El estigma de la coca

…primero están el país y sus intereses, después la coca y los cocaleros. Algo que el Gobierno actual debiera empezar a tomar en cuenta

los_tiempos_beta Editorial – Por Redacción central | – Los Tiempos

El Gobierno actual le asigna importancia extrema al problema de la coca. Como consecuencia de ello ajusta sus políticas sobre el tema a criterios que favorecen a cuantos viven de un producto que difícilmente puede disociarse de la elaboración ilegal de cocaína, a la cual sirve de materia prima.



Pero el país no vive de la coca, sino de su producción hidrocarburífera, minera, agropecuaria, textil y artesanal. En estos renglones se congregan empresarios, trabajadores y artesanos. Hablamos de un elevado porcentaje de la población empresarial y laboralmente activa, a favor de la cual, en lo que va de esta gestión de gobierno, no se ha hecho todavía lo suficiente para un despegue sostenido en proyección de crecimiento y efecto multiplicador de fuentes de trabajo.

En cambio, cocaleros de Chapare y Yungas merecieron especial atención. Resultaron favorecidos por una serie de medidas y disposiciones, todas ellas, encuadradas en el argumento, acuñado en un gobierno de triste memoria, de que la "coca no es cocaína" y en el alegato de que el vegetal ofrece muchas posibilidades de rédito si es objeto de industrialización.

El universo demográfico, económico y social de los cocaleros no es muy grande. Se trata de apenas 40 mil familias campesinas de Chapare y de un número levemente superior a éste en Yungas. Digamos que asciendan a 100 mil los campesinos cuya economía depende del cultivo de la coca. La cifra equivale a un minúsculo segmento de la colectividad boliviana. En Bolivia somos más de 9 millones a favor de los cuales se debe gobernar si se quiere hacerlo con visión de país.

La producción total de coca supera en mucho a la demanda de consumo tradicional. Todo el excedente va a parar a las pozas clandestinas de maceración donde se elabora el sulfato de cocaína. El producto sale después al exterior por una serie de rutas a través de países vecinos, llegando a destinos finales como Estados Unidos, Europa y Asia. Que aquello ocurre lo acredita el creciente volumen de las incautaciones de droga en diferentes ciudades del país. Simple y llanamente, la producción de cocaína en Bolivia aumenta en forma proporcional al incremento de las plantaciones excedentarias o ilegales de coca, respecto a las cuales se dispone en el exterior de datos cuantitativos recogidos por levantamientos satelitales.

Creemos que el asunto de la coca debe ser encarado más con criterio realista y técnico que político. Lamentablemente, se viene haciendo esto último y no lo primero. Al cabo, los cocaleros constituyen la clave inicial del exitoso recorrido que hizo el MAS del gremialismo a la política y, por último, al poder.

Pero primero están el país y sus intereses, después la coca y los cocaleros. Algo que el Gobierno actual debiera empezar a tomar en cuenta.