Reformas en el Comité pro Santa Cruz


Daniel A. Pasquier Rivero

danielpasquier_thumb Santa Cruz ya no es la pequeña población semi rural de los años cincuenta, pobre y desahuciada “por el centralismo injusto”. Su transformación es sin duda fruto del papel jugado por el Comité desde el 30 de octubre de 1950. Ha cumplido con creces con su pueblo. El reconocimiento trasciende las fronteras regionales, en el país informado y con memoria. Sólo el fanatismo político ha hecho de vez en cuando cuestionamientos a su accionar. Pero es lo lógico, porque para eso nació, para liderar la lucha por los derechos de los ciudadanos contra ese abandono de parte del estado centralista y autoritario. Al CpSC se le puede aplicar el verso del tango “que veinte años no es nada”, a los recién festejados sesenta sirviendo al campanario.

A los gobiernos no lo componen ángeles ni la vida de los Estados es un adelanto del Paraíso. Y donde hay ángeles también hay demonios. La relación entre el Comité y el nuevo Estado Plurinacional es un desafío al que ambos se deben adecuar. El nuevo Estado con tanta pompa y apoyo económico internacional; el Comité, con su estructura física y administrativa reflejando a las claras el carácter “moral” de su prestigio y autoridad. Ahí falta de todo, pero no se nota.



Independencia es lo que necesita. El actual Presidente, D. Luis Nuñez, se ha referido de manera franca hasta a la imposibilidad actual de contratar personal de apoyo en la administración. Porque el trabajo profesional y de asesoramiento prestado en las distintas gestiones por innumerables cruceños y no cruceños, por tradición, ha sido ejercido con honradez, honorabilidad y eficiencia; asumido como un honor libre de estipendios. El Comité no depende de plata para seguir adelante. Al contrario, es el sello de su independencia y la garantía para mantenerse firme en la lucha por los nobles intereses de todos los habitantes de este girón patrio, con abstracción de intereses particulares. El papel negativo de los grupos de poder incrustados en las estructuras del civismo cruceño ya ha sido ampliamente debatido y rechazado.

Convocar a la Asamblea de la Cruceñidad para proponer la reforma a los Estatutos ha sido oportuno. La metodología, los tiempos, los temas deben estar abiertos a la discusión, promoviendo la mayor participación. Utilizar los medios para remover conciencia y abrir cauces a la opinión de todos los cruceños sería lo ideal. Nadie tiene la varita mágica para declararse dueño de la verdad, y menos en temas tan sutiles como éstos de la política. Porque no es de otra cosa lo que se está tratando, de articular un instrumento más idóneo para la relación de Santa Cruz con el Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario. Casi nada. Y esto no se acaba el 6 de enero 2011. Contrario a ese espíritu de apertura fue el silencio o el rechazo a una propuesta presentada por escrito por el Ing. R. Schrupp. No sólo debió ser respetada sino tenida en cuenta, incorporarla como aporte positivo a analizar en la Comisión recién formada. Si se convoca a una Asamblea es con la mente abierta al máximo a insumos intelectuales bien intencionados.

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Son tiempos de sacar músculo, “cañemo” decíamos antes. El incorporar otros grupos sociales es un buen ejemplo. Por justicia con algunos, viejos luchadores cívicos no representados hasta ahora. ¿No eran fáciles de manejar? Pero hay que ir con cuidado. Si unos se incorporan, que otros no estén ausentes. Notoria la ausencia de “todos menos uno” (O. RománV.) los ex presidentes de la institución cívica. Si no fueron invitados, mal. Pero si leen la prensa o atienden a los noticiarios de la tele se habrán enterado de la convocatoria a la Asamblea. Es posible que hasta hablen entre ellos y se pasen la información. Saben que tienen el puesto seguro en la Asamblea sin necesidad de invitación formal. El desplante puede interpretarse como el rechazo, poco elegante, a la idea de la reforma, o que sea la manera de rechazar las reformas anunciadas. Quizás no había unidad de criterio en los temas de la convocatoria, ya que alguien de adentro había comentado previamente que sólo se iba a plantear el “sí o no” a la necesidad de la reforma. En cualquiera de los casos, otra es la manera de actuar que se espera en el ambiente cívico cruceño. Todos los ex tienen la obligación moral de expresar su criterio sobre algo que va a definir gran parte del futuro del Comité. El que la mayoría estén identificados con corrientes o tiendas políticas no los absuelve. Aunque no lo crean, para muchos cruceños, Uds. siguen siendo referentes cívicos.

El peso específico de los ex dirigentes cívicos (no sólo de los ex presidentes) no se va a compensar con la incorporación de “patea pelotas”, con honrosas excepciones, para distinguirlos de los que practican fútbol como disciplina deportiva y arrastran multitudes. Ni siquiera con la presencia de los representantes de comparsas. Estos grupos, ¿qué van a aportar? Para la sociedad ambos representan asociaciones bullangueras pero efímeras. Casi todos, además, están mejor y suficientemente representados como gremios profesionales, juveniles, culturales, estudiantes, padres/madres de familia miembros de una junta o de un distrito que promueven activamente el respeto y el amor a lo nuestro. Cualquier cantante arrastra más seguidores al “Tahuichi” y no por eso se los propone como nuevo grupo al Comité.

El CpSC con su voluntad de reforma está retomando el buen camino, el fundacional, creado para que “aglutine a todos los habitantes de este pueblo sin tener en cuenta su ideología política ni la clase social a la que pertenecía” (Carlos Valverde Barbery, 1986). Tampoco pasó desapercibida la ausencia del Alcalde y del Gobernador, ambos elegidos en momentos que Santa Cruz se congregaba tras un objetivo claro y se llenaban los cuatro vientos con ¡Autonomía! ¡Autonomía! Esa ha sido bandera y raíz de nuestra fortaleza. Unidad. Tan predicada y tan ausente.