Los libros no muerden

Carlos Mira

Carlos%20Mira La presidente Cristina Fernández volvió a demostrar no solo su escaso conocimiento económico, sino también su casi nula ilustración sobre la forma de gobierno de los Estados Unidos, sus tradiciones y la manera en que funcionan sus instituciones. También, indirectamente, reveló que ella cree que en el mundo de la civilización jurídica las cosas se manejan a rebenque, igual que en la Argentina, un país sin Derecho.

La señora de Kirchner preguntó “¿Ustedes creen que el presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos va a hacer lo que él quiere en contra de los intereses del gobierno?”. El mero planteo de la pregunta en esos términos denota que la presidente desconoce la diferencia entre “gobierno”, “Estado”, “país” y “administradores”. También revela que no sabe quién es el verdadero control del presidente de la Reserva y, de paso, confirma que ella cree que el gobierno de un país está compuesto por una estructura vertical, casi militar, en donde las ordenes del mandamás deben ser obedecidas sin más, porque son las órdenes de la Patria.



Todo ese conjunto de convicciones está mal. No hay aquí una cuestión subjetiva de que “a mi me parece que es así…”. No, no, no… En este tema no hay opiniones, hay hechos.

En primer lugar, en un país organizado como Estado de Derecho, entendido éste como una estructura jurídica tendiente al mismo tiempo a limitar al gobierno, a ampliar el radio de acción del individuo y a garantizar la supremacía de los derechos individuales, la independencia de la autoridad monetaria no es un capricho sino un elemento más del conjunto de garantías que el Derecho ofrece para evitar que el poder del Poder avasalle al individuo. Una autoridad monetaria independiente al custodiar la capacidad de compra de la moneda en que el individuo cobra sus ingresos le permite a éste conservar mayores espacios de libertad que en un lugar en donde su capacidad adquisitiva decrece porque los billetes se envilecen y las personas quedan cada vez más atrapadas de la dádiva estatal, en lugar de depender de su trabajo.

En segundo lugar, particularmente en EEUU, las fases “gobierno”, “Estado”, “país” y “administradores” está bien diferenciada. A nadie se le ocurriría insinuar que los temporales ocupantes del poder constituyen un sinónimo automático de la Patria. Nadie confunde al país con el gobierno, ni al presidente con el pueblo.

El presidente de la Reserva es confirmado por el Senado y es éste su patrón. El Chairman de la Federal Reserve da cuentas al Senado, no al presidente. La Reserva tiene una Junta de Gobernadores que son los que monitorean los aspectos monetarios y financieros del sistema económico y en base a esas circunstancias toman decisiones que el Chairman ejecuta, con independencia de los criterios del Poder Ejecutivo, lo crea o no Cristina Fernández. El presidente de los Estados Unidos no puede amagar siquiera tocar al Chairman cuyo periodo de gobierno está “intercalado” con el de los presidentes para que eventualmente un jefe del Ejecutivo se deba “aguantar” a un Chairman puesto por otro presidente.

Resulta lógico que para alguien que tiene la concepción del poder que tienen los Kirchner, en este caso, Cristina, todos estos mecanismos de compensación y balance le resulten esquizofrénicos, no los puedan entender y hasta los nieguen. Pero de allí a pretender engañar a todo el mundo haciéndole creer que en los demás países las cosas también se manejan como aquí, a golpes de fusta, hay todo un trecho.

Si la Presidente está realmente interesada en saber cómo se maneja el Derecho en el mundo, le vendrían bien algunas lecturas básicas que la ayudarían a reducir su exposición al ridículo. No son muchas y tampoco son escabrosas o aburridas. Estoy seguro que descubriría todo un mundo nuevo: funcionamientos que ni sospecha, mecanismos que ignora, controles que detesta, razones que nunca imaginó necesarias.

Si esa profundización la hace con literatura que le explique cómo funciona el gobierno de los Estados Unidos, de paso le hará un enorme favor al país porque la Argentina se ha mostrado como una profunda ignorante de toda esa especialidad y ese hecho ha colaborado como nada para tener las lecturas tan equivocadas que ha tenido de acontecimientos mundiales cuya repercusión interpretó casi siempre al revés, con el resultado conocido.

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