‘Acullico’ y ‘descolonización’

Lo real es que toda ampliación de los cultivos de coca sólo beneficiará al narcotráfico, el cual tendrá a disposición mayor cantidad de materia prima y a precio mucho más bajo…

eldeber Editorial El Deber

Ahora más que nunca se afirma en el país la certeza del peso decisorio del movimiento cocalero de Chapare en ciertas resoluciones gubernamentales. Así lo determina la circunstancia de que el propio jefe de Estado planteara un ‘referéndum departamental’ para que los productores del cuestionado vegetal sean favorecidos con una ampliación más o menos drástica de sus áreas de cultivo, versión que afortunadamente fue enseguida desmentida por su vocero oficial.



Pero que algo había de cierto sobre tal cosa, lo sugiere el hecho de que un alto funcionario de Gobierno alegó que el 62% de nuestra población practica el ‘acullico’ de la coca. O sea que más de seis millones de bolivianos dependerían de la dichosa hojita para que su trabajo, estudio o cualquier otra actividad le doble el brazo al cansancio o simplemente a la pereza. ¿De dónde se obtuvo el dato? No se conoce que se hubieran realizado encuestas sobre el tema, con universo social lo suficientemente amplio y con resultados que demuestren que aquello es cierto.  Más bien todo encajaba en una simple apreciación cuantitativa con fines puramente políticos de doble jaez: ceder a las presiones de los cocaleros de Cochabamba y evitar que entre ellos surja un descontento que de algún modo debilite el fuerte apoyo que hoy le brindan al MAS.

Nos imaginamos la alarma de círculos científicos ligados a organismos internacionales que se ocupan de la lucha antinarcóticos, ante la noticia de que el Gobierno del “Estado Plurinacional” de Bolivia apostaba  a un referéndum para ampliar o no los cultivos y el consumo de la coca. Igual sobresalto debe haber hecho presa de historiadores y de cuantos saben en el exterior el origen y desarrollo reales de ciertos usos y costumbres bolivianas. Con razón, las aprensiones, en ambos casos, porque en el balance de la composición de la coca pesa más el alcaloide denominado cocaína que los nutrientes. En quienes mastican la coca, la droga contenida en el jugo estimula las neuronas cerebrales, cuyo efecto es una mayor concentración mental y disposición al trabajo físico. Lo peor es que el ‘acullico’ continuado e intenso de la hoja de coca provoca no sólo adicción, sino también, con el transcurso del tiempo, letales daños en el aparato digestivo.

Lo real es que toda ampliación de los cultivos de coca, sólo beneficiará al narcotráfico, el cual tendrá a disposición mayor cantidad de materia prima y a precio mucho más barato, para convertirla en ese polvillo blanco que ahora elabora en laboratorios sujetos a tecnología de punta en casi todo el territorio nacional.

Es bueno recordar que quienes impusieron la costumbre de masticar la coca no fueron los incas del Cusco, que prohibían a sus súbditos el ‘acullico’, reservando esta práctica, para fines puramente rituales, a los sacerdotes o ‘callahuayas’. Fueron los españoles quienes al darse cuenta que la droga contenida en la coca estimulaba la disposición al trabajo continuado, sin pausas ni perezas, impusieron el ‘acullico’ obligatorio a los miles de ‘mitayos’ que desde diferentes lugares del altiplano y los valles trasladaron al Cerro Rico de Potosí para que extrajeran para ellos la preciada plata. Como por este motivo la demanda de coca superó la oferta, habilitaron áreas de cultivo en la zona de los Yungas, a la que enviaron esclavos africanos a sembrarla y cosecharla.  De las minas, el ‘acullico’ se propagó a comunidades rurales vecinas y a los campesinos de comarcas mucho más alejadas. Así empezó una tradición que de modo alguno es ‘originaria’ sino impuesta por los colonizadores hispánicos.

Así planteadas las cosas, nadie puede negar que el filo-cocalerismo del Gobierno se halla a contra flecha de su decantada ‘descolonización’.