La golpista cocaína

Evo, como dirigente cocalero y Presidente de Bolivia, tiene limitaciones a la hora de atacar al narcotráfico y comete errores fatales.

image Narcotráfico. Uno de los policías detenidos vinculados al clan Rosales (foto El Deber)

Los carteles de la droga están presentes en Bolivia y lo hacen de la peor forma, con toda su secuela de violencia, corrupción y muerte. Los hechos sucedidos en San Ramón, en el departamento de Santa Cruz, es un claro ejemplo de esta situación. Hasta hace unos meses leíamos o veíamos informaciones acerca de sangrientos “ajustes de cuentas”, entre bandas de narcotraficantes como algo que no podía ni debía llegar al país.



Hoy resulta que nos encontramos en la antesala de confrontar una escalada de violencia que podría desestabilizar al propio gobierno y restarle credibilidad en el ámbito internacional. Los sicarios ya no son truculentos personajes que actuaban en tierras lejanas, en la frontera mexicano-estadounidense o en lo más recóndito de la selva colombiana. Ya se están moviendo en el territorio nacional y varios de ellos están ligados con miembros de la Policía boliviana y dirigentes cocaleros amparados en su poder dentro el partido de gobierno.

La matanza de 6 narcos bolivianos y extranjeros y el secuestro de un capo del clan Rosales ocurridos en San Ramón son una severa advertencia, un aviso de lo que puede suceder si es que el gobierno no adopta medidas inmediatas y acomete en serio (no solo en discursos para exportación) la  lucha contra el narcotráfico.

Los carteles de narcotraficantes se asientan allá donde encuentran un terreno propicio y eso está ocurriendo en Bolivia. Basta con echar un vistazo a la prensa para percatarse que estas bandas han incrementado su actividad en los últimos 4 años. De forma cotidiana se descubren modernas fábricas y laboratorios de droga, se detienen a narcos colombianos, peruanos, brasileños,además de nacionales y es un hecho que también los sanguinarios carteles mexicanos ya tienen «representantes» en Bolivia.

Las incautaciones de cocaína aumentan no solo por el esfuerzo solitario de la FELCN sino porque ha crecido su producción y los cultivos de la materia prima, hoja de coca, se extienden casi por todo el territorio nacional.

Por otro lado los narcos colombianos han empezado a producir precursores en Bolivia (químicos utilizados en la elaboración de droga), un fenómeno ausente hasta ahora en el país.

Los daños al país por la capacidad del narcotráfico de generar violencia y corrupción ya comienza a verse; los enfrentamientos entre bandas rivales resultan inevitables y lo peor es que no se limitan a ellas sino que de manera inevitable llegan a afectar a toda la población.

Con frecuencia estas bandas cuentan con la protección de varios miembros o ex miembros de la Policía, como se advierte con el caso del Clan Rosales y varios otros, y no es un dato menor. Muestra que la Policía es muy vulnerable ante la arremetida de las ingentes cantidades de recursos con que cuenta el narcotráfico y en la coyuntura boliviana se suman otros factores de orden político y económico ligado a los sindicatos cocaleros que hoy representan la base dura del actual gobierno.

Evo, como máximo dirigente cocalero y Presidente de Bolivia, confronta serias contradicciones y limitaciones a la hora de atacar en todas sus aristas al narcotráfico y esto le ha llevado a cometer fatales errores como el echar a la DEA dejando virtualmente sin «inteligencia», recursos y apoyo internacional a la FELCN, solo por su inquina política con el «imperio».

También por razones políticas ha permitido que las hectáreas de coca aumenten en forma alarmante en el país y él sabe que el llamado control social cocalero es puro cuento y sabe que sus compañeros cultivadores tienen como principal mercado de la hoja «sagrada» a las fábricas de droga.

El presidente Evo Morales puede hacer toda la campaña internacional que quiera para la defensa y la protección de la madre tierra, pero también debe probar a la comunidad mundial y sobre todo a los bolivianos que esta dispuesto a combatir al narcotráfico, principal depredador de la naturaleza, en toda la cadena: cultivadores de coca, precursores, lavadores de dinero y los narcos, asi se llamen Rosales, Araujo o hermanitas Terán.