Honduras fue un golpe de Estado. Con todas las letras. Por un conflicto judicial no se saca al presidente de su  residencia y se le expulsa del país.

Quien asuma el gobierno de facto enfrentará una unánime condena internacional, empezando por EE.UU. y los vecinos centroamericanos que se reúnen hoy para respaldar a Zelaya y rechazar el primer golpe en América Latina en cinco años. El último se produjo el 21 de abril de 2005 contra el presidente ecuatoriano Lucio Gutiérrez. Rafael Correa, actual presidente, participó como ministro de Economía en el gabinete golpista de Alfredo palacio Los ocho países miembros de la Alianza Bolivariana, que encabezan Cuba y Venezuela, así como la Organización de Estados Americanos (OEA) con toda seguridad van a decretar el aislamiento político y económico al nuevo régimen.  

Hay una orden de captura contra todos los ministros del gabinete. Algunos han pasado a la clandestinidad. Fueron detenidos los embajadores de Venezuela, Cuba y Nicaragua, junto a la ministra de Exteriores, Patricia Rodas. Los diplomáticos serían liberados poco después.

En Tegucigalpa no se produjeron grandes protestas ni visibles muestras de solidaridad con Zelaya. En la capital, la mayoría de la población es muy hostil al populismo de Zelaya, con barniz izquierdista, en el que pocos creían. La cercanía de Zelaya con Chávez provoca temores y recelos. En los barrios pobres el presidente tenía mayor arraigo gracias a los programas sociales que estaba impulsando.

Las únicas protestas por el golpe se produjeron ante la residencia presidencial. Unos centenares de personas se manifestaron ante los soldados que custodiaban la zona.

“¡Adelante, la lucha es constante!”, “Queremos a Zelaya, esto es un secuestro”, “¡Golpe de Estado no!”, “Militares traidores”, “Que nadie tenga miedo”, “Vamos a ver si los militares van a disparar contra el pueblo”, fueron los gritos más reproducidos. Se produjo cierta tensión cuando los manifestantes pretendieron forzar la puerta principal. Los soldados les intimidaron con sus fusiles M-16 en posición de disparo. En otro momento, la gente obligó a las tanquetas a retroceder.

Subidos en un vehículo, un grupo de partidarios de Zelaya mostró una gran urna para hacer un simulacro de votación.

En algunos barrios se apreciaban columnas de humo que provocaban  neumáticos quemados. La policía disparó gases lacrimógenos contra grupos progubernamentales en el centro de la ciudad.

CHÁVEZ: “UN GOLPE TROGLODITA”

Desde que se enteró del derrocamiento de Zelaya, Hugo Chávez se puso al frente de la condena mundial. “Es un golpe troglodita,  lo derrotaremos desde dentro y desde afuera, ya empezamos a movilizarnos”, dijo. “Si juramentan como presidente a Roberto Micheletti, presidente del Congreso, lo vamos a derrocar”, advirtió más tarde. “Ahora estos militares van a saber lo que es un pueblo… Detrás de los golpistas está la burguesía… los ricos… los que convirtieron a Honduras en una República Bananera”.