Evo de nuevo. ¿Hacia la dictadura de la democracia?

Evo Morales y el Movimiento al Socialismo (MAS) han conseguido un nuevo triunfo histórico. Según el MAS, la contundente victoria servirá para poner en práctica la nueva Constitución y las reformas anheladas por el pueblo boliviano; la diezmada oposición, en cambio, pronostica que el triunfo será usado para terminar con toda pluralidad e independencia en el Estado. Acaso ambas partes tengan razón.

image Por Alberto Vergara en larepublica.pe

Desde que Evo Morales ganó la presidencia el 2005, Álvaro García Linera, vicepresidente boliviano, sentenció varias veces que, aunque el MAS había ganado las elecciones, aún no había conseguido todo el poder. El diagnóstico parece cambiar tras la elección del 6 de diciembre último. Morales ha obtenido el 63% de los votos a nivel nacional (contra el 25% de Manfred Reyes, segundo en la elección), dos tercios de la cámara de senadores, más del 50% de los diputados y, más importante aún, dos tercios en la Asamblea Nacional (ente constituido por la suma de senadores y diputados) donde se debe debatir y aprobar las posibles reformas constitucionales.



En términos de geografía electoral, el presidente ha terminado de consolidar su presencia en el occidente del país, donde cuatro de cada cinco bolivianos lo prefirieron frente al resto de candidatos. En la arena legislativa ha conseguido casi todos los senadores en disputa en los 5 departamentos del occidente. En el oriente, el MAS ha avanzado sus peones más de lo esperado. En toda la Media Luna (apelativo para los 4 departamentos que conforman el oriente boliviano donde Evo ha sido siempre resistido), el MAS ha dejado de ser una fuerza menor para disputar voto a voto el liderazgo regional. En Santa Cruz el MAS ha conseguido el 40% de los votos frente al 53% de la candidatura de Manfred Reyes y en Tarija, Morales ha vencido con el 48% de los votos frente a 40% de la oposición. Así, aunque la Media Luna sigue albergando a la oposición, sus votaciones y ánimo asemejan, más bien, a una luna menguante.  

La oposición, por su parte, ha quedado extraviada. Nadie reconoce liderazgo alguno en Manfred Reyes: del 25% de los votos obtenidos muy poco le pertenecen al candidato, quien simplemente aglutinó a la Bolivia opositora. En términos organizativos, la alianza que lo postuló (Plan Progreso para Bolivia-Concertación Nacional) tenía fecha de caducidad evidente. En suma, la Bolivia opositora carece de paraguas que la cobije mientras el MAS es cada día más estructurado y disciplinado.

En resumen: tras el éxito electoral del MAS y la bancarrota opositora, el anhelo leninista de García Linera de conseguir “todo el poder” comienza a tomar cuerpo.

Cuando el empate catastrófico deja de ser empate

En ningún otro país del mundo se cita tanto a Gramsci como en Bolivia. Y ninguno de los conceptos del viejo Antonio ha sido más utilizado que “empate catastrófico” (tal vez “hegemonía” le pisa los talones). Con esto se aludía a la inmovilidad e incertidumbre boliviana de los últimos años producto de la paridad permanente entre las fuerzas políticas del país (generalmente descritas como “occidente contra oriente”). Pero la reciente elección presidencial ha jubilado el diagnóstico pues el empate se ha roto sin ninguna duda en favor del MAS ¿Cómo así se desató el nudo gramsciano?

En primer lugar, Evo Morales se ha beneficiado de la desaparición de líderes y organizaciones que le disputen el occidente del país. Hace algo más de una década falleció el carismático “compadre” Palenque, líder del movimiento populista CONDEPA (Conciencia de Patria) que congregaba multitudes en El Alto; Felipe Quispe, “el Mallku”, histórico líder del indigenismo parece haberse retirado de la vida política nacional y los partidos tradicionales que alguna vez obtuvieron votaciones considerables en La Paz y El Alto (ADN o el MIR) han, simplemente, desaparecido. Ante la ausencia de rivales “occidentales” Evo se ha hecho amo y señor de esta parte del país. 

De otro lado, la principal candidatura opositora, liderada por Manfred Reyes, empujó a parte de la clase media hacia el MAS. Reyes fue en los ochenta un hombre cercano al dictador Luis García Meza y, en los noventa, próximo a Hugo Bánzer (cuando ya era ex dictador). Así, las credenciales democráticas del líder de la oposición no parecían ser las mejores para enfrentar al “autoritario” Evo. Y, entonces, parte de la clase media que el 2005 votó por el opositor Jorge “Tuto” Quiroga esta vez se fue con el MAS.

En el oriente boliviano, Morales ha consolidado dos electorados. En primer lugar, el de los inmigrantes (sean aymaras o quechuas) llegados a trabajar en las ricas tierras bajas. En segundo lugar, las poblaciones indígenas propias del oriente (por ejemplo, guaraníes) que solían ser “conservadoras” han encontrado un espacio ventajoso en el MAS. Por si fuera poco, la oposición se ha dividido tanto como era posible. Y Santa Cruz, centro de la “resistencia”, terminó viendo la elección desde el balcón, sin candidato propio.

Finalmente, el mensaje de Evo Morales (y acaso él mismo más que el mensaje) ha conectado con la población de una manera inusual. Cuando entrevisté a uno de los estrategas de la campaña de Samuel Doria Medina (candidato que a la postre llegó tercero) me dijo: “no hay forma de competir con Evo, la población está convencida de que él ha nacionalizado el hidrocarburo y que con ese dinero él les está dando una serie de bonos. Ese mensaje es indestructible. Están emocionados con Evo”.

Después del empate catastrófico… ¿el futuro catastrófico?

En abril de 2010 habrá elecciones regionales y municipales. Hasta hace algunas semanas se pensaba que ellas mantendrían el statu quo: el MAS se haría de los departamentos occidentales y los movimientos regionalistas ganarían los del oriente. Tras la elección presidencial el pronóstico pierde fuerza y el MAS acaricia la posibilidad de ganar un par de departamentos de la Media Luna. Así, del lado de la competencia electoral  comenzarían a agotarse las posibilidades de contrarrestar al MAS. “Aquí vamos hacia una dictadura de partido único” me dijo el ex presidente Carlos Mesa.

Por el lado de las instituciones el asunto no promete un diagnóstico distinto. Salvador Romero, uno de los politólogos bolivianos más reconocidos y ex presidente de la Corte Nacional Electoral, me dice que se viene “una partidización del Estado, las pocas instituciones estatales que mantenían cuotas de independencia dejarán de tenerlas”. Y los temores parecen fundados. Más de una vez le he oído al oficialismo que el discurso de las instituciones es, en realidad, una coartada neoliberal para impedir las reformas que promete la nueva Constitución.

Entonces, si la competencia política y las instituciones dejan de ser capaces de moderar al actor hegemónico de la política boliviana, el autoritarismo estará a la vuelta de la esquina. Aunque es temprano aún para conocer el resultado final del experimento boliviano, queda claro que en Bolivia está por reeditarse la más vieja de las tensiones inherentes a la democracia: ¿es este el régimen de las mayorías o el de las garantías para las minorías?