El día en que hicieron justicia a «Doña Juana»

La heroína de la independencia de Bolivia pasó los últimos días de su vida en una habitación maltrecha, durmiendo sobre un pellejo de oveja.

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Por Coco Cuba

Sucre, BOLIVIA, ABI.- La heroína de la emancipación sudamericana el siglo XIX, la boliviana Juana Azurduy de Padilla (1780-1867) fue restaurada el viernes en el sitial de privilegio que la historia, justa, finalmente, le reservó, al conjuro de la cantautora argentina Mercedes Sosa que volvió de la tumba para recordarla como "amazona de la libertad" y de la mano de la presidenta Cristina Fernández, que llegó a Sucre, cuna de esa bizarra mujer muerta en la indigencia pese liberar Bolivia, cuya historia la mandó al ostracismo, para hacerle justicia.

    La presidenta de Argentina elevó a "Doña Juana" al grado de generala del Ejército de su país, durante un emotivo acto en la histórica Casa de la Libertad, en la ciudad de Sucre (sudeste), capital de Bolivia.

    Ante los despojos mortales de la heroína boliviana y en medio de una atmósfera cargada de misticismo, Fernández entregó un sable, símbolo de empoderamiento de las armas argentinas, a su colega boliviano Evo Morales que representó a Juana Azurduy.

    Muerta como vive en la memoria de los sudamericanos, Juana  Azurduy, a quien el Estado boliviano recién reconoció en 1920, volvió omnipresente por medio de sus cenizas, a las que Fernández reverenció contrita.

    "Como Presidente de los argentinos, permítanme también, como mujer y como militante política de toda la vida, es un gran honor estar hoy aquí, ante ella, ante sus restos (mortales), para imponerle y entregarle a usted, presidente compañero Morales del Estado Plurinacional de Bolivia, la espada de generala del Ejército argentino que se lo entrego con mucho honor y gloria para ella y para nuestros pueblos pero, por sobre todo, para una historia que siempre nos han escamoteado, que siempre han querido escondernos", dijo la mandataria argentina en medio de salvas de aplausos de los miembros de la Asamblea Plurinacional de Bolivia que sesionó extraordinariamente aquí.

    La ceremonia alcanzó su techo emotivo más alto el momento en que, mientras Fernández cantaba elegías a "Doña Juana", la voz rediviva de la "Negra Sosa", fallecida en octubre último, reivindicaba, por altavoces y sin prejuicio de tiempo, la obra suprema de la heroína boliviana.

    "Juana Azurduy flor del Alto Perú, no hay otro capitán más valiente que tú

¡Oigo tu voz más allá de Jujuy, y tu galope audaz, Doña Juana Azurduy! El español, no pasara, con mujeres tendrá que pelear" se escuchó como telón de fondo.

   Nudo en las gargantas.

    Producto de la potencia literaria de los discursos, pletóricos y cargados de emotividad en cascada, pareció configurarse una reunión de personajes insignes, inmarcesibles en la historia de la emancipación sudamericana.

    A la invocación de Fernández, concurrieron, en espíritu, la ex presidenta justicialista Eva Perón y además, de Sosa, las Madres de Plaza de Mayo que opusieron tenaz resistencia a la dictadura militar argentina de los años ’70; el protomártir indígena peruano Gabriel Condorcanqui, Tupac Amaru, y el político argentino, prócer de la emancipación americana, Manuel Belgrano.

    Fernández confesó que conoció a Juana Azurduy de Padilla por medio del arte de Mercedes Sosa.

    "Mi querida amiga Mercedes, que con esa pasión mestiza también del norte argentino cantaba con sentimiento y con amor a Juana Azurduy (..) En la historia verdadera y que popularizada en mi país por una gran artista que ya no está entre nosotros y que hubiera tenido que haber vivido este día de gloria y me hubiera acompañado aquí, seguramente, Mercedes Sosa cantaba a la Juana Azurduy", relievó.

    La estampa de la boliviana ascendida en forma póstuma al grado de generala del Ejército argentino pasó a formar parte de la histórica galería de retratos en la Casa Rosada, sede del gobierno en Buenos Aires.

    "Y así, entre mujeres insignes argentinas, artistas populares, escritoras, nuestra mujer del Bicentenario, Eva Perón, junto a la Madres de Plaza de Mayo, también está el retrato de ella, la Juana, con su uniforme y su espada cruzada sobre su pecho", proclamó la mandataria argentina.

    Se trata de un exclusivo club de la historia, de "viejas junto a modernas heroínas", apuntó.

    Juana Azurduy nació el 12 de julio de 1780, en el cantón de Toroca, en las cercanías de Chuquisaca.

    En tiempos del Virreynato del Alto Perú, junto a su esposo, Manuel Ascensio Padilla, Juana Azurduy se unió a las tropas contra los realistas españoles enviadas a Chuquisaca desde Buenos Aires, bajo el mando de Antonio González Balcarce, y combatió en el frente, incluso embarazada.

    En 1813 el matrimonio se puso a las órdenes de Manuel Belgrano, nuevo jefe del Ejército del Norte enviado desde Buenos Aires, que fue quien le regaló su sable.

    Azurduy perdió cinco de sus seis hijos en las guerras por la independencia.

    Antes de morir, vivió un tiempo en Salta. En 1825 el mariscal Antonio José de Sucre fue nombrado presidente vitalicio. Éste le otorgó a Juana una pensión, que le fue quitada en 1857 bajo el gobierno del dictador José María Linares.

    La gesta de la bizarra mujer arrancó en forma en 1816, corridos 7 de los 16 años que duró la guerra emancipadora, cuando una fracción del Ejército de España detuvo a Manuel Asencio Padilla, su esposo y padre de sus 5 vástagos, y lo mandó a ejecutar sin siquiera juicio sumario.

    Le cortaron la cabeza y mandaron a exhibirla, en una brutal pedagogía para quien quiera zambullirse en aprestos insurreccionales.

   Desde entonces, Azurduy se puso al hombro la responsabilidad de llevar a buen puerto la guerra hasta que, otros, vestidos de frac e inspirados en las doctrinas de la Ilustración francesa, formados en la academia Carolingea, tomaron la posta en los últimos milímetros y coronaron la gesta el 6 de agosto de 1825, cuando se fundó Bolivia.

    Elevada al rango de Coronela por el libertador de Bolivia, el venezolano Simón Bolívar, Azurduy reunió a miles de indios que le plantaron cara, con escasos pertrechos, al poderoso ejército real de España.

   En pago a sus servicios a Bolivia las autoridades de la república embrionaria le dieron un cargo de portera de una escuela en Sucre.

   La heroína de la independencia de Bolivia pasó los últimos días de su vida en una habitación maltrecha, durmiendo sobre un pellejo de oveja.

    Azurduy pasó al ostracismo y se fue a morir en compañía de la infaltable soledad y de un pariente suyo, "el muchacho Sandi", el que la amortajó y pidió una colecta para mandar a sepultar el cuerpo desbaratado por la ingratitud.

    Azurduy murió el 25 de mayo de 1867, pobre y vieja.

    El chico Sandi pudo reunir un peso fuerte de entonces, monto con que consiguió que el cura eche unas abluciones y rezara una (no dos), una oración".

   Ese 25 de mayo de 1867,  en Sucre, 60 años antes que la historia boliviana le devolviera algo de la gloria que la envolvió en las guerras independentistas del decimonónico, los herederos de su gesta que gobernaban Bolivia, negaron apoyo para enterrarla, porque no tenían tiempo sino para celebrar el día de la patria.

    Los restos de la heroína escondida fueron enterrados en una fosa común, de donde se exhumaron cerca de un siglo después para ser trasladados a un mausoleo en Sucre.

     De la otra vida, acudieron a un encuentro sutil e intangible de Perón y Sosa; Condorcanqui y Belgrano y, en cuerpo, Fernández, Evo Morales y Alvaro García Linera que le rindieron justo homenaje en la Casa de la Libertad de Bolivia.