El papel de los militares


image Manfredo Kempff

Hemos quedado azorados con la noticia (hemos visto en Tv con nuestros propios ojos) que los militares en el norte de Santa Cruz – concretamente el glorioso regimiento Rangers – está instruyendo a civiles afines al MAS para el uso de armas automáticas. Aguerridas cholas de pollera, cholos con sombrero, disparan a unos blancos que mañana podemos ser nosotros. Pero lo que los militares no se dan cuenta es que pueden ser ellos los primeros en caer bajo el fuego de sus insólitos reclutas.

Esto demuestra, una vez más, que Bolivia va la deriva, con un puñalada por la espalda que le está dando su propio Ejército Nacional. Derrocado Sánchez de Lozada, la milicia se replegó a sus cuarteles y durante los gobiernos de Carlos Mesa y Eduardo Rodríguez Veltzé los militares no actuaron en temas de represión, aunque cuando gobernó Mesa hubo más de un motivo para que el Presidente hubiera dispuesto que los militares salieran en defensa del orden. Carlos Mesa había prometido que no habría ni un solo muerto durante su gobierno. Dijo que antes prefería irse a su casa, y así sucedió en efecto: se fue a su casa.



El apabullante triunfo electoral de Morales el año 2005 y su multitudinaria y aparatosa toma del mando en enero del 2006 debió impresionar mucho en las filas de las FFAA. Tanto que el nuevo presidente lo supo administrar muy bien. En esas condiciones tan favorables, ante jefes desmoralizados y temerosos de ser juzgados, lo primero que hizo S.E. cuando ocupó el Palacio, fue pasar a la reserva activa a las dos promociones a quienes correspondía ascender al Alto Mando y al comando de las principales guarniciones del país. No les tenía confianza. Sin mayores consideraciones de naturaleza jerárquica conformó el nuevo Alto Mando como le pareció mejor y se dedicó a hacer de las FFAA una institución obediente al partido de Gobierno, pero, sobre todo, a él.

Ningún jefe de estado durante toda la última etapa democrática ha tenido mayor peso y ha sido tan respetado y temido como el presidente Morales. S.E. ha llegado al extremo de utilizar cuando ha querido a las FFAA y de hacerlas obedientes a sus propósitos. Que se sepa, ningún alto jefe ha protestado públicamente por las disposiciones de S.E. Todos han callado pese a que obligó a los militares a actuar casi a nivel de milicias del MAS. ¿Por qué esta afirmación? Porque no sólo ha hecho desfilar a los militares junto con los “movimientos sociales” en tumultos populares ofensivos, de chicharrón y chicha, que continúan hoy, sino que los ha hecho actuar en cuestiones netamente políticas cuando ha necesitado.

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

Sucedió en las ocupaciones de empresas nacionalizadas como Petrobras, pero, peor, en la ocupación territorial del país, como si fuera tierra conquistada al enemigo. Así fue en el caso de Pando donde la destitución y prisión injusta e intolerable de su Gobernador, Leopoldo Fernández, que data de dos años sin sentencia alguna, se hizo con el respaldo militar y con la sucesión en el cargo usurpado a través de un Almirante.

El Presidente ha hecho que las FFAA tengan que rendir homenaje a la wiphala (bandera indígena de dudoso origen) y que estén obligados a portarla al lado de la enseña nacional. Y ha impuesto, sin el reclamo de nadie que no sean militares en retiro, que en los propios uniformes de las Fuerzas Armadas incorporen los nuevos símbolos “originarios”. Impuso en las filas militares hasta el arcaico grito de guerra del “Che” Guevara: “¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!”, que ahora se escucha, para vergüenza de los caídos en Ñancaguazú, en los cuarteles y en los grandes actos castrenses.

Esto ha ofendido profundamente a muchos militares dignos sin la menor duda, pero a otros los ha alegrado. El palo y la zanahoria están vigentes en la Institución. Nadie ha podido pasar por alto que en el país S.E. ha beneficiado con cargos consulares y diplomáticos, con situaciones políticas, con empleos importantes en las aduanas, y hasta con acceso a la Asamblea Nacional, a muchos jefes que fueron sus colaboradores incondicionales. Otros militares activos guardan silencio, cumplen y obedecen las órdenes superiores disciplinadamente, aunque protesten en su fuero interno.

Es indudable que doblegar al Ejército Nacional sería muy difícil con sólo amenazar a sus comandantes, extorsionarlos con los ascensos, y recordarles los abusos en las dictaduras. Solo con amenazas, S.E. no hubiera conseguido tanto. Para tener a las Fuerzas Amadas sumisas, ha invertido mucho dinero en infraestructura y anuncia gastos importantes en armamento. Las FFAA requieren de equipamiento y nadie lo duda, pero si la nación atraviesa por momentos de agobio y de pobreza extrema, tal vez los anunciados gastos dispendiosos no deberían hacerse hoy.

Hasta algunos vecinos ya han señalado que Bolivia está en una franca carrera armamentista porque S.E. ha mencionado montos que están en torno a los cien millones de dólares para adquirir armamento. Y más de 300 millones de dólares para poner en órbita un satélite de comunicaciones, que, juiciosamente, parece que no prosperará. ¿Qué anterior jefe de estado ha podido complacer así a los militares? ¿Es racional algo así? ¿No sería suficiente acaso con mejorar la alimentación, el vestuario, las instalaciones sanitarias, y sobre todo la formación y especialización de los soldados.

Nos tememos que armar e instruir en el manejo de armas a los “movimientos sociales” es una trampa. Es crear un Ejército paralelo cuya fortaleza puede ser letal. Esperemos que sea cierto lo que dice el ministro de Defensa, que esto es una diversión para los fines de semana. Que las primeras bajas de esta diversión no vayan a ser los mismos instructores.