Y para colmo, el narcotráfico

El país, en líneas generales, no está nada bien y las perspectivas, pese a lo que se hace verbal y artificialmente para medio dorarlas, no son nada halagüeñas en los hechos.

laPrensaEditorial La Prensa

Sería arriesgado, o más bien sería inapropiado, establecer una relación directa, una implicación real y efectiva del Gobierno con el narcotráfico. Pero hay una precisa circunstancia que mueve a pensar que algo pasa, que algún fenómeno fuera de control se está dando en la repudiable materia del comercio ilícito de los estupefacientes, y sucede justamente hoy y aquí en Bolivia.



Y es que, como nunca antes, en el más de medio siglo desde que empezamos a aparecer involucrados en la elaboración y el comercio de los estupefacientes, se tuvo el volumen de droga en aumento y en circulación permanente como el que a diario registran los noticiosos machacones, por prensa, radio y televisión.

Espanta, es lo menos que puede decirse, ese repiqueteo que da cuenta de las grandes factorías de cocaína produciendo a capacidad plena, con muchos protagonistas hombres y mujeres y con sus mulas, casi todas criollas, transportando el producto a los poderosos mercados del mundo. Espanta comprobar, asimismo, que los traficantes interceptados y apresados de este y del otro lado del planeta son compatriotas que se dan modos para llevar mimetizadas hasta en sus partes íntimas, con grave riesgo para sus propias vidas, las cargas de estupefacientes. Espanta, en fin, la irrefrenable ampliación de los cultivos de la mítica hoja sagrada de la coca, cuya cosecha gruesa no puede tener otro destino que el de las factorías clandestinas.

El país, en líneas generales, no está nada bien, y las perspectivas, pese a lo que se hace verbal y artificialmente para medio dorarlas, no son nada halagüeñas en los hechos. Disminuyen los índices de la productividad, la desocupación sigue siendo factor agobiante y la deficiente prestación sanitaria, justo en plena pandemia, afecta a sectores que, por su número y situación de extrema pobreza, pesan más cada nueva jornada.

Con cuadros tan poco propicios que se agravan en la medida en que se contraen o cierran definitivamente los mercados externos a que accedían nuestros productos, aún tenemos al Primer Mandatario de la República en tren de turismo, siempre con la cola bien parada retornando del norte para trasladarse al sur o del este para visitar el oeste, cuando no abocado a pantomimas deslumbrantes y hasta a lomo de corceles regios cual cuadra a sus veleidades de emperador.

Boato absurdo que sufraga tal vez la supuesta munificencia de la cálida Venezuela por conducto de su mandón engolado y oficioso que con la faltriquera abierta afloja los petrodólares con los cuales trata de arrastrar tras sí las voluntades de sus colegas ingenuos que no se detienen a pensar en lo caro que seguramente les va a resultar la sumisión más temprano que tarde.

Y para colmo, el narcotráfico entró en auge, como nunca antes lo había estado en esta Bolivia que hace un tiempo ya se debate bajo un cielo de sombras.