El desafío: reconducir el cambio

Daniel A. Pasquier Rivero

PASQUIER La República de Bolivia ha sido “suplantada” por el Estado Plurinacional (EP). Porque de eso se trata. Funcionarios elegidos mediante procedimientos democráticos, cercanos a estándares aceptados internacionalmente, se transforman, una vez en el poder, en sus liquidadores. Una tras otra las normas, las leyes, fueron atropelladas hasta, finalmente, poner al desnudo en una nueva CPE el verdadero proyecto cuya verdadera intención había sido arrasar con toda la anterior estructura jurídica construida durante dos siglos, y que recogía los principales elementos que hicieron posible la convivencia de los pueblos constitutivos de la Audiencia de Charcas, a grosso modo, al menos durante tres siglos.

Ahora existe pluralidad de naciones, con derechos a la “libre determinación” “al autogobierno” “a la consolidación de sus entidades territoriales” (CPE Art. 2). Definido así, queda muy poco espacio para realizarlo “en el marco de la unidad del Estado” si, precisamente, se parte del reconocimiento a priori de que no hay Estado, está en construcción, y éste no es otro que el Socialismo Comunitario, “un horizonte, un porvenir, un tipo de sociedad que hay que construir en el tiempo, contrario a la barbarie, la pobreza, la miseria y la destrucción que genera el capitalismo”. Es un proyecto sostenido en la falacia de que todos los males presentes en la sociedad, a escala mundial, son consecuencias de la aplicación del modelo capitalista, desconociendo que el exponencial crecimiento de la poblacional mundial se debe fundamentalmente a la mejor calidad de vida de los pueblos en su conjunto, porque aún teniendo menos hijos por pareja todos tienen más chances de sobrevivir a las enfermedades de la infancia y a aspirar la mayoría a alcanzar 60 a 80 años de vida. Nunca antes, salvo en el Paraíso, la humanidad vivió en mejores condiciones que las actuales, gracias al fantástico desarrollo impulsado en gran parte por la vigencia del capitalismo.



El país real se impone al país virtual, teorético, al de las utopías. Por eso se exigen mejoras en infraestructuras sencillas, desde un puente de pocos metros para facilitar el tránsito de personas y mercaderías entre pequeñas comunidades, como de una red de carreteras para el intercambio mayor de bienes producidos por el comercio y la naciente industria nacional. ¿Acaso hay justificativo para sumar muertos por la disputa de un poco de agua, de una planta económica procesadora de cítricos, por defender unos pesos generados por el contrabando de garrafas de gas, de unos litros de diesel, aunque estos sean negocios ilegales? No se puede justificar el azotar, torturar, mutilar, linchar perros, y mucho menos es concebible que esto se ejecute contra seres humanos. ¿Qué es esto, delincuencia, espíritu de sobrevivencia, la defensa de culturas y prácticas ancestrales? Lo que está claro es que todos estos fenómenos sociales demuestran la ausencia de Estado. No hay reconocimiento a una normativa superior a la tribu, al ayllu.

Es que el suplantador EP no da respuestas a la gente de carne y hueso. Está bien para la discusión académica pero no sirve para gobernar, para procurar el progreso material, la justicia y la paz social. ¿Cuántos cientos de millones se han gastado solamente en la difusión doctrinal del EP? Una actividad incesante que genera expectativa, que ocupa a los medios de comunicación internacionales, pero sin mayor relevancia, pues no deja de ser para el mundo “un experimento exótico en un país tan pequeño” (M. Varnoux). En medio de la pobreza está la paradoja de comprar aviones de lujo para que el “divino” presidente siga viajando, para dar un abrazo a otro de la misma fraternidad, patee un balón de fútbol en Sudáfrica o, quizás, se inicie en el ritmo del Wara wara.

Mientras tanto, a los sectores sociales del país real se les ofrece un aumento de 40 Bs/mes cuando sólo invirtiendo lo del Evo-avión en salarios para los maestros se podrían alcanzar los 3.000 Bs/año. Tampoco haría falta prestar dinero, de los cochinos capitalistas, para pagar el Bono Juana Azurduy. La austeridad de veras empezaría por reducir el gasto público en propaganda, nada de prebendas, y si no cero, en fin, un poco menos de corrupción, sería suficiente para iniciar de una buena vez “algún” proyecto de industrialización del hierro, del litio o, alcanzaría para indemnizar y pagar los trámites de saneamiento de las tierras para dejar sin pretextos a la empresa Jindal Steel Co., adjudicataria de la explotación del 50% del Mutún. ¿O es que la intención final es comprar y repartir millones de larga vistas para que los bolivianos podamos ver de cerca cómo Argentina inicia la explotación de su litio, Brasil industrializa nuestro gas y Venezuela vende GNL financiando a nuestros principales clientes? ¿Soñar, o mentir, con los mercados norteamericanos y europeos, cuando EEUU se ha convertido en la mayor reserva de gas del mundo gracias a las nuevas tecnologías para extraer “gas shales”? No se puede seguir ocultando a la población empobrecida que las adjudicaciones de la principal empresa estatal, YPFB, se hacen con el 200-300% de sobreprecio (Programa Sin Letra Chica, 8/6/2010)

Se ha iniciado el ajuste de cuentas. Se le pide al gobierno y sobre todo al presidente, gobernar. Las necesidades de la población son reales, y no todos los beneficios pueden ser intangibles, ni quedar reducidos al “Viva la coca, mueran los gringos” La razón es la que se rebela y no obedece a la ilusión. Al borde del precipicio, es tiempo de exigir el respeto a los Derechos Humanos. El mismo gobierno ha reconocido en Ginebra durante el 14º Período de Sesiones de la ONU sobre DDHH las violaciones y el incumplimiento de varias observaciones ya realizadas por la comunidad internacional (R. Antelo, Comité Suizo para los Derechos del Hombre). Es el momento de afinar los mecanismos de control del poder, son cruciales, y la propuesta de “reconducir el proceso autonómico”, para una autonomía efectiva, no puede ser más oportuna (JC Urenda). Se trata de rescatar la República de Bolivia del proyecto usurpador del Estado Plurinacional.

El Día