Las relaciones con Brasil

Quizás sea bueno para Bolivia que se convierta para Brasil en lo que México es para EEUU: un país proveedor no sólo de mano de obra barata, como ocurre ahora, sino también de productos terminados, comenzando por los textiles y las artesanías, además de bienes y servicios.

laRazon Editorial La Razón

La amistad del presidente de Bolivia, Evo Morales, con su colega de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, debe ser una ventaja que sirva para resolver los temas pendientes entre ambos países que comparten la frontera común más extensa de Sudamérica.



Sin embargo, mientras los dos mandatarios no dejan de mostrarse simpatía y deseos de cooperación, en ocasiones surge en las naciones una relación áspera que bien podría ser de beneficio plenamente mutuo.

Este sábado, el Mandatario brasileño visitó Bolivia y se reunió con su colega boliviano para hablar de algunos puntos centrales.

En la agenda común hay temas urgentes. Entre éstos se encuentran la modificación del contrato de compra y venta de gas suscrito entre ambos países hace 10 años y la construcción de dos represas en el río Madera.

En cuanto al hidrocarburo hay que recordar que en 1999 se firmó un contrato por 20 años para la compra y venta de gas. Desde esa suscripción hasta el 2005, el volumen del energético se ha ido incrementando hasta estabilizarse en 31 millones de metros cúbicos diarios. El problema para Brasil es que por las oscilaciones de su mercado ha demandado menos de esa cantidad, pero el contrato fija mínimos de compra.

Ayer, La Razón informó de que el Gobierno propondrá cambios en el contrato. Uno de ésos se refiere a una reducción de la exportación del energético de 31 a 24 millones de metros cúbicos diarios. Esto se debe a que Bolivia no puede producir más gas, por el contrario, lo contiene y no consolida mercados energéticos.

Es necesario debatir sobre la conveniencia o no de proponer una flexibilización de los volúmenes mínimos de envío o recepción, ahora sujetos a sanciones y multas que incorporan un factor de nerviosismo innecesario a las relaciones y al contrato.

Quitar a los acuerdos esos elementos que los tensionan puede ser una solución para que la operación se mantenga en el tiempo, incluso después del 2019. Además, es necesario analizar que la falta de mercados para el gas boliviano ha derivado en que exista una excesiva dependencia del mercado brasileño.

En el tema de las represas, se debe ser menos flexible. Brasil se comprometió a instalar esclusas que permitirían que el curso fuese navegable para llegar al Amazonas, lo que daría a Bolivia acceso al Atlántico. Sin embargo, la promesa aún no se cumple.

El Gobierno debería insistir en que el proyecto reponga la idea de incorporar las esclusas, que seguramente son una forma de compensación por la posibilidad de que el agua de las represas inundará en algunas épocas territorios del otro lado de la frontera.

Es necesario además corregir algunos comportamientos de ambas partes con el fin de que las relaciones de los dos países reflejen la estrecha amistad que une a sus presidentes.

Quizás sea bueno para Bolivia, como proponía un presidente anterior, que se convierta para Brasil en lo que México es para Estados Unidos: un país proveedor no sólo de mano de obra barata, como ocurre ahora, sino también de productos terminados, comenzando por los textiles y las artesanías y abarcando luego una amplia lista de bienes y servicios.

En una entrevista a La Razón, publicada el viernes pasado, el presidente Lula da Silva ofreció el mercado brasileño para las manufacturas bolivianas.