Entre paréntesis….Cayetano Llobet T.
Disfruto especialmente mi incredulidad en la encuestas, por lo que me ahorro suposiciones, cálculos previos y muchas discusiones. Me dedico a esperar los resultados y, a partir de ellos, formular algunas preguntas, porque no es el día electoral el que más me preocupa: es el día siguiente.
Porque es el lunes, mañana, el primer día de mucho tiempo sin elecciones en el horizonte, sin referendos, sin consultas. Es el comienzo del tiempo en que el gobierno puede darse el lujo de dejar de calcular. Tiempo jodido, porque es el que los nuevos poderosos han estado esperando impacientemente. Y los mensajes no son muy alentadores si se comienza por el anuncio de que se dictarán arraigos preventivos -figura colosalmente novedosa destinada a evitar que fuguen los que ni siquiera han sido procesados-, avisos de anotación de bienes, promulgación de “leyes guillotina” (contribución relevante de García Linera a la doctrina jurídica), disfrute presidencial al informar que asumirá personalmente la tarea de la persecución y castigo, momento de comenzar la tarea del ajuste de cuentas, porque llegó la hora de “sentarles la mano” (esta vez corresponde a Evo el aporte a la filosofía del derecho).
Este lunes… Lo de antes es anécdota. Todo lo anterior es parte del show que termina el domingo. Con sus chistes, sus agresiones, la guerra que algunos llaman “sucia” para evitar hablar de toneladas de caca. Con sus metidas de pata: la del fiscal Peralta es una joya y, que yo recuerde, la primera vez que se obtiene del MAS y de sus dirigentes una adhesión inequívoca y unánime al Cardenal Terrazas, tanto más espectacular cuanto cargada de hipócrita oportunismo.
Tengo razones para pensar que la votación de hoy no va a cambiar el esquema básico de poder que tiene el país y que es la consecuencia de hechos y procesos que no se van a alterar en una elección. No descarto, desde luego, la posibilidad de algún susto gubernamental y alguno que se puede convertir en gran disgusto. Lo que, sin ninguna duda, no será un motivo de reflexión autocrítica, sino una razón más para aumentar la rabia del lunes.
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El escenario político no deja de ser algo que, en otras circunstancias, ya hubiera sido considerado una aberración por cualquier mirada democrática. Una Presidencia todopoderosa sin nadie, absolutamente nadie, que tenga la posibilidad o el atrevimiento de contradecir o de criticar. Una Asamblea Legislativa conducida con técnica rudimentariamente pastoril e instancia de mero trámite formal para hacer creer que se discuten las leyes propuestas. Un Ministerio Público en concurso para saber qué fiscal hace más méritos delante del Ejecutivo -aunque lleguen a la exageración perjudicial, ¡pregúntele a Peralta!-, una Corte Suprema y un Tribunal Constitucional cuyos miembros son designados personalmente y sin ninguna instancia que objete, reclame o discuta, por el propio Presidente. Ese esquema de poder aberrante, arbitrario, antijurídico, intimidatorio en sus normas y en su práctica, basado en la subjetividad y conveniencia de acuerdo a los criterios de amigo o de enemigo, no va a cambiar con una elección. Y lo que es peor: el país ya ha comenzado a admitirlo como normal y parte integrante de su cotidianidad. Ni qué decir de los otros países que miran, algunos ya sin asombro -“estos bolivianos siempre han sido así”- y otros hasta con complacencia y servicios de alcahuetería como Lula y los Kirchner.
El domingo, votación y misa. La cosa es el lunes…