“Bolivia subió ostensiblemente la importación de alimentos”

La importación del grano de maíz para un país con grandes extensiones de tierra para el cultivo debe llamar la atención. Medida delata un grave problema.

image Gary Rodríguez, gerente general del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE).

La Prensa



Producción: El Gobierno aprobó un decreto para importar maíz amarillo, básico para alimentar a pollos y cerdos. El Gerente General del IBCE advierte que esta medida coyuntural delata un grave problema.

El miércoles reciente, el Gobierno autorizó la importación de maíz crudo amarillo, sin aranceles impositivos, con el objetivo de apoyar a los avicultores que han expresado su temor de que la falta del grano básico provoque un alza en el precio de las carnes de pollo y de cerdo.

Tras un gabinete ministerial, dirigido por el presidente Evo Morales, la ministra Nemecia Achacollo explicó que el decreto que autoriza la importación estará vigente hasta el 3 de septiembre.

Ahora, la importación del grano de maíz para un país con grandes extensiones de tierra para el cultivo de granos debe llamar la atención y, sobre este tema, La Prensa ha solicitado la opinión de Gary Rodríguez, gerente general del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE). He aquí las respuestas:

—¿Usted cree que es positiva la decisión gubernamental de importación de maíz?

—Decía el sabio Salomón que lo mejor de cualquier negocio no era cómo éste empezaba, sino cómo iba a terminar. Igual que un matrimonio, que a veces comienza con un sabor dulce, puede acabar con un sabor amargo. En economía y en el campo de la producción, cometer errores puede ser muy grave.

A corto plazo, la importación de maíz desde países que compiten fuertemente con la oferta boliviana probablemente podrá tener el resultado esperado, esto es contar con abastecimiento suficiente, que incluso podría ser subvencionado para cumplir el objetivo de que no suba el precio del pollo, porque el maíz es insumo básico para la alimentación de las aves.

Esta práctica también la hicieron los llamados “gobiernos neoliberales”, porque tenían en poco al productor agrícola boliviano y sólo querían que no haya inflación. Si aquellos gobernantes hubieran incentivado al sector productivo con buenos caminos, acceso adecuado al crédito e incentivos para la mejora tecnológica, con toda seguridad hoy día Bolivia sería una potencia. Pero ello no ocurrió y ahora la historia se repite.

Las acciones en el campo económico siguen siendo mediáticas, por lo que el remedio de corto plazo puede ser peor que la enfermedad más adelante (y eso se está viendo ya), porque las señales que se están mandando son muy desestimulantes para el productor agrícola.

—¿Cuáles son los factores que han provocado esta determinación?

—La subida del precio del maíz, atribuible a una demanda superior a la oferta, siendo que ésta fue impactada negativamente hacia su caída por dos razones: primero, porque se redujo casi a la mitad como consecuencia del cambio en las reglas de juego hace un par de años (como la fijación de precios o prohibición de exportaciones), lo que hizo que los agricultores migraran hacia otros cultivos; y segundo, la menor oferta por el clima.

—¿La capacidad de producción boliviana no abastece la demanda del grano para la alimentación de pollos?

—Cochabamba en su momento fue considerada “el granero de Bolivia”, sin embargo hoy no es ni la sombra de lo que fue en el pasado. Esto aconteció como consecuencia de la Reforma Agraria mal llevada en la década de 1950. De igual manera, Santa Cruz podría convertirse en el “granero de Sudamérica”, produciendo maíz y otros granos para alimentación humana y animal, de forma superabundante a las necesidades del país como lo venía haciendo ya, pero, cuando las reglas de juego no son claras, la racionalidad económica orientará los esfuerzos productivos hacia otras actividades.

No hay que olvidar que el maíz es un cultivo de rotación para la soya, como para la caña. Es decir que si no hay estímulos suficientes para su siembra, y persisten las medidas que afectan negativamente al cultivo, esta triste historia se repetirá.

—¿En las actuales circunstancias es posible identificar que se repita esta situación o con otros productos?

—Ya ha ocurrido con el arroz. En su momento se liberalizó la importación de arroz y se ocasionó una sobreoferta en el mercado interno con producto importado legalmente, pero también por contrabando, lo que causó graves problemas económicos a los productores. Otro tanto ha venido ocurriendo con los llamados “gobiernos neoliberales” que, dando todas las facilidades para la importación de trigo y harina de trigo, no lograron sino convertir a Bolivia con esta práctica en un país fuertemente dependiente del abastecimiento externo. Siempre existirá el peligro de que lo mismo ocurra con otros productos que actualmente están prohibidos de exportarse (la carne de bovinos) o que están sujetos a la “administración de comercio” (aceites, azúcar, y otros).

—¿Cuál es el impacto de la política gubernamental para impulsar la producción boliviana y lograr la anunciada soberanía alimentaria?

—Se oye mucho de soberanía alimentaria como un buen deseo, pero se actúa poco y no siempre en el sentido correcto de lo que debería ser una política pública acertada. Lo objetivo y constatable es que en los últimos años Bolivia ha incrementado ostensiblemente la importación de alimentos extranjeros, cuando bien podía producirlos por sí misma.

El contrasentido de la historia republicana fue que la lógica de los servidores públicos de los llamados “gobiernos neoliberales” siempre fue que estaban dispuestos a subsidiar a los productos extranjeros —importándolos caros y vendiéndolos baratos en el mercado interno, a fin de que no suba el precio del pan, del pollo, etc.— pero estos mismos funcionarios ¡ni siquiera querían que se les mencionara la posibilidad de que incentive (no que subsidien) al productor agrícola boliviano para que éste produzca mucho más de lo que el mercado interno necesitaba! Una política pública inteligente sería hacer un gran acuerdo productivo, con el que los servidores públicos atiendan las necesidades de los productores nacionales, dicten las mejores medidas y den garantías de mercado interno y externo, sin discriminación a todos (grandes, medianos y pequeños productores), con el objetivo común de forjar una Bolivia productiva, competitiva y exportadora, que apunte no sólo a la seguridad, sino a la estabilidad y la soberanía alimentaria en el país, pero que también dé de comer a un mundo que cada vez tiene más hambre. Si no se hace esto, más temprano que tarde nos habremos convertido en un país dependiente del abastecimiento externo, y los dólares que gastemos en importar alimentos irán a financiar empleos y a engrosar bolsillos en otros países, y nosotros seguiremos siendo vulnerables, dependientes y pobres.

“Una política pública inteligente sería hacer un gran acuerdo productivo”.