Política a chicotazos

En marco de extrema violencia se está manifestando el acontecer político contemporáneo. De momento, esa extrema dosis de violencia está administrada por los partidarios del MAS que suponen, seguramente, que por ser detentadores del poder les está permitido cualquier exceso, incluso el de comerse vivos y crudos a los que se les ponen al frente.

eldeber Editorial El Deber



Episodios, más de uno por supuesto, se han registrado en el curso de los últimos días, de los que han sido protagonistas milicianos adictos al régimen gobernante, los cuales, entre otros crueles desbordes, han arremetido a chicotazos contra gente que no tiene otro pecado que disentir públicamente del actual ejercicio del poder y de sus métodos, en uso de libertades supuestamente vigentes y garantizadas a la vez.

Frente a los hechos, que han sido de dominio público y comentados por los medios de prensa del país, no se ha dado un solo paso para ponerlos en claro con todos sus detalles, como corresponde, ni menos todavía para aplicar sanciones ejemplarizadoras y de ley a los responsables. Pésimo antecedente el que se está sentando. Puerta que está quedando franca, de par en par, para que por allí salgan a la disparada otras manifestaciones por el estilo o se generen reacciones duras e imprevisibles del lado de los ofendidos y lastimados y de sus seguidores que, con toda seguridad, los hay, y tal vez no pocos como podría pensarse.

¿Y qué es lo que se trata de lograr con estos desbordes solapados de la violencia? ¿Dejar una marca dura y elocuente de lo que fue un régimen que postuló reivindicaciones sociales, entre otras metas, que pudieron y debieron lograrse sin necesidad del garrote o del chicotazo, usado este término por estar de moda y por concernir más al rótulo que encabeza este comentario? ¿O quizás se está apelando al expedito y salvaje recurso para desanimar a quienes pretenden llevar la contra, hacer mal tercio al régimen actual, con miras a las elecciones generales de diciembre próximo?

Sean cualesquiera las finalidades del chicotazo descargado ya sobre las espaldas de gente que merece trato humano así discrepe de los ensimismados mandamases, no sólo que es rotundamente inadmisible, intolerable, condenable sin reparos,  sino que se tenía por superado, condenado al vituperio en este tiempo en que la integridad del ser humano es cosa fundamental, intangible y realmente inviolable al menos en comunidades que supuestamente no se debaten entre las garras de trogloditas descalificados pero aferrados uñas y dientes al poder político que, aunque no se lo crea, es efímero, va y viene a capricho de la historia.

Con cargos muy graves contra gobiernos del pasado por supuestas violencias fratricidas ejercitadas por aquellos, inició su mandato el régimen que hoy maneja los destinos del país. Ya no está el régimen presente a cubierto de los mismos cargos que de modo implacable colgó a sus antecesores. Las circunstancias actuales, seguramente, difieren de las que se dieron en pasados no lejanos. Pero de todas maneras, tanto ayer, como hoy, corrió sangre y no poca, manchando el estremecido territorio nacional y a los responsables de su dramática suerte que no lograrán limpiarse ni con profundo y leal arrepentimiento, claro está.