Sólo 11 bolivianos usan las aguas del Silala

Los únicos bolivianos que calman su sed con las aguas del Silala son un subteniente y diez soldados rasos. Ellos viven en una morada rústica construida, en 2006, un kilómetro y medio antes de que empiece el territorio chileno. La orden que tienen es de velar por la soberanía nacional, pero no han recibido ninguna instrucción sobre el agua dulce que mana de la tierra a 400 metros de donde están ellos, y que luego sigue en picada hacia los grifos de Calama, Atacama, Chuquicamata y otros pueblos del norte de Chile.

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Recursos. El acuífero es utilizado por pocos uniformados que cuidan la soberanía a 1,5 km de la frontera. El 3 de septiembre el Gobierno y potosinos buscarán consensuar para negociar con Chile



El Deber

Texto: Roberto Navia

Fotos: Max Toranzos

“El agua tiene que seguir su curso”, explica un muchacho que no tiene más de 19 años, que está vestido de uniforme camuflado y que dice que, a pesar de ser de Uyuni (a 250 km de ahí), aún no se acostumbra a las bocanadas de viento helado, a los casi 5.000 metros de altura ni a los 20 grados bajo cero que se sienten, especialmente en horas de la noche.    

Esos 11 cuidantes de esa tierra inhóspita están enterados de que existe una nueva disputa entre Bolivia y Chile, porque el primero reclama la propiedad exclusiva de las aguas del Silala y que el segundo las consume por lo menos desde hace 100 años sin pago alguno, bajo el argumento de que se trata de un río internacional.  

Pero no son los únicos que están enterados del asunto. Los asentamientos humanos potosinos están lejos del Silala, pero la distancia no los hace indiferentes a la demanda boliviana. El pueblo de los Tacana se encuentra a 50 km, y la capital potosina a 550 Km, pero tienen mucho más interés por el tema desde el 3 de agosto pasado, cuando el Poder Ejecutivo dio a conocer el preacuerdo con Chile, por el cual se dispone que el país vecino pagará por el uso del 50% de las aguas, mientras que el restante 50% será sujeto a una investigación de cuatro años.  “Ha llegado la hora de hacer justicia y un buen negocio con Chile, sí o sí”, coinciden dirigentes indígenas, campesinos, cívicos, municipales y pobladores del departamento de Potosí.

Esa justicia y ese buen negocio que demandan, consiste en cobrar la deuda histórica, puesto que hasta ahora el vecino país no dio ninguna compensación por el uso de las aguas y que la cifra alcanzaría a por lo menos $us 900 millones dado que a comienzos del siglo pasado se consolidó una concesión boliviana hacia Chile.

Pero eso no es todo; la exigencia también pone énfasis en que Chile tiene que pagar por el uso de más del 50%, puesto que existen pruebas de que el Silala es un acuífero y no un río. Además, exigen que cualquier pago por parte del país vecino no implique impedir a Bolivia de utilizar ese recurso natural cuando quiera implantar industrias en la zona.

Celestino Condori, presidente del Comité Cívico de Potosí, dice que se han puesto manos a la obra para que de una vez por todas el país no siga dando de beber agua dulce a otro sin recibir beneficio. Él, junto a otros dirigentes se ha reunido con el vicepresidente García Linera la semana pasada y han acordado difundir el tema con representantes de otros pueblos del departamento. 

A su vez, el pueblo Quetena, que es el más cercano a las aguas del Silala, en 2008 le había dado luz verde al Gobierno para que inicie negociaciones con Chile para que el país reciba beneficios económicos.

Teodoro Blanco, asesor de la comunidad de Quetena, dice que no es lo óptimo que Chile pague por el 50% del uso del agua, que quisieran el 100%, pero como ya van más de 100 años que el país no recibe nada, exigen que de manera urgente Bolivia consiga los réditos que podrían oscilar entre $us 17.000 y 25.000 por día.  Para Blanco, se debe actuar de manera inmediata porque a cada segundo que pasa el Silala no sólo calma la sed de los habitantes de Calama, Antofagasta, Mejillones y Tocopilla, sino que también sirve para uso industrial del centro minero de Chuquicamata que mueve millones de dólares. Por tal motivo, para el 3 de septiembre está previsto un encuentro en Quetena, donde participarán representantes cívicos, campesinos y juntas vecinales de Potosí para unificar detalles sobre la exigencia nacional. 

El Gobierno boliviano ha venido defendiendo el preacuerdo y ha señalado que debe ser el pueblo boliviano el que elija entre dejar que Chile siga aprovechando del recurso natural o conseguir algún beneficio. El tema está congelado después de que García Linera se reunió la pasada semana con los cívicos de Potosí, donde acordaron seguir analizando el tema para unificar posiciones. 

Por su parte, Chile, ha venido reforzando su posición de que el Silala es un río internacional y no un acuífero, y el Gobierno de ese país afirmó que sólo falta suscribir el acuerdo entre ambos países.

“Hemos adelantado conversaciones con Bolivia sobre este asunto y hoy está en la decisión de ellos el cómo seguimos adelante”, declaró el ministro chileno de Relaciones Exteriores, Mariano Fernández.

Entre tanto, en Bolivia, los únicos beneficiados con esas aguas son esos 11 uniformados que no sólo las beben y se bañan en ellas, sino que también de ahí sacan las truchas con las que preparan su comida del mediodía.

El preacuerdo del conflicto 

En el artículo 2, el preacuerdo inicial considera el volumen de agua del sistema hídrico del Silala o Siloli que fluye superficialmente a través de la frontera desde el Estado Plurinacional de Bolivia hacia la República de Chile. Considera, asimismo, que del volumen total de aguas superficiales que actualmente fluyen a través de la frontera, un porcentaje corresponde a Bolivia y es de su libre disponibilidad, y que los estudios científicos servirán de base a las decisiones que se adoptaren en el futuro a este respecto, de acuerdo a lo que establece el artículo 6.

En el señalado artículo, las partes establecen que del volumen total del agua del Silala o Siloli, que fluye a través de la frontera (100%), el 50% corresponde, inicialmente, al Estado Plurinacional de Bolivia, es de su libre disponibilidad y lo podrá utilizar en su territorio o autorizar su captación para su uso por terceros, incluyendo su conducción a Chile. Este porcentaje podrá ser incrementado a favor de Bolivia, en función de los resultados de los estudios conjuntos que se lleven a cabo en el marco del acuerdo. Las partes implementarán una red de estaciones que permitan realizar estudios conjuntos con vistas a la suscripción de un nuevo acuerdo de largo plazo.

A Chile le conviene llamarlo río

Fernando Claros | Ingeniero hidrogeólogo e investigador del Silala

Chile siempre sostuvo que era un río de curso sucesivo. Considerarlo así le da ventaja, porque le da derecho al 50% del caudal. Pero en la zona hay unos 92 ojos de agua en el lado boliviano y 35 en el lado chileno, lo que quiere decir que por debajo hay un acuífero.

La empresa de ferrocarril vino en 1908 a pedir que le den concesión de las aguas del lado boliviano. Al hacerlo, reconoció que era propiedad boliviana, si no, ¿para qué iban a pedir concesión? Si fuera río, les convenía más dejar que el agua corriera hasta captarla en su territorio. Cualquier geólogo medianamente formado puede verificar que es un acuífero. Siendo así, sólo queda coordinar para explotar en forma racional este recurso y fijar cuánto cuesta el metro cúbico. Chile dice que, al ser río, le toca la mitad del caudal, lo que significaría que Bolivia quede con el 25% y el 75% se lo llevará Chile. Aceptar eso es dejar que nos tomen el pelo.