Testigos que confunden

Es necesario que el esclarecimiento en lo que hace al presunto terrorista Rózsa y su banda se produzca antes de la campaña electoral en marcha, para que no enturbie un ambiente que ya tiene suficientes motivos de preocupación y polémica derivados del nuevo padrón electoral.

laRazon Editorial La Razón

No se puede decir hasta cuándo continuará la investigación sobre la muerte, en una acción de la Policía Nacional, de los tres presuntos terroristas que comandaba el húngaro-boliviano Eduardo Rózsa Flores. Esos hechos de sangre, producidos en un hotel de Santa Cruz, no se han podido desenmarañar y se ha llegado a veces a situaciones que han mostrado contradicciones en el afán del fiscal Marcelo Soza de involucrar en estos hechos a líderes cruceños, basado en indicios que habría aportado una persona a quien presentó como “el testigo clave” y que ahora está desaparecida.



Al margen de lo que fue la confusión de fotografías en la internet y el muy rebatido y resistido cambio de jurisdicción del caso —traspasado a La Paz habiéndose producido en Santa Cruz—, hubo la lamentable confusión en los personajes llamados a declarar, y los principales testigos han estado muy lejos de ser confiables. Todo lo contrario, éstos embrollaron más la investigación ante la actitud vacilante y desorientada del fiscal Marcelo Soza, que, al parecer, sólo atina a llamar a comparecer a decenas de ciudadanos, sin mostrar resultados concretos de las pesquisas que desarrolla.

El principal testigo en el caso de Rózsa y su banda ha sido, hasta ahora, una persona acusada de robo de autos y estafa: Ignacio Villa Vargas, alias El Viejo. Este personaje siguió, se sospecha, las indicaciones de los fiscales para involucrar a importantes empresarios y líderes cruceños. Curiosamente, Villa Vargas, El Viejo, desapareció del escenario —y aparentemente de Bolivia— y en contacto telefónico con el diputado opositor Wilfredo Áñez, negó sus declaraciones anteriores y afirmó que las hizo sometido a torturas físicas y morales en la sede de gobierno.

En ese último contacto, Ignacio Villa Vargas cambió súbitamente de libreto y manifestó que personas ligadas a las más altas esferas de la Administración actual conocían todos los movimientos de Rózsa y su banda desde octubre del 2008, lo mismo que el ex funcionario del Ministerio de Gobierno Luis Clavijo. Esto produjo nuevas dudas y causó mayores problemas al fiscal Marcelo Soza, quien, sin embargo, no asumió las acciones para dar con el paradero de Villa Vargas, pese a que él habría admitido su participación.

En esta situación tan confusa, acaba de arribar a Bolivia un ciudadano español, el periodista Julio César Alonso, quien aparece como nuevo testigo oficioso, pero que, lamentablemente, tampoco exhibe las credenciales suficientes como para ser absolutamente confiable. Ocurre que existen algunas denuncias sobre los dudosos antecedentes de Alonso, quien habría sido detenido por un confuso asunto de narcotráfico del que habría sido sobreseído.

La presencia del periodista español amenaza con convertirse en un nuevo episodio de esta enmarañada investigación, que no llega a su fin, que se prolonga indefinidamente y que aparece a todas luces como un elemento peligroso, porque se introduce dentro del complicado tablero de la política boliviana.

Es necesario que el esclarecimiento, en lo que hace al presunto terrorista Rózsa y su banda, se produzca antes de la campaña electoral en marcha, para que no enturbie un ambiente que ya tiene suficientes motivos de preocupación y polémica derivados del nuevo padrón electoral.