Pablo Javier Deheza
Es lamentable la falta de sentido político con el que se está procediendo en la respuesta por parte del gremio periodístico en Santa Cruz frente a la Ley 045/2010 contra el racismo y toda forma de discriminación que lleva adelante el gobierno. El movimiento que se venía generando está siendo perdido.
Para empezar, lejos de plantearse sumar gente al movimiento, el gremio periodístico ha elegido aislar su protesta. En este camino ha hecho a un lado a otros actores de la sociedad civil y también a los actores políticos. No solo que han pesado afanes de protagonismo personales, sino que el gremio en su conjunto asumió el rol de paladín de algo que debió ser desde siempre un movimiento ciudadano. Hubo un afán de figuración colectivo.
Esta protesta no tiene las características propias de un conflicto entre patrones y empleados. Al confrontar con el gobierno y contra una iniciativa política de parte del mismo, se está entrando en un escenario político. Así las cosas, plantearse que este movimiento tiene una virginal concepción sectorial no solo que no tiene sentido sino que es irresponsable. Precisamente por eso es que es un error que hayan hecho a un lado a los actores políticos quienes –si bien no son lo mejor del mundo, son lo que hay- sí le entienden a cómo moverse en esos ámbitos. Además, lejos de generar la impresión de cohesión y fortaleza ante la opinión pública y el gobierno, esto termina invalidando a los aliados políticos naturales del movimiento y desnudándolos en su inutilidad cuando necesitaban contar con ellos.
Los mensajes emitidos distan mucho de ser coherentes entre sí. Las posiciones en contra van desde el rechazo exclusivo a la los artículos 16 y 23 adscribiéndose al espíritu y al resto del contenido de la Ley, hasta el rechazo total a la misma y de paso a toda la gestión del gobierno y a la izquierda latinoamericana. A partir de lo anterior se coligen varias cosas. En primer lugar, que no se tiene clara la figura de qué es lo que se quiere lograr ni en qué terreno se ha de librar la batalla. Si bien al frente está el gobierno, el objetivo del movimiento debió ser desde el vamos ganar los corazones y las mentes de la opinión pública; sobre todo entre las grandes masas ciudadanas –donde también existen varias simpatías por el gobierno y a quienes no les convence para nada una actitud confrontacional en contra del mismo-. El apoyo ciudadano es el verdadero lugar de la batalla y la validación concreta del éxito o el fracaso. Una vez logrado este respaldo, ahí sí se habría podido generar espacios de negociación en mejores condiciones. En segundo lugar, al no hablarse en un mismo lenguaje, se genera la impresión entre la ciudadanía de algo improvisado al que darle apoyo es más un riesgo que un acierto. Difícil así lograr una cohesión masiva capaz de inclinar la balanza.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Si esta era una batalla para ser librada intentando ganar base social, se han dado las señales equivocadas. La más reciente de esas señales ha sido el protagonismo –una vez más ese afán- otorgado a la incorporación de Choco Rivero a la huelga. Aquí cabe un pequeño matiz que hace toda la diferencia del mundo: él no solo es periodista, es dueño de un muy poderoso medio de comunicación. ¿Cómo lee esto la ciudadanía, esa gran masa ciudadana a quién este movimiento debía seducir? ¿Cómo comprende el tamaño de la cobertura otorgada a Choco Rivero que llegó a eclipsar todas las otras participaciones? Pues entiende que se trata de un movimiento orquestado por los dueños de los medios.
Se están recolectando firmas. Hasta donde se sabe, las mismas ya superan las 100.000. ¿Se sabe exactamente y con claridad qué se hará con todo ese apoyo? ¿Se comprende que cada firma es una responsabilidad otorgada por la que tendrán que responder? Si esa cantidad de firmas y las que vendrán no encuentran una correcta canalización –si quedan en nada-, se habrá hecho más mal que bien; una vez más la población habrá sido burlada. Mucha gente entendía que estaba firmando para pedir un referéndum, en otro momento gente del movimiento habló de una iniciativa legislativa ciudadana, hasta donde se sabe los libros son solo para recoger apoyo. ¿Apoyo que ha de significar específicamente qué?
Sin base social -que la Ley 045 sí la tiene-, sin apoyo ciudadano masivo, el movimiento ha de durar poco y terminará desvaneciéndose. ¿Se lo puede salvar todavía? Claro, es posible. Para empezar: dejen de cometer tantos errores juntos, póngase de acuerdo, sumen un lugar de restar y comprendan la magnitud de la tarea que es ponerse frente a un gobierno hábil y políticamente fuerte. ¿Es mucho pedir que obre con mayor sentido político y responsabilidad?