Hay pactos por la Marihuana

Narcos y campesinos acuerdan áreas de producción y distribución. La cannabis es la droga preferida en Bolivia.

Se incautaron casi 2.000 toneladas en 2009. La FELCN halló cultivos exclusivos de marihuana en La Paz. La Policía descubrió que los narcotraficantes pagan a los campesinos por sus tierras o se dividen las ganancias de la cosecha.

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En el reino de “María”

La Prensa

La marihuana es una planta que se eleva hasta alcanzar en promedio los dos metros. Es una droga o, en otras palabras, sirve para “volar”. Verde, con sus hojas de siete picos y tallos delgados, es el narcótico más consumido en el país. Hace más de una década que su consumo y producción aumentan.

Desde enero hasta el 1 de diciembre de 2009 se rompieron todos los récords de producción de marihuana en Bolivia. Solamente como dato, la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (FELCN) incineró 1.937 toneladas, 77 veces más que la pasta base de cocaína y el clorhidrato de cocaína. Y casi el doble de lo incautado en toda la gestión 2008.

Ante la demanda también está la oferta; en Bolivia, según datos de la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (ONUDD), un 4,3 por ciento de la población consume marihuana. Es decir, 431.189 personas son adictas a la planta, tomando en cuenta los datos del Instituto Nacional de Estadística a 2008.

El aumento del consumo va a la par con un cambio en la producción. Cada vez hay más cultivos en el área rural y algunos campesinos aceptan cambiar sus productos tradicionales por la planta que hace “volar”.

MEGACULTIVOS

La marihuana se pierde en el horizonte de un poblado en la provincia Iturralde, del departamento de La Paz. “Lo que es muy sintomático es que en esta ocasión se descubrieron plantaciones exclusivas de marihuana”, comenta el director de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico La Paz, Luis Fernando Amurrio. En aquella redada de la última semana de noviembre la Policía detectó un “huerto” exclusivo de la cannabis.

En el pasado, esta droga se encontraba mimetizada en campamentos de maíz. La mazorca era un camuflaje perfecto porque sus largas hojas ocultaban sin problemas los arbustos. Pero en Inquisivi la “hierba” estaba ahí a un golpe de vista.

El operativo en esa localidad resultó un éxito y se destruyeron cinco toneladas y 235 kilos de la planta. Si se toma en cuenta que cada kilogramo cuesta alrededor de 100 dólares, en esta provincia paceña se incineraron más de 5.000 kilos; esto en cifras significa más de tres millones de bolivianos. Lo que hay que tomar en cuenta, aclara Amurrio, es que durante la erradicación la planta se pesa desde su raíz hasta la última flor, o sea que la cantidad económica puede ser menor.

A comienzos de año, cuando la FELCN empezó a identificar los nuevos terrenos rurales de esta droga, el director nacional Óscar Nina decidió bautizar a estos predios como “megacultivos”. Se trata de predios que alcanzan las 10 hectáreas y que están plagados de marihuana. El modus operandi, a excepción de lo visto en el poblado de Inquisivi, es el mismo, el maíz que sirve para tapar la droga.

El fenómeno de cultivos se repite en las provincias de La Paz que están en valles o cabeceras de valles. Incluso la FELCN detectó que los narcotraficantes sembraron marihuana en algunas regiones de Oruro donde el clima es propicio. A diferencia de otras plantas, explica Amurrio, la “María” no requiere de mayores cuidados y crece casi de la mano del abandono.

No sólo en los valles de La Paz se disparó la producción de la marihuana, en los otros departamentos del país también aumentó su preferencia. Y, 2009 fue un año de récords de plantaciones.

Por ejemplo, el domingo 29 de marzo, la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico de Sucre se incautó de 30 toneladas de marihuana en la provincia Tomina. Dos días después y a 35 kilómetros de la capital se descubrieron 760 helechos que tenían más de dos metros de altura. Este hallazgo marcó todo un hito en la lucha departamental contra estas plantaciones.

En Cochabamba, también por los mismos días, hubo hallazgos similares. En el valle, la FELCN regional encontró un terreno de 30 hectáreas de marihuana, en el poblado de Umamarka, a aproximadamente 100 kilómetros de la ciudad capital.

Según el jefe cochabambino, Ronald Zabala, de cada arbusto se podía extraer hasta cinco kilogramos de marihuana; las plantas medían casi tres metros de alto.

En Santa Cruz el fenómeno fue similar. Según el jefe antinarcóticos, Jorge Romero, los operativos en busca de plantaciones salieron de los límites de la ciudad y se fueron al campo, especialmente a Camiri.

Según los datos de la Fuerza Especial, en el pasado se presentaron casos de plantaciones en las ciudades capitales. Por ejemplo, en Santa Cruz de la Sierra se descubrieron plantas en casas del Plan Tres Mil. Mientras que en La Paz se hallaron estas hierbas en algunas direcciones de Miraflores.

“En esta gestión no es así, no hallamos ninguna planta con esas características”, dice el jefe antinarcóticos de La Paz. Su colega Romero, de Santa Cruz, asegura que el fenómeno fue “erradicado” debido al trabajo de esta repartición policial, pero advierte de que la planta puede crecer dentro de los hogares porque incluso tiene la apariencia de ser inofensiva. “Da la impresión de ser ornamental y puede camuflarse sin problemas en un jardín”.

Nina explica que este viraje del escenario de batalla de ciudad a campo obliga a la FELCN a entablar alianzas con autoridades campesinas para combatir el narcotráfico. El control social será la base para enfrentar a este flagelo.

DILEMA “CAMPECHE”

La forma de operar en el área rural de La Paz es la misma que se desarrolla en los departamentos del eje boliviano. El jefe paceño Amurrio explica cómo funciona este “circuito”.

Los “narcos” han involucrado a los campesinos de los climas cálidos en el problema de la marihuana; los rurales dedicados a este tráfico ilícito se denominan “campeches”, en el coba del narcotráfico.

Lo primero que hacen es identificar a pobladores y aldeas para que arrienden sus espacios a la producción ilegal de marihuana. “Ahí nosotros detectamos tres procedimientos. Los primeros dejan la producción de la marihuana al partido (mitad y mitad). Siembran, cosechan la marihuana y se dividen en dos (la producción)”.

Otros se limitan a alquilar el terreno para la siembra y las ganancias de las plantaciones van a parar a los bolsillos de los contratistas. Por último, los delincuentes entran a espacios “donde es tierra de nadie” y dejan caer las semillas. “Como nadie tiene registrado el terreno, a veces llegamos y no hay a quién capturar”.

Las siembras de marihuana tardan en crecer entre cuatro y seis meses, “dependiendo del lugar y de la zona”. De acuerdo con el tiempo que requiera la planta, en algunas zonas se siembra dos o tres veces al año.

Los “narcos” sacan las hojas y los tallos de cada planta para el secado. Fuera de las fronteras se usan máquinas sofisticadas para hacer este trabajo; pero en Bolivia, la FELCN identificó hornos de secado. En época de lluvia este proceso se complica más y esta dificultad provoca que el costo del producto final sea más elevado.

Las familias campesinas que se han visto comprometidas en estos acuerdos con la mafia mejoraron su costo de vida, pero también corren el riesgo de ser detenidas, explica el comandante Nina. “Nosotros queremos recuperar el control social en los pueblos y hablar con la gente para advertirles sobre esta actividad y los perjuicios que les pueden ocasionar”.

La droga que sale del área rural invade a las capitales departamentales y ciudades intermedias. En los sitios donde hay mayor presencia de turistas también se descubrió a traficantes, cuenta Amurrio, de la FELCN paceña, y cita a Sorata o Copacabana como ejemplos.

LAS CIFRAS DE LA “MOTTA”

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La investigación “Los mercados de drogas ilegales en Bolivia”, elaborado por el Centro Latinoamericano de Investigaciones Científicas (Celin, Bolivia), presenta un estudio económico del circuito de la marihuana en el país.

Los “campeches” venden el kilo entre 120 y 150 bolivianos, que cabe en una bolsa negra nailon. Los distribuidores revenden el producto a 300 ó 900 bolivianos, según las leyes de la oferta y la demanda del mercado. Además, las épocas de fiestas departamentales son propicias para que el costo de la droga sea superior.

Los distribuidores al “mayoreo” se denominan “capos”, “mens” o “dealers”. Son quienes en su actividad ilícita se encargan de trasladar su mercancía del campo a las ciudades y ahí contactar a terceras personas para la repartija entre la población.

En el mercado callejero de La Paz y Cochabamba el paquete de 0,5 gramos vale cinco bolivianos. Pero en la ciudad de Santa Cruz la oferta es menor. “Hemos descubierto paquetitos que se venden hasta en un boliviano”, explica Romero.

Los traficantes no sólo comercializan marihuana, también venden otras drogas e incluso algunas son complementos de otras. La marihuana es usada antes o como acompañante de la pasta base de cocaína o clorhidrato de cocaína. La venta de varias drogas a la vez se denomina “combos” y en los más de 10.000 operativos que la FELCN hizo en el país no se encontró a traficantes que se dediquen exclusivamente a la marihuana, y por eso se los captura con otros narcóticos.

A diferencia de lo que pasa con otros productos ilegales del país, la marihuana no es una droga de exportación, según el coronel Óscar Nina. Él afirma que todo lo que se produce en el campo se consume en las ciudades bolivianas.

Los únicos reportes de marihuana internacional son los que están en la agenda de lucha conjunta con otros países. Por ejemplo, el martes 25 de agosto, el operativo Bol-Par le dio un golpe al narcotráfico valuado en cuatro millones de dólares y se incineraron 703 kilos de la planta.

La droga, aclara Nina, iba a ser comercializada en otros países y Bolivia era sólo un lugar de paso. Paraguay es el mayor productor de marihuana del mundo.

Microtráfico

En las calles de la ciudad de La Paz ya están identificadas las zonas rojas donde se distribuye la droga. La plaza Eguino, la calle Illampu, la plaza Garita de Lima, la plaza Riosinho, la avenida América, la plaza Pérez Velasco, las calles 21 y 25 de la zona Sur, San Pedro, Sopocachi, Miraflores, Villa Fátima, Terminal de Buses y salones de entretenimiento nocturno son los sitios donde se hallaron vestigios de marihuana.

Otro dato revelador. Un par de meses atrás, la Policía detuvo a una persona que vendía desde medicamentos hasta drogas en las calles de La Paz. Llevaba consigo tres kilos de marihuana y tres de clorhidrato de cocaína.

Amurrio cuenta que se le pilló más de 7.000 dólares en “mercancía”. Pero no sólo eso, él tenía trabajando consigo a menores que vendían la droga para él. En el mundo del hampa se denominan “secretarios” y manejan narcóticos equivalentes a los 20 bolivianos.

En el caso de esta persona retenida, operaba con su hijo y una sobrina, él de nueve años y ella de 11. Los tres han sido sacados del mercado ilegal y el adulto está con un proceso penal.

Incluso, la Fuerza Especial tiene datos sobre colegios donde se comercia marihuana a los alumnos. “No queremos decir cuáles son porque los padres van a sacar a sus hijos de allí”. Algo similar pasa con las universidades.

De acuerdo con el Celin, en el “ránking” general de las drogas, la marihuana se ubica después del alcohol y el tabaco, que son narcóticos legales y cuya venta es permitida en el país.

Respecto del consumo, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) hizo un estudio en Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, Perú y Uruguay. Los resultados publicados en 2008 revelan que en el país hubo un 4,3 por ciento de consumidores, lo que significa que 431.189 personas “vuelan” con “María”.

En Bolivia, igual que en el resto de los países estudiados, existe mayor uso entre la población joven, cuya edad está entre los 15 y 34 años. Además, los varones son los consumidores más habituales y la edad promedio de consumo es 22. El crecimiento de su demanda está avalado por las cifras de incautación que maneja la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico.

En la gestión pasada se incineraron 1.112 toneladas de marihuana y en los primeros 11 meses de 2009 se destrozaron 1.937 toneladas. O sea, en estas gestiones hubo un estallido de incautaciones (ver tabla de esta nota).

En resumen, en más de 11 años de lucha contra la marihuana se incineraron desde 320 kilogramos hasta 1.937 toneladas. La cantidad, por lo tanto, siempre fue en ascenso.

En los guarismos actuales esta droga continúa rompiendo récords, pues en lo que va del año, la FELCN se incautó de poco más de 20 toneladas y media de pasta base de cocaína y casi cinco toneladas de clorhidrato de cocaína.

De cara al futuro, Óscar Nina dice que el decomiso será superior. “Nosotros hasta hace poco tiempo dependíamos de la DEA (Drug Enforcement Administration); hoy no. Nosotros tenemos toda la soberanía para realizar nuestro trabajo dentro de nuestras fronteras y también combatir contra bandas internacionales, tal y como se ha dado en la frontera con Paraguay”.

La agencia antidrogas estadounidense, según Nina, no tenía intenciones de avanzar en este escenario de interdicción porque en el país del norte existen ciudades donde el consumo de la marihuana no es restringido. Además, según la autoridad policial, como no hay el riesgo de la exportación a otros países, y menos a Estados Unidos, entonces la DEA se olvidó de este frente de batalla.

Por lo pronto, el consumo y la demanda van de la mano en el mercado nacional. En el caso de la marihuana, según explica el director del Celin, Franklin Alcaraz del Castillo, se mantiene porque es una droga barata que se produce en el país, está de moda y además es de fácil acceso para los consumidores. “¿Pero por qué la gente consume esta droga? Pues porque es la droga de más fácil disponibilidad”.

Alcaraz dice que los líos y la desintegración familiar son dos de las razones para que las drogas tengan el terreno abonado para seguir creciendo. Mientras el problema del consumo está en las urbes, en el campo avanza una erradicación lenta. La guerra contra la marihuana empieza a quitarse el camuflaje y de a poco se aprecian los sembradíos que se extienden en busca de conquistar otros territorios.

El coba de “María”

En el hampa, a la marihuana se la conoce como “María”, “Hierba”, “Satiba”, “Pasto”, “Cannabis”, “Fasso”, “Grass”, “Motta”, “Porro”, entre otros apelativos. Un sobre de diez bolivianos se llama “Diego”, en relación con el jugador argentino de apellido Maradona. El paquete de 20 bolivianos se denomina “Ventón”, “Tevez” o “Brete”. La marihuana de 50 bolivianos se llama “Cuarto pedazo”, “Media ganga” o “Media gamba”. La de 100 bolivianos es denominada “Gamba”, según el estudio del Centro Latinoamericano de Investigación Científica (Celin). El “Pedazo” es equivalente a 150 o 200 bolivianos, dependiendo de la calidad. Aquella que tiene bastante pepa se denomina “pepuda” y es de menor calidad. La marihuana que es puro “cogotillo”, es decir sin hojas, es la más preciada.

Las incautaciones de la FELCN en 2009, en cifras

Operativos en total hasta el 1 de diciembre de 2009 10.676

Droga secuestrada (en kilos) Total

Pasta base de cocaína 20.633.39

Clorhidrato de cocaína 4.738.18

Marihuana 1.937.357.14

Total droga secuestrada 1.962.7758.91

Secuestro de marihuana (kilogramos) por años

1998 1999 2000 2001 2002 2003

320.151 2.160.389 3.744.861 7.054.536 8.753.957 8.509.865

2004 2005 2006 2007 2008 2009

28.199.697 34.557.447 125.356.152 423.777.302 1.112.588,127 1.937.357,34