El mal cálculo de Insulza

image Por Sergio P. Luís – Profesional independiente

Aunque no es grato, hay que poner en evidencia a un personaje que se pasó de listo. Es quien ha simulado y urdido tropelías, sin advertir que no puede engañar a todo el mundo todo el tiempo. Tarde o temprano sale a relucir la mala fe.

José Miguel Insulza, es un extremista que calculó mal. Fue cauto durante el primer año de su gestión como secretario general de la OEA, procurando caerle bien a todo el mundo. En su posesión en el organismo interamericano inclusive quiso tender puentes de amistad con Bolivia, habiendo sido un ácido detractor de las demandas de solución de la mediterraneidad.



Insulza ha transitado en su país por distintos caminos políticos: fue demócrata cristiano, luego se afilió en el Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU), una facción de su suegro que abandonó la Democracia Cristiana y se declaró marxista. Finalmente, se unió al Partido Socialista de Chile. A la caída de Salvador Allende, Insulza estaba fuera de su país. Se quedó como exiliado en Italia y México. De regreso, cuando la Concertación, asumió el poder, se incorporó a la Cancillería. Trepó y llegó a subsecretario. Fue ascendido a ministro de relaciones exteriores; después fue ministro del interior y, de ahí en adelante, fue cobrando notoriedad. Su afán era llegar a ser presidente de Chile pero, en su primer intento, fue superado por Michelle Bachelet.

Insulza es pertinaz: convenció al presidente chileno Ricardo Lagos a que lo postule como candidato a secretario general de la OEA. Era un buen trampolín para un nuevo intento de ser candidato presidencial. Consiguió en la OEA ser electo a duras penas, pues se necesitaron cinco dramáticas votaciones. Desde entonces fue urdiendo planes para suceder a la presidenta Bachelet. No captó apoyos y, muy a su pesar, se retiró.

Ya alejada la posibilidad presidencial, se lanzó –antes defendía tímidamente a Hugo Chávez, que lo había llamado pendejo– a una desbocada actividad, esta vez abierta, como partidario del populismo chavista. Apoyó a las tropelías de Evo Morales, participó en los esfuerzos para dar vigencia a un organismo que sirve al chavismo: la estridente UNASUR, y participó en las reuniones de ALBA, el instrumento del populismo. Entonces calculaba que para su reelección como secretario general de la OEA, tendría por lo menos el apoyo de los aliados del régimen venezolano, más Argentina, Brasil y Uruguay, de algunos caribeños y, por qué no, de Estados Unidos. Fue, entonces, que se dedicó a justificar al autócrata de Caracas (le valió una durísima carta de una congresista norteamericana) y a defender las acciones antidemocráticas del gobierno de Evo Morales.

Sin embargo, se equivocó con el nuevo gobierno de Estados Unidos del presidente Barack Obama. Supuso erradamente que, con la actitud de apertura del nuevo mandatario hacia América Latina, éste recibiría con simpatía sus esfuerzos para lograr el apoyo de la OEA para levantar la suspensión del régimen de los hermanos Castro, sin condiciones, es decir sin que el gobierno cubano cumpla con la Carta Democrática Interamericana. Ciertamente fue un primer mal cálculo. Luego, creyó ver una distensión entre Venezuela y los Estados Unidos, pese a la continuidad de las agresiones verbales y provocaciones de Chávez, y siguió en el afán pro bolivariano.

Y estalló la crisis hondureña. Era de esperar la demencial reacción de Chávez por la pérdida de un aliado en América Central. Pero Insulza se propuso ser el actor principal, el más duro, el único demócrata, el juez que condena. Fue a Tegucigalpa, y se negó a hablar con el nuevo presidente de Honduras. Le salió una arrogancia enfermiza.

Avanzó más. Para Insulza sólo había una solución, la radical, la rendición total e incondicional del nuevo gobierno, y el retorno del populista converso Mel Zelaya. Su OEA así lo ordenaba, aunque esto cueste víctimas. Este fue su segundo y definitivo error. Muy pronto, la secretaria de Estados de los Estados Unidos, habló directamente con el presidente Micheletti y concertó la mediación de Oscar Arias, uno de más prestigiosos latinoamericanos, con mayores credenciales democráticas que este personaje salido del extremismo.

Las cosas se le van a poner difíciles a Insulza. Ha reaccionado el país al que Chávez y sus títeres llaman el imperio. Sin el financiamiento norteamericano, se acabaría la OEA y, para Insulza, su secretaría general. Es más: la inicial actitud del gobierno del presidente Obama adversa al cambio en Honduras, no significó que este imperio –ciertamente democrático– tolerará que un autócrata como Chávez, conculcador de las libertades en su país, y que conduzca, a través de su adlátere Insulza, una negociación de mediación y que éste pro castrista sea el protagonista.

El epílogo: Ya se sabe que la presidenta chilena Michelle Bachelet, durante su reciente visita a Washington, fue advertida por la secretaria de Estado, Hillary R. Clinton, que Estados Unidos no respaldará la reelección de Insulza. No merece confianza. Su sectarismo es notorio.

Estamos ante el ocaso de un personaje que le hizo mucho daño al panamericanismo, a la democracia e, inclusive, a su propio país. Ya no podrá engañar a nadie.

Mientras tanto, Evo, Correa, Ortega y Lugo, siguen en las ligas menores, las inadvertidas.