De infarto

image Con el sorprendente ascenso de Mockus el país está ante una de las campañas más emocionantes de la historia. Cómo piensa reaccionar Santos.

Elecciones 2010 Colombia. Fuente: semana.com

Los colombianos estaban preparados para una campaña electoral lánguida y predecible en 2010. Hace apenas dos meses, antes del fallo de la Corte Constitucional que impidió el referendo reeleccionista, el panorama se reducía a la convicción colectiva de que si Uribe era candidato volvería a barrer en primera vuelta -como lo hizo en 2002 y en 2006-. O que, en caso contrario, la competencia se reduciría a determinar quién era el más idóneo sucesor del actual Presidente. En plata blanca, esto último significaba encontrar al aspirante más comprometido con la seguridad democrática, que parecía ser el único tema importante para definir el nombre del próximo Presidente.



Pero no fue así. Un mes antes de la primera vuelta el escenario cambió completamente y en las próximas semanas se llevará a cabo una de las campañas más inesperadas, emocionantes y creativas de la historia de Colombia.

En solo unas semanas, el proceso electoral colombiano despertó el interés de la mayoría de los medios del mundo -esta semana hubo un artículo en un periódico lituano y otros en The Economist, The Guardian y varios más en Estados Unidos-, y en el país se desató una explosión nunca antes vista de debates entre los candidatos, encuestas de opinión y manifestaciones de los ciudadanos comunes y corrientes. La campaña es el tema de conversación en todas partes: en los hogares, los salones de clase, las salas de juntas, los restaurantes, etcétera. Las páginas de Internet de los medios que cubren el tema político están disparadas y las encuestas indican que el porcentaje de personas que quiere participar en la elección supera el 70 por ciento, algo increíble en un país abstencionista. Más llamativo aún es el indicio de que el sarampión político salpicó a los jóvenes, que siempre han estado asociados con la apatía y el escepticismo frente a lo público.

Todas las evidencias indican que la llamada ola verde liderada por Antanas Mockus se ha extendido por las regiones, que la candidata conservadora Noemí Sanín se desplomó y que Juan Manuel Santos de la U mantiene su fuerza política pero está estancado. Todo el mundo hace pronósticos pero nadie sabe qué va a pasar. En fin, el fervor electoral tiene al país totalmente politizado.

Aunque el proceso ha sido similar a una montaña rusa y algunos candidatos han subido para luego caer -Sergio Fajardo, primero, y Noemí Sanín, después- parecería que ya están definidos los terrenos en los cuales se librará el final de infarto de la ya histórica campaña electoral de 2010. Lo primero es que es casi seguro que habrá segunda vuelta. La idea de que Santos ganaría de un envión -que no era descabellada hace un mes- ya casi nadie la defiende. Y la posibilidad de que Mockus llegue a la Presidencia en primera vuelta, tampoco parece probable a pesar de su vertiginoso ascenso. De una parte, porque a pesar de todo la campaña de Santos ha demostrado tener un piso grande del cual no ha bajado. Y de otra, porque las candidaturas pequeñas, sumadas, se llevan más de un 20 por ciento que hace que para uno de los dos punteros, desde el punto de vista aritmético, llegar al 50 por ciento y evitar la segunda solo sería factible al sacarle al segundo cerca de 25 puntos, lo cual parece imposible.

En segundo lugar, ya es prácticamente un hecho que no habrá modificaciones en el tarjetón y que las seis candidaturas principales -Mockus, de los verdes; Santos, de la U; Noemí Sanín, del Partido Conservador; Rafael Pardo, del liberalismo; Gustavo Petro, del Polo, y Germán Vargas, de Cambio Radical- irán hasta el final. Los rumores y movimientos de varios meses sobre posibles alianzas electorales dirigidas a evitar una segunda vuelta no llegaron a nada y todos irán hasta el 30 de mayo.

Las coaliciones habrían sido más factibles en el panorama que existía en el imaginario colectivo antes de la explosión de la ola verde. Una polarización entre Santos y Noemí Sanín, por ejemplo, habría facilitado que los candidatos coleros se sumaran a uno de los dos líderes. Con Mockus arriba, sin embargo, esa posibilidad no existe porque los ex alcaldes verdes -además de Mockus, Sergio Fajardo, Enrique Peñalosa y Luis Eduardo Garzón- no están dispuestos a recibir adhesiones de políticos. Por otra parte, las encuestas demuestran que los candidatos presidenciales que van perdiendo no tienen un control homogéneo sobre sus electores: las preferencias de los seguidores de Sanín, Pardo, Petro y Vargas Lleras se distribuyen, en términos generales, por igual entre Santos y Mockus.

El escenario es de infarto. Tantas subidas y bajadas en poco tiempo obligan a concluir que nada está escrito y que en un mes todo puede pasar. Lo que hagan los candidatos, o lo que dejen de hacer, puede resultar definitivo. A la vez, el panorama inesperado obliga a todos a replantear estrategias y a asimilar realidades políticas que no estaban en los cálculos de nadie.

En el caso de Juan Manuel Santos, la victoria fácil a la que llegaría cabalgando sobre los lomos de la continuidad uribista y de la seguridad democrática dejó de ser una hipótesis suficiente. Noemí Sanín ya no puede pensar que la campaña de 2010 es una reedición de la de 1998, en la que ella era la novedad, ni la de 2002, en la que el electorado solo estaba interesado en la mano dura contra las Farc. Rafael Pardo ya debe haber entendido que el liberalismo es una fuerza significativa, pero que sus bases no son fieles a la ‘L’ en el momento de votar. Gustavo Petro hizo todo lo posible por moverse al centro -hasta el punto de poner en peligro la unidad del Polo-, se ha lucido en los debates y foros pero su pasado guerrillero pende sobre su aspiración como una espada de Damocles. Germán Vargas se jugó por la tercería entre dos fuerzas como Santos y Noemí, pero quedó eclipsado por la irrupción de los verdes.

La actual elección, contrario a lo que muchos piensan, no es sobre la seguridad democrática. Las encuestas demuestran que las preocupaciones de la gente tienen que ver más con su situación económica personal. Al fin y al cabo, 2009 fue uno de los años de más bajo crecimiento en décadas, lo cual ha producido la tasa de desempleo más alta del continente. El discurso contra las Farc está trillado porque se gastó, porque ningún candidato lo cuestiona y porque los éxitos del gobierno tienen acorralada a la guerrilla en lo militar y en lo político. Eso ya nadie lo discute.

La Gran Encuesta de Ipsos-Napoleón Franco demuestra también que la elección no es un plebiscito en torno a Álvaro Uribe, ni que los ciudadanos están alineados entre uribistas y antiuribistas. El porcentaje de los votantes que simplemente optarían por un continuador de Uribe ha caído. En cambio, el auge de los verdes demuestra que la serie de escándalos que han afectado al gobierno en los últimos años -chuzadas del DAS, falsos positivos, yidispolítica, Agro Ingreso Seguro- han generado un anhelo de cambio en las costumbres políticas. La feria de adhesiones, voltearepismo y clientelismo de las recientes elecciones de Congreso, su nula renovación y el despelote en los escrutinios, incrementaron la sed por un viraje en las formas de hacer política.

Los movimientos de Santos

Juan Manuel Santos recibió del presidente Uribe las credenciales de fiel soldado de la seguridad democrática y la maquinaria de la U, pero no heredó el teflón que ha protegido su imagen favorable. En el nuevo escenario, Santos tiene el perfil de estadista, conoce los temas y tiene la experiencia, pero el exceso de maquinaria política lo perjudica entre los votantes de opinión y los jóvenes, y les abre espacios a los emotivos seguidores de la ola verde.

La campaña de Santos nunca imaginó el surgimiento de Mockus pero de ahí a decir que está en crisis hay mucho trecho. Su intención de voto se mantiene alrededor del 30 por ciento y en la mayoría de la encuestas se encuentra en empate técnico con Mockus. El problema son las tendencias: Mockus va en ascenso y Santos está estancado. Y ahí es donde la estrategia de campaña desempeña un papel esencial en la contienda.

La estrategia del ex ministro hasta ahora ha sido cabalgar sobre los éxitos de Uribe y erigirse como su heredero, exaltar todos sus pergaminos en sus distintos ministerios y mostrarse como el más capaz y más acompañado. Este último punto, que pretendía mostrarle al país que todos los políticos estaban con él, es hoy su gran talón de Aquiles. En el campo político, el candidato de la U tiene a su favor la mezcla de maquinaria y voto de opinión que, al menos hasta ahora, ha probado ser la forma más eficiente para construir mayorías electorales en Colombia. Cuenta con la U, fuerza política a la que en la segunda vuelta se le podrían sumar adhesiones del liberalismo, el conservatismo y Cambio Radical. Y tiene el apoyo de opinión de los votantes que quieren una alternativa confiable y conocida, garantía de continuidad con la agenda uribista, y que consideran que elegir a Mockus es dar un salto al vacío.

Es claro que ante la nueva fotografía política Santos empezó a modificar su estrategia. Los cambios radicales de imagen y de discurso en una campaña son contraproducentes así los ajustes se hagan sin que se note, pero sería un error cruzarse de brazos ante el ascenso de los verdes.

El principal dilema de esa campaña es qué hacer frente a Mockus. En la campaña saben que no lo pueden atacar porque las agresiones contra alguien que está creciendo y tiene buena imagen se pueden devolver en contra y convertirse en un mensaje perdedor y antipático. Al mismo tiempo, consideran que no pueden dejar que los verdes sigan creciendo sin que nadie muestre sus debilidades: las excentricidades de Mockus molestan en algunos sectores y otros señalan que tiene vacíos en el discurso y que le falta experiencia en el gobierno nacional.

Hasta el momento la mayoría de reacciones de la U ha sido una combinación de respeto y declaraciones amables hacia la ola verde, pero también de aprovechar ‘papayazos’ como el que dio el ex alcalde cuando dijo que extraditaría a Uribe si es solicitado por la justicia de Ecuador. Una afirmación equivocada, tanto por razones políticas como legales, que obligó a Mockus a reconocer su error y rectificar. Santos tomó el resbalón como un caballo de batalla en el debate de El Tiempo, el lunes, y lo siguió martillando en los programas radiales de la mañana.

Pero algo va de aprovechar un papayazo a dar un paso más y aceptar fórmulas de ataque: la publicidad negativa. En Colombia, a diferencia de otros países, esta práctica solo ha funcionado en pocas excepciones, como la cuña televisada de Andrés Pastrana contra Horacio Serpa en 1998, en la que el rostro de este último se transformaba en el de Ernesto Samper, pero se ha devuelto como un bumerán en célebres casos como el del programa de televisión de Álvaro Gómez contra Virgilio Barco una semana antes de las elecciones de 1986.

Santos tendría la posibilidad de capitalizar la bajada de los pantalones, el matrimonio en un elefante o el disfraz de superhéroe, pero eso podría ser contraproducente. Primero, porque esos episodios ya fueron digeridos por el electorado y segundo, porque Mockus representa la renovación y en ese contexto la propaganda negra puede terminar siendo propaganda blanca.

A pesar de que desde la cúpula de la campaña de Santos se dio la orden expresa de no hacer ataques a otros candidatos, hasta ahora un grupo de sus alfiles -Armando Benedetti, Juan Carlos Echeverry, Jairo Clopatofsky- han salido al ataque de algunas de las actitudes y propuestas de Mockus. Columnistas de la derecha uribista como Fernando Londoño, Ernesto Yamhure y Plinio Apuleyo Mendoza también han expresado su preocupación por la desconfianza que les generan los heterodoxos y elevados conceptos mockusianos para lidiar con las Farc, el narcotráfico y las bandas criminales. Es claro que lo que más le conviene a Santos son los debates en televisión cara a cara frente a Mockus en temas concretos. Por la experiencia y su ventaja en los asuntos de Estado, y porque Mockus demostró que puede patinar.

Algunos miembros de la campaña santista empezaron a propagar la idea de que Mockus puede ser un buen Presidente, pero en 2014, después de que Santos haya terminado la tarea contra la guerrilla y la prioridad del país no sea la seguridad sino el manejo del posconflicto. Mejor dicho, Santos para acabar el conflicto y Mockus para el posconflicto.

En materia publicitaria, la campaña de la U no ha considerado un giro, pero sí se han puesto en marcha algunas estrategias para contrarrestar la ola verde. Entre ellas, introducir con mayor intensidad el color naranja y lanzar en Internet su propia ‘ola’ de ese color. Según Pablo Jacobsen, uno de los coordinadores de la estrategia electrónica de Santos, en los próximos días se hará más intensa la actividad en las redes sociales: "En este último mes, la presencia de Juan Manuel en Internet será muy fuerte", dice.

Frente al tema de los medios de comunicación, la situación es más delicada. Si bien la mayoría de los columnistas del país ha mostrado claras simpatías por Mockus, lo que no esperaba la campaña de Santos es tener problemas con los periodistas rasos (de radio, televisión y prensa) que son cruciales en los cubrimientos de sus actos políticos y declaraciones públicas. En este frente los reporteros se quejan del hermetismo de la campaña y de las exigencias para atenderlos: para una entrevista con el candidato se requieren trámites y formularios más propios de una entidad oficial que de un candidato que necesita una mejor llegada, con sus ideas y mensajes, a las audiencias.

El gran timonazo para las semanas que faltan será en este frente.

¿Ola de larga duración?

La campaña de los verdes también necesita un ajuste a las nuevas realidades. El adagio según el cual lo que va bien no se debe cambiar no necesariamente se aplica para la estrategia verde. De una parte, porque una cosa es crecer muy rápido y otra, distinta, mantenerse arriba. Por otro lado, la candidatura de Mockus ha sido impulsada por los electores jóvenes que tradicionalmente no votan. ¿Cómo asegurar que lo hagan ahora en una magnitud suficiente para derrotar a las maquinarias regionales de los grandes partidos? ¿Realmente serán los ‘primivotantes’ la fórmula triunfal? ¿Cómo reaccionar frente a los cuestionamientos y ataques que previsiblemente vendrán de las otras campañas?

Los errores de Antanas Mockus en algunas entrevistas han dejado en claro que la ola verde tiene falencias en el campo programático. Además de una mejor preparación para los debates, la campaña planea una serie de cuñas para mostrar programas de gobierno contra las Farc y con temas puntuales como salud y calidad de vida, que van más allá de la educación porque esta es una bandera que ya está asociada con Mockus y con Fajardo. Así mismo, buscará captar más votantes entre los abstencionistas, un sector importante del potencial electoral que ha sido poco explorado por las campañas tradicionales. Una carta que el ex alcalde de Bogotá tiene para jugar es anunciar el nombramiento de un gabinete de lujo con el calificado equipo que lo acompaña.

Pero no habrá un giro en el concepto de ‘campaña ciudadana’. Los verdes insisten en que no recibirán adhesiones políticas, y mientras el candidato se concentrará en visitas a ciudades intermedias en las zonas en las que está débil, Enrique Peñalosa y Luis Eduardo Garzón harán otras giras para hacer presencia en otras regiones. "La unión hace la fuerza" seguirá siendo el lema principal. Hasta el momento, los mensajes publicitarios no han estado centralizados, ni impuestos, por la campaña: hay más de 500 afiches diseñados y 80 versiones de camisetas aportadas por la gente. Además existe un grupo de creativos, donde hay publicistas como Carlos Duque, en el que se recogen los principales aportes.

La gran pregunta es hasta dónde se puede confiar en nuevos medios como Internet y las redes sociales. Según conocedores del tema, como Alberto Pardo, especialista en marketing electrónico, y Camilo Granada, experto en comunicaciones estratégicas, la incidencia de Internet depende mucho de la capacidad del candidato de adaptar su imagen al lenguaje electrónico. "En este campo Mockus logró convertirse en celebridad y las celebridades son las más exitosas en las redes. Esto no lo han podido hacer en las otras campañas, que simplemente se limitan a ‘colgar’ hechos en Internet y no promueven la participación de la gente", dice Pardo. Y es que el potencial en la red es muy significativo. Tan solo Facebook tiene en Colombia 8.914.000 usuarios activos, de los cuales 7.055.000 son mayores de 18 años, 51 por ciento mujeres, 49 por ciento hombres.

En una campaña tan competida e inédita son muchas las variables que pueden saltar. Es una de esas ocasiones en las que los resultados no están predeterminados por el entorno estructural ni por las fuerzas partidistas. La campaña de 2010, y en particular la recta final que falta, será una batalla de estrategas, y como están las cosas, es poco probable que Santos y Mockus puedan delegar esa función vital.

Los candidatos, en esta ocasión, son sus propios estrategas.