La nueva ley de educación, nominada Avelino Siñani y Elizardo Pérez en honor a los educadores que implementaron el Modelo Escuela Ayllu de Warisata (EAW) entre 1931 y 1940, está lista para ser enviada por el presidente a la Asamblea Legislativa del Estado Plurinacional (EP) Por la experiencia vivida en los últimos cinco años es correcto decir “está lista” porque, salvo sorpresa, será aprobada sin modificar una coma en tiempo record. Las discrepancias, las observaciones, serán calificadas de inoportunas; se dirá, el tiempo de socialización durante varios años ha permitido recoger las sugerencias de las principales instituciones involucradas en el proceso educativo nacional. Si esas sugerencias, críticas u oposiciones fueron incorporadas es tema para otra ocasión. Se impondrá la educación social, comunitaria, productiva. En el camino se irá adaptando cada concepto a las exigencias políticas del régimen imperante en Palacio Quemado.
El “modelo”, fruto del trabajo y la concepción armónica de un indígena aymara autodidacta como fue Avelino Siñani con el de un maestro mestizo como lo fue Elizardo Pérez, envía un mensaje integrador al resto del país. Sin embargo, se percibe que todo el planteamiento tiene como base la concepción, o cosmovisión, de la cultura aymara. Esa experiencia recogió los valores de la comunidad andina e intentó proyectarse, como lo intenta nuevamente, a toda la comunidad nacional. El sustrato principal de la ley, por momentos el único sustrato, es la experiencia vital de la nación aymara.
Esto plantea la primera enorme dificultad; la articulación armónica con la declaración constitucional del carácter plurinacional del Estado. No es una entelequia; se constata en la realidad nacional la existencia de otras culturas; no son un simple y mágico número 36. Además, se ve fácil en el texto, pero su aplicación encierra un desafío de proporciones gigantescas. La extraordinaria experiencia pedagógica de la EAW encierra valores rescatables, pero ahora la comunidad a la que va dirigida es fundamentalmente mestiza, y eso no está suficiente reconocido e incorporado al proyecto de la nueva ley de educación del EP.
Y las buenas intenciones son como los aromas: atraen, conquistan, seducen. Mantienen su magia fundamentalmente porque son superficiales, pasajeras, se disfrutan a flor de piel, con pocos sentidos; y como tal, desaparecen. Cómo no estar de acuerdo y aprobar una orientación “liberadora” en la educación. Pero, ¿tenemos la misma concepción de lo que significa en las ideas, en nuestra vida y en la vida para la sociedad lo que nos libera, en lo social, en lo político, en lo económico, aun dejando de lado lo religioso?
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La liberación significa algo distinto para cada funcionario. Peor sería con los políticos; menos técnicos. La liberación se refiere a lo “extranjero”, allí residen los malos, los culpables de todos nuestros males, los chupasangre y expoliadores de los recursos naturales que por designio de no se sabe quién nos pertenecen de forma inapelable. ¿La educación va a estar dirigida a generar el rechazo o el odio a lo extraño? Todo cae con facilidad bajo el adjetivo de “colonizador”. Pero, inmediatamente viene a la memoria la futilidad de los límites territoriales, aquí y en cualquier parte; artificios resultado de intrigas, negociados, corrupciones múltiples y, en su mayoría, imposiciones transitorias de la fuerza de uno sobre otro. Tenemos más problemas de límites y “soberanías” entre departamentos, municipios y cantones dentro de nuestro territorio que con los países vecinos. Y siguen pasando factura con sangre.
¿Liberarnos de unos para someternos a otros? Al subrayar el carácter unitario del sistema de educación se propone, y repetido por el propio Ministro de Educación, que aquí no caben “autonomías” ni “descentralizaciones”. El retroceso social y político para la sociedad boliviana, o plurinacional, es patente. Y horroroso. Se desconocen los avances en 5/6 departamentos de 9. Las contradicciones están en la médula del proyecto; se dice reconocer a las culturas diferentes, pero se entiende a la planificación y administración regionales o locales como una reproducción simbólica del descuartizamiento de Tupac Katari y Bartolina Sisa. Por tanto, es imperiosa la centralización como expresión de la recomposición corporal de los mártires.
Descentralizar la educación se la convierte en sinónimo de descuartizar, y a cualquier oposición al modelo de la escuela andina se tildará de racista. ¿Demasiado simple? Pues eso es lo que se viene. Lo dice el presidente, “el que rechaza (esta ley) es racista”. Y lo simple se acata con más facilidad; sirve bien para el discurso y las masas (cuando renunciamos a formarnos un criterio propio mediante el estudio y la comparación con otras concepciones) suelen asumir consignas con docilidad. Después se seguirá repitiendo que el EP respeta las identidades culturales de los pueblos, no sólo de aquí sino del mundo entero. Se hablará de la comunidad de “interculturales”, como si el pertenecer a ese casi 70% no mereciera mayor atención.
Las contradicciones marcan esta gestión. ¿Será por querer hacer todo de prisa? ¿Caben soluciones a la carrera en el caso de problemas sociales? ¿Cuánto será el costo para implementar la nueva reforma educativa? Porque nada se hará sin un presupuesto realista, que tome en cuenta la necesidad de mejorar y multiplicar infraestructura, dotar de medios y, más maestros. Qué bueno sería cumplir los deseos del presidente, “un profesor para un alumno”, refiriéndose a la dificultad que representa la dispersión de la población rural. Por ahora, en el Presupuesto General de la Nación para el 2011 los Ministerios de Defensa, Presidencia y Gobierno (a qué lo dedican merece otro análisis) se llevan la torta y sólo dejan las migajas para salud y educación. No hay temor al cambio, pero ¡Obras son amores! Lo demás, son aromas.