El linchamiento no es justicia comunitaria


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Índice de los Editoriales de Periódicos

  1. El Día: La lección de Chile

  2. Bajo el Penoco, El Día: En las nubes

  3. Los Tiempos: LOS INCENDIOS Y LA PRÉDICA AMBIENTALISTA

  4. El Deber: Inversiones petroleras

  5. La Razón: Bicentenarios 2010

  6. Cambio: Paz para Colombia

  7. La Prensa: El linchamiento no es justicia comunitaria

  8. El Diario: ¡Bolivia arde!

  9. El Mundo:

  10. Opinión: Algo se tiene que hacer para evitar los incendios

  11. Clarín, Argentina: Las jubilaciones y la fragilidad de las cuentas públicas


El Día: La lección de Chile

La tragedia ha golpeado nuevamente a Chile y los chilenos han vuelto a darle a la humanidad una asombrosa lección sobre la capacidad de supervivencia de un pueblo valiente, patriota y trabajador. El 27 de febrero, el país transandino fue azotado por el peor terremoto de su historia y en menos de seis meses, la economía chilena ha dado muestras de recuperación, retomando los niveles de crecimiento anteriores a la tragedia que golpeó a sus principales centros urbanos, que destruyó complejos industriales e hirió letalmente su infraestructura.



Esta vez ha sido el accidente ocurrido en una mina ubicada en el desierto de Atacama, donde 33 trabajadores se encuentran atrapados desde hace 20 días, el que ha unido a la nación bajo una sola plegaria y el que ha movilizado todo el potencial institucional del Estado y el sector privado hacia el objetivo de sacar con vida a esos hombres, prácticamente sepultados a 700 metros de la superficie.

El presidente chileno, Sebastián Piñera, ha sido el puntal del operativo de búsqueda de los mineros, después de que la empresa propietaria de la mina había pretendía dar por muertos a los obreros, entre los que se encuentran un boliviano y un joven de sólo 19 años. El mandatario se arremangó la camisa y se trasladó hasta el lugar del derrumbe, donde fue rodeado de cientos de personas, que bandera en mano le daban aliento para que no se abandone la búsqueda. Al cabo de 17 días, fue el jefe de Estado el que recibió en sus manos el mensaje de los mineros a través de una sonda mediante el cual confirmaban que aún estaban con vida. El grito de “Viven” volvió a escucharse en Chile, donde hace 38 años se dio uno de los testimonios de supervivencia más significativos de la historia, con la odisea de 16 jóvenes deportistas uruguayos, cuyo avión se estrelló en la Cordillera de los Andes y que fueron rescatados tras 42 días de calvario en medio de la nieve.

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Lo primero que hicieron los trabajadores atrapados en la mina, una vez pudieron mantener un contacto estable con la superficie, fue cantar el himno nacional de Chile, mientras todo el país permanecía embanderado con la única enseña patria que representa a un país extenso y diverso. Inmediatamente después, el Gobierno, que ha puesto a disposición todos los recursos públicos para este fin, movilizó gran cantidad de maquinaria para iniciar los trabajos de rescate que podrían demandar varios meses. Grandes potencias mundiales como Estados Unidos y Rusia, donde se han dado tragedias “inmanejables” en años recientes, podrían aprender de Chile y obviamente,  en países como Bolivia, los gobernantes deberían tener presente cómo el compromiso, la tenacidad y la capacidad de trabajo de los líderes son vitales en momentos tan duros para la población. Lo que ha hecho Piñera en estos días ahorra palabras, promesas, viajes y leyes en pos de la unidad de la población. Es el mejor testimonio sobre la función que debe cumplir un gobernante, apegado a la gente, envuelto en los problemas y buscando soluciones. Pese a que hay una empresa que enfrenta responsabilidades por este accidente, Piñera se abocó primero a lo urgente y jamás levantó las manos diciendo que él no es el culpable por lo sucedido. Paralelamente, ha dicho que la lección ha sido aprendida y que todo el esfuerzo republicano será orientado a mejorar las leyes laborales y garantizar condiciones dignas de trabajo en el territorio. Eso es gobernar.

 

Toda una nación se ha unido en torno a una plegaria por la vida de 33 mineros y detrás de un líder que ha mostrado cómo se gobierna.

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Bajo el Penoco, El Día: En las nubes

“Proteste y Evo le dará su propio aeropuerto”. Esa parece ser la consigna de este Gobierno, al que le está agradando vivir en las nubes. Hace unos días les prometió a los orureños una terminal aérea del nivel de Viru Viru o del Jorge Wilstermann de Cochabamba, a lo que el ministro de Obras Públicas, Wálter Delgadillo ha sumado la promesa de invertir este año más de cien millones de dólares en la construcción de aeropuertos, entre internacionales y terminales turísticas. Se anuncian pistas en Uyuni, San Ignacio, Copacabana, Rurrenabaque, Mapiri, Puerto Rico, Monteagudo, Sur Cinti y otras zonas. Y pensar que en este momento, casi el 80 por ciento de los aeropuertos del país están cerrados por la humareda de los incendios forestales. Obviamente, el presidente Morales no tiene la culpa del fuego, pero al menos el Gobierno podría hacer algo y no esperar a que la lluvia termine con las llamas. Las autoridades, que no hacen más que amenazar y buscar excusas, dicen que hace falta aviones hidrantes para combatir los incendios. El Ministro de la Presidencia debe pasarles el dato de cómo hace para comprar un avión en tiempo récord.

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Los Tiempos: LOS INCENDIOS Y LA PRÉDICA AMBIENTALISTA

No es coherente que mientras hacia afuera se enarbola la causa ecologista, en lo interno se actúe con tanto desdén ante tantas calamidades ecológicas

Si hubiera que identificar un hecho que con una sola imagen o con breves palabras dé cuenta de los extremos absurdos a los que puede llegar la falta de correspondencia entre la prédica gubernamental y su práctica plasmada en la gestión cotidiana de los asuntos de interés colectivo, difícil sería hallar uno más ilustrativo que la ola de incendios que está asolando nuestro país.

Es que mientras por un lado se pretende proyectar al mundo la imagen de un país que, inspirado en la "Pachamama", se pone a la vanguardia de la humanidad para defender la salud del medio ambiente, por otro se actúa con sorprendente negligencia ante una de las más grandes calamidades ecológicas, cuyos funestas consecuencias afectan, y afectarán por mucho tiempo, no sólo a nuestro país sino a todo el continente americano.

Son muy reveladoras en ese sentido, por decir lo menos, las pocas y escuetas palabras que el Presidente Evo Morales se ha dignado dedicar a tan gravísimo asunto. Ha dicho por fin, poco antes de emprender un nuevo periplo, esta vez a Corea del Sur, después de varias semanas durante las que soslayó el tema con un silencio de por sí elocuente, que los incendios son "fenómenos naturales", ocasionados por "factores climáticos", que "no es la primera vez que ocurren".

Más elocuentes aún fueron las soluciones que propuso el Presidente y las razones que expuso para hacer algo al respecto. "De donde sea, hay que sacar plata para comprar helicópteros y equipos para poder apagar los incendios", sostuvo con el tono mesiánico que tiende a dar a las instrucciones que imparte. Y para que quede clara la importancia que le asigna al tema, dijo que es necesario actuar de ese modo "para que no estén protestando ni la oposición ni algunos comentaristas".

Como es fácil deducir de tales declaraciones, los incendios forestales que ya han puesto en estado de alerta a los gobiernos de todos los países vecinos no figuran entre las principales preocupaciones presidenciales. Ni tampoco de la de sus asesores, pues como se puede colegir de la ligereza con que se refieren al problema, a sus causas, a sus consecuencias, y los medios para encararlo, no fueron objeto ni de un somero intercambio de ideas.

Sorprenden estas declaraciones aún más si el Presidente de l Estado y su equipo comunicacional intentan convencernos de que Bolivia y sus autoridades se han convertido en adalides de la defensa del planeta al punto que en más de una oportunidad el Vicepresidente García Linera ha sostenido que Morales ya no es sólo líder de Bolivia sino de la humanidad entera.

Sin embargo, dentro del país, las políticas en defensa del medioambiente no pasan de la letra de la Constitución y algunas normas. En la dura realidad hay un desconocimiento permanente de ellas y una muestra palpable de esta situación es la indiferencia que las autoridades están mostrando frente a los incendios.

De cualquier modo, ya que no por lo mucho que nuestro país está contribuyendo a la destrucción de la amazonia, aunque sólo sea "para que no estén protestando ni la oposición ni algunos comentaristas", es de esperar que el gobierno del MAS asuma la cuota de responsabilidad que le corresponde.

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El Deber: Inversiones petroleras

El III Congreso Bolivia Gas & Energía, auspiciado por la Cámara Boliviana de Hidrocarburos (CBH), confirmó que el Gobierno nacional está empeñado en atraer inversiones para el sector petrolero, para lo que tiene que cambiar algunas leyes, pero sobre todo actitudes.

El ministro de Hidrocarburos, Luis Fernando Vincenti, dijo en la ocasión que el Gobierno nacional prepara una nueva ley para el sector, que comprenderá todos los cambios que el Ejecutivo ha decidido introducir en esta materia pensando en la necesidad de garantizar que la renta petrolera siga siendo un sostén seguro para el Tesoro General de la Nación.

Y el presidente Evo Morales fue el encargado de dar a las empresas petroleras la certeza de que podrán gozar de las suficientes seguridades jurídicas para operar en el país y encontrar nuevos yacimientos. Acerca de ello, el presidente a.i. de YPFB, Carlos Villegas, dijo que todas las áreas susceptibles de contener hidrocarburos serán licitadas para que las empresas puedan iniciar la tarea de exploración.

Se trata de un cambio positivo en la actitud del Gobierno nacional ante un sector económico tan importante, que había sufrido los embates de la nacionalización de 2006 y de políticas desalentadoras de las inversiones.

Ahora que se han tomado las decisiones políticas sobre el cambio de actitud para la industria petrolera, será preciso que el Gobierno nacional apruebe los instrumentos legales necesarios, pero sobre todo que ayude a crear el clima de confianza que hace falta.

El presidente Morales dijo, precisamente, que ahora su gobierno está empeñado en crear un clima de confianza con los empresarios, a fin de que trabajen en beneficio del país, siempre recuperando sus utilidades.

Además de cumplir con esas tareas complementarias, el Gobierno deberá ayudar a encontrar nuevos mercados para el gas natural, tanto fuera del país como dentro de las fronteras.

Las posibilidades de exportar a Argentina mayores volúmenes de gas han mejorado en el curso de este año. Hay que agradecer, a este respecto, el hecho de que el gobierno argentino ha tenido una política que desalentó la producción y ha generado un déficit en la oferta de gas. El país con mayor tasa de consumo de gas domiciliario en América Latina está con graves dificultades para atender su demanda, que sigue creciendo.

Las exportaciones a Brasil dependerán de cuánto crezca la producción interna en ese país, convertido en una potencia petrolera.

Pero el mercado interno boliviano se perfila como un gran consumidor de gas natural, sobre todo si avanzan los proyectos de industrialización. Destrabar el proyecto del Mutún, bloqueado por una desesperante demostración de ineptitud burocrática del gobierno, también hará que crezca la demanda interna. Lo mismo ocurrirá cuando los ofrecimientos de ampliar la red domiciliaria pasen de las palabras a los hechos.

Por lo tanto, habrá que completar las reformas de las leyes y de la Constitución, habrá que crear el clima de confianza y esperar que las inversiones devuelvan al país la condición de potencia energética de la región, condición que perdió debido a la inestabilidad y a los errores del Gobierno central.

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La Razón: Bicentenarios 2010

La memoria de las gestas de 1810 invitan a reflexionar sobre el valor excelso de la libertad

El esplendor conseguido en las celebraciones del bicentenario de los gritos libertarios de Sucre, primero, y La Paz, después, como puntas de lanza de una serie de hechos históricos que sirvieron para concretar la emancipación del yugo español, se proyecta hacia otros departamentos cuyos habitantes tienen este 2010 la oportunidad de ser parte de la fiesta mayor de la libertad.

Doscientos años se dicen fácilmente. En todo este tiempo, se ha sucedido un sinnúmero de acontecimientos tan importantes que fueron capaces de ir moldeando distintas formas de país, en lo político, en lo económico y en lo social. Un tiempo largo en el que los hilos gruesos de la política estuvieron manejados por bolivianos, más allá de que en ciertas etapas se haya desplegado lo peor del autoritarismo y, en otras, la intromisión extranjera haya provocado dependencias indignantes que, solapadamente, terminaron afectando a la soberanía nacional.

Con toda esa historia a cuestas, Tarija acaba de recordar los 200 años del cabildo democrático que apoyó el primer grito autonómico de esa región; y, anteriormente, la primera respuesta a favor de la Revolución de Mayo que se había gestado en Buenos Aires. Los chapacos, con la alegría que les caracteriza, han sabido traducir en celebración el simbolismo de ambas fechas, 18 de agosto y 25 de  junio, respectivamente.

De aquí hasta fin de año quedan cuatro conmemoraciones bicentenarias. La primera será la de Cochabamba, el 14 de septiembre, para volver a pensar en el rol unificador del “granero” del país, así como en la bandera tricolor que miles de cochalas enarbolan con orgullo en el mundo.

Párrafo aparte para la pujante Santa Cruz —fuera de la eterna consideración acerca de la paternidad compartida de esa virtud ya que, como se sabe, el desarrollo de aquel departamento no es logro exclusivo del camba sino producto de un trabajo mancomunado entre los allí nacidos y los migrantes de todo el país, e inclusive del exterior. El 24 de septiembre le tocará celebrar a este pueblo de espíritu emprendedor, lo mismo que el 6 de octubre a Oruro y el 10 de noviembre a Potosí, dos regiones con una larga lista de necesidades que nunca fueron satisfechas por las autoridades de turno.

Estos grandes motivos invitan a reflexionar sobre el valor excelso de la libertad y de recuperar la memoria para levantar la cabeza y construir un futuro mejor para todos.

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Cambio: Paz para Colombia

La canciller colombiana María Angela Holguín rechazó ayer por "inadmisible" un pedido de las rebeldes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia  (FARC), de exponer ante una asamblea de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) su visión sobre la guerra interna que desde hace 46 años desangra a esa tierra, que hasta hoy cobró miles de muertos, heridos y desaparecidos, y expresa "su voluntad" de buscar una salida negociada al conflicto armado, porque "la paz de Colombia es la paz del continente".

"Es completamente inadmisible esa solicitud y no creemos, ni siquiera, que la Unión de Naciones Suramericanas vaya a hacer un llamado a preguntarnos si está bien o no", aseguró ayer Holguín y selló una de las posiciones del gobierno del presidente Juan Manuel Santos, quien asumió el pasado 7 de agosto en reemplazo de Álvaro Uribe.

Porque el vicepresidente Angelino Garzón matizó que si el grupo guerrillero quiere hablar de paz es necesario que "abandone el secuestro y el terrorismo" como condición previa para poder conversar, exigió que "sea capaz de decirle al pueblo colombiano que la violencia no tiene sentido" y agregó que sólo así "tendrían toda la voluntad y toda la generosidad del señor Presidente para construir caminos de paz y para avanzar en Colombia en procesos de perdón y reconciliación".

Sin embargo, el ministro colombiano de Defensa, Rodrigo Rivera, también rechazó la propuesta de los rebeldes a la Unasur e indicó que "con los terroristas no se dialoga". El funcionario se preguntó qué podría suceder si en algún escenario internacional se le abrieran las puertas a Osama Bin Laden "para hablar de lo que él plantea frente a Estados Unidos".

Es decir, la propuesta de una salida negociada al conflicto interno colombiano que hicieran las FARC no encontró una posición unánime por parte de las autoridades colombianas, porque mientras algunas rechazaron la iniciativa, otras la condicionaron a que los rebeldes depongan las armas y abandonen los secuestros como forma de lucha para lograr la llibertad de sus camaradas detenidos.

¿Pero, qué plantea la carta abierta firmada por el Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC en la que solicita la mediación de Unasur para resolver la guerra interna colombiana? Esa misiva señala: "Señores presidentes, cuando lo estimen oportuno estamos dispuestos a exponer en una asamblea de Unasur nuestra visión sobre el conflicto colombiano", e insiste en su voluntad de buscar una salida política al conflicto, "aunque el Gobierno de Colombia mantiene cerrada la puerta del diálogo con la insurgencia acicateado por el espejismo de una victoria militar y la injerencia de Washington".

Los rebeldes también critican las acciones militares que emprende Estados Unidos en suelo colombiano por un "interés geoestratégico de predominio continental y no en razón de una guerra local contrainsurgente", y agregan que "algunos aluden frecuentemente a la obsolescencia de la lucha armada revolucionaria, pero nada dicen de las condiciones y garantías para la lucha política en Colombia".

El grupo rebelde —a quien Colombia, Estados Unidos y varios países europeros consideran terrorista— expresa que muchos ubican la amenaza a la paz regional en la insurgencia y no en la estrategia "neocolonial del gobierno de los Estados Unidos, pareciendo ignorar que con guerrilla o sin ella el imperio dará curso a su agenda de predominio". Además, las FARC aseguran que el conflicto interno colombiano "desbordó desde hace años el marco de las fronteras patrias como consecuencia de las estrategias preventivas impuestas a Bogotá por Estados Unidos". Colombia arrastra un conflicto armado interno en el que intervienen paramilitares de ultraderecha, rebeldes y agentes del Estado, el cual dejó cientos de miles de muertos y desplazados.

Sin embargo, los obstáculos para que Colombia asuma un verdadero proceso de pacificación son tantos como su prolongada guerra interna y, en este marco, alcanzar una solución negociada no será fácil porque está interferida por el Plan Colombia, ideologías, asesinatos masivos durante la guerra, oportunismos políticos, pasiones arraigadas, vínculos con el narcotráfico e intereses ajenos a los colombianos, como los de Estados Unidos.

La realidad que vive hoy Colombia señala que las FARC están muy lejos de alcanzar el poder mediante la lucha armada que iniciaran en 1964 y porque pese a sus contundentes victorias de los últimos años, el Estado colombiano también está lejos de derrotarla militarmente. Es decir, el gobierno del presidente Santos sabe que por el camino de la solución militar tendrá FARC para rato y que todavía correrá demasiada sangre en su suelo. Y uno de los mayores dramas humanos del conflicto son al menos 3,5 millones de desplazados; no sólo por el accionar de las FARC sino fundamentalmente por los grupos de paramilitares que asesinaron a miles de campesinos en alianza con algunos sectores del Ejército. Esas bandas de criminales pactaron con el gobierno del ex presidente Álvaro Uribe su desmovilización, y entre 2003 y 2006 negociaron la cuasi impunidad de una Ley de Justicia y Paz.

En este contexto, que la guerrilla más antigua de América Latina haya expresado a Unasur su voluntad de una salida negociada al conflicto armado es un paso esencial para comenzar la pacificación de Colombia y lo que corresponde es que el gobierno del presidente Santos asuma su responsabilidad histórica para devolver a su pueblo la paz que le fuera arrebatada desde hace 46 años.

Que las FARC hayan expresado a Unasur su voluntad de una salida negociada al conflicto armado es un paso esencial para comenzar la pacificación de Colombia; lo que corresponde es que el presidente Santos asuma su responsabilidad histórica para devolver a su pueblo la paz que le fuera arrebatada.

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La Prensa: El linchamiento no es justicia comunitaria

El linchamiento es un delito, un crimen bárbaro que debe ser sancionado y, de ninguna manera, deberá confundirse con justicia comunitaria.

El linchamiento, como instrumento de castigo por comunidades campesinas para quienes roban, matan o delinquen de otras formas, de hecho está siendo condenado con las máximas penas que impone la justicia: 30 años de cárcel. Eso sucedió recientemente con ocho comunarios de Ayo Ayo, que no sólo torturaron, sino que quemaron y colgaron en una plaza al alcalde de esa población altiplánica, Benjamín Altamirano, acusado de incurrir en actos de corrupción.

Por sus características, ese asesinato cometido en 2004 fue uno de los más abominables de nuestra historia reciente, comparado sólo con el linchamiento, en mayo último, a cuatro policías, perpetrado por ayllus de la región de Uncía, y con el que sufrieron tres policías en la localidad de Epizana, en el Chapare cochabambino, en febrero de 2008.

También en el caso de los tres policías muertos a golpes por una turba de sanguinarios campesinos del Chapare cochabambino se aplicó la máxima pena de 30 años de cárcel, sin derecho a indulto, a ocho personas. Éste fue el primer fallo contundente que se conoce sobre casos de muerte por linchamientos, que en nuestro país son numerosos y muchas veces confundidos con la denominada justicia comunitaria.

El caso de Epizana no ha terminado con la drástica pena, sino que debe seguir siendo investigado porque familiares de algunos de los linchados se mostraron disconformes y sostuvieron que se está amparando a algunos de los culpables. Es papel de la justicia eliminar todas las dudas que puedan existir en torno a este brutal asesinato, como son todos los casos de linchamiento.

Otro caso que necesariamente debe ser aclarado, y los autores deben ir a la cárcel, es el registrado el 17 de noviembre de 2008 en la localidad paceña de Achacachi, donde a 11 personas, acusadas de robar disfraces de un minibús, se les prendió fuego después de haberlas rociado con gasolina. Nueve de ellas salvaron milagrosamente la vida, pero dos murieron quemadas. Fue en este salvaje episodio que las autoridades lugareñas intervinieron para impedir las investigaciones y de esa manera proteger a los autores de este hecho criminal.

El linchamiento es un delito, un crimen bárbaro y cruel, inhumano y salvaje, que debe ser sancionado con las penas que se están dando a los autores y, de ninguna manera, deberá confundírselo con justicia comunitaria.

Por eso, la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos hace bien en difundir un mensaje radial en sentido de que el linchamiento no es justicia comunitaria. La población rural, especialmente de los sectores más alejados de los centros urbanos, debe tomar conciencia de que no puede hacerse justicia por sus propias manos. Para eso están la justicia tradicional y la comunitaria, reconocida por la Constitución Política del Estado, pero no admite el crimen y el linchamiento.

Para que los linchamientos sean definitivamente desterrados, la Policía Nacional, la justicia y las fiscalías deben cumplir con su deber y no inclinar la balanza en favor de los poderosos o de influyentes personas que quieren torcer la ley.

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El Diario: ¡Bolivia arde!

Por extrañas casualidades del devenir histórico y político, Bolivia enfrenta una preocupante situación en la que de manera simultánea se han conjuncionado problemas físicos de la naturaleza y asuntos sociales y políticos y como dice una sentencia “los males no vienen solos, vienen en legión”, lo cual implica redoblar esfuerzos para salir de la crisis que, de otra forma, podría desembocar en un maremágnum.

El hecho que más hiere la sensibilidad humana es la ola de incendios en las regiones del Oriente, Yungas y los Valles, donde el fuego está devorando alrededor de cien mil kilómetros cuadrados, sin que haya posibilidad de sofocarlo, más aún cuando el Jefe del “Estado Plurinacional” ha confesado que su gobierno carece de toda clase de recursos para apagar la furia de las llamas y que se ve obligado a pedir ayuda de países vecinos y preparar la compra de aviones cisterna que eviten, por lo menos en parte, la propagación de la devoradora fuerza de la naturaleza. De otro lado, la Ministra de Desarrollo Rural ha dicho que la única solución son las lluvias.

La situación general se agrava porque no se producen lluvias y los fuertes vientos avivan la quema de bosques, pastizales y praderas provocando, además, humaredas que han hecho cerrar casi treinta aeropuertos, originando en las poblaciones urbanas diversas enfermedades que afectan pulmones, ojos, sistema respiratorio, etc. ¡Es una verdadera calamidad!

Pero si por un lado la naturaleza ha desatado fuerzas apocalípticas, por otro también el ambiente social empieza a incendiarse y estallan “focos de calor” en varias ciudades, como son los casos de Potosí, Caranavi, Puerto Suárez y otros, que piden soluciones perentorias al Gobierno por medio de bloqueos, marchas, huelgas y amenazas que están derivando en un estado insureccional que, por su parte, el Ejecutivo o no puede resolver o muestra indiferencia ante la anómala situación, dando a conocer carencia de poder de decisión para enfrentar la catástrofe.

En esa forma, el medio social está provocando un incendio peor que el de los bosques, que es el incendio político, hoguera que en vez de apagarse más bien extiende sus llamaradas, amenazando derribar las murallas chinas de la seguridad estatal y todo lo que está por delante. El caso más patético es el referido al opositor movimiento campesino de La Paz, que pide cambio de ministros de Estado y para alcanzar su objetivo ofrece cercar la ciudad de La Paz, dejando a la población sin alimentos y otros, igual a lo ocurrido en Potosí.

Entre esos recientes “incendios” sociales también se cuenta la ola de delincuencia, la corrupción en medios oficiales, la defenestración de autoridades electas por voto popular, la persecución a Gobernadores, el terrorismo, el enorme problema de la coca, cocaína y la drogadicción de la juventud y otros temas candentes que en conjunto forman una quemazón incontenible que, naturalmente, no es producto espontáneo, sino que tiene raíces profundas y ramificadas de viejo origen. Bolivia está, pues, que arde y carece de un sistema de bomberos que paren los fuegos, pero que, ante todo, no tiene autoridades que prevean situaciones de esta naturaleza y que con un poco de imaginación podían ser evitadas.

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El Mundo:

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Opinión: Algo se tiene que hacer para evitar los incendios

Año tras año los incendios forestales, que destruyen enormes extensiones de bosques y vegetación, se han convertido en algo habitual, en una práctica que contradice los enunciados para preservar la tierra y evitar su depredación.

El problema se origina en la acción de campesinos para ampliar las zonas de cultivo en el país y durante la época de ?chaqueo? que no es otra cosa que la quema del bosque por campesinos e indígenas para desbrozar campos y ampliar los espacios de cultivo. Las estadísticas señalan que en el año 2004 se llegaron a registrar unos 50 mil incendios en seis millones de hectáreas, igual al 6% del territorio nacional. Lo peor es que este año los ?chaqueos? se iniciaron más temprano porque generalmente se registran en el mes de septiembre y octubre, lo que podría aumentar el daño en los bosques y el medio ambiente que está cubriendo varias ciudades del país, originando enfermedades respiratorias y otros efectos colaterales como el cierre de una mayoría de aeropuertos en las zonas más afectadas que son Santa Cruz, Beni y el norte de La Paz, planteando serio riesgo a reservas y parques forestales que podrían quedar semidestruidos.

El problema para un país como el nuestro es muy grave y tiene connotaciones extremas porque no existen medios para combatir los enormes focos de fuego, y el mismo Gobierno ha reconocido su impotencia, sosteniendo que lo único que se puede hacer es esperar las lluvias, o sea nada, y dejar que el fuego avance aniquilando bosques, flora y fauna.

La carencia de recursos técnicos y humanos organizados no permiten acciones oportunas y por ello mismo la destrucción de estas áreas tan preciadas para el medio ambiente y en riqueza forestal se destruyen cada año. Ningún Gobierno ha logrado desarrollar políticas para encaminar acciones que puedan evitar el estallido de los incendios y los desastres, y por el contrario, todos, incluyendo el actual, han dejado que el problema se vaya convirtiendo a medida que pasa el tiempo en algo incontrolable. Desgraciadamente en esta gestión que podríamos denominarla de ?chaqueos? el descontrol parece aún mayor porque los incendios se iniciaron antes de la época prevista y sólo en la última semana subieron de 25 mil a más de 34 mil afectando a dos millones de hectáreas y en dos semanas más podrían subir a seis millones con 50 mil focos de calor.

Mucha gente coincidirá con lo dicho por el Gobierno, que al no existir medios, resulta infructuosa cualquier acción humana, sin embargo, lo que cualquier Estado serio tendría que hacer es realizar un estudio de la problemática para definir políticas gubernamentales cuando menos de prevención. En medio del desastre, el Gobierno tiene el deber de pedir ayuda y solidaridad de otros países vecinos porque los incendios afectan enormes áreas de la región, pero además entre las medidas de prevención tiene que controlar los ?cha-queos? indiscriminados, averiguar las causas del inicio temprano de estas actividades y finalmente analizar opciones para que estas prácticas campesinas sean cambiadas, por ejemplo, con la dotación de maquinaria pesada para el desmonte y ampliación de la tierra agrícola e incluso con la intervención de los batallones de militares.

Es decir, que ante el desastre y la destrucción del ecosistema forestal boliviano, nadie puede estar de brazos cruzados y entre otras medidas, el Gobierno, más que en gastos superfluos, tendría que estudiar la compra urgente de aviones hidrantes cuyo costo por unidad no excede del millón de dólares, un monto de inversión de gran beneficio para cuidar la madre tierra tan castigada en estos días de destrucción y fuego.

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Clarín, Argentina: Las jubilaciones y la fragilidad de las cuentas públicas

La aprobación del 82% móvil en la Cámara de Diputados pone en en descubierto, más allá de su oportunidad y viabilidad, la fragilidad presupuestaria.

En lo que constituye una nueva derrota política del oficialismo en el Congreso, la oposición logró la media sanción del proyecto para ajustar las jubilaciones al salario mínimo de los trabajadores en actividad, y reajustar el resto de las escalas.

El proyecto fue duramente resistido por el oficialismo con el argumento de que no es sustentable y que pone en peligro las cuentas públicas. Agregando una nota de dramatismo, la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner sostuvo, incluso, que podría conducir a un default.

La oposición consideró, por el contrario, que el ajuste votado es viable y que puede cubrirse con los recursos que ya tiene la ANSeS y con los que ingresarán en el futuro.

Sin embargo, para cumplir con esta premisa sería necesario, en primer lugar, y en forma inmediata, destinar al pago de jubilaciones recursos que en la actualidad la ANSeS desvía para el pago de programas como la asignación por hijo o las computadoras que se entregan en escuelas. Para el futuro se requeriría una continuidad en el ingreso de aportes, es decir, un crecimiento en el empleo registrado. La posición oficialista en este debate es paradójica porque, al mismo tiempo que diseña un panorama exultante en materia de crecimiento económico, recaudación impositiva y reducción del desempleo, sostiene que un ajuste jubilatorio provocaría un desajuste fiscal de una gravedad que sólo se corresponde con una crisis de proporciones de la economía y de los ingresos públicos.

La reacción oficialista no se debe, sin embargo, a un error de cálculo, sino a que un eventual incremento en los pagos de las jubilaciones obligaría a revisar la política de ingresos y gastos en los prolegómenos de la campaña electoral. Cabe recordar que en los últimos años y, en particular en los últimos meses, el gasto público aumentó a un ritmo acelerado y que en la actualidad se encuentra diez puntos porcentuales por encima del nivel de los noventa, en relación al PBI. El aumento de gasto está destinado a sostener la demanda con fines políticos, y se financió, en parte con la recaudación impositiva -a la cual aportaron las retenciones. que el Gobierno también se resiste a reducir-, y en parte con fondos del Banco Nación y de la ANSeS. En este contexto, si la ANSeS tuviera que aumentar sus pagos a jubilados, el Tesoro ya no contaría con el aporte de fondos previsionales y debería endeudarse a tasas onerosas o reducir sus gastos en tiempo electoral. Otra alternativa sería aumentar los ingresos, pero esto requeriría incrementar la presión impositiva cuando ya alcanza records históricos o asumir el costo político de actualizar las tarifas de los servicios, que han sufrido un creciente rezago en los últimos años. Es decir que, aún descartando los escenarios catastrofistas, la perspectiva de un aumento de las jubilaciones desnuda la precariedad del equilibrio fiscal y la creciente dificultad para mantenerlo.

Por lo que respecta estrictamente al sistema jubilatorio, su mejora requiere un tratamiento basado en criterios técnicos y no en cálculos políticos de momento. Porque , por una parte es indudable que es necesario mejorar las jubilaciones, tanto para mejorar los ingresos del sector pasivo, como para evitar una avalancha de juicios contra el Estado. Pero también es indispensable que los ajustes sean sustentables no solamente en función de los recursos existentes sino de las perspectivas de ingresos futuros.

La aprobación del 82 por ciento móvil en Diputados es una nueva derrota política del oficialismo que, más allá de la oportunidad o viabilidad del proyecto, pone al descubierto la precariedad del equilibrio fiscal y en particular la dependencia de los fondos de la ANSeS. Es necesario mejorar las jubilaciones pero sobre criterios técnicos para garantizar no sólo los pagos actuales sino la sustentabilidad del sistema.

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