El crimen al poder

Participo en estos días de un encuentro internacional, en Lima, donde se discuten los riesgos de que algunos, o muchos, estados sean capturados por el “crimen organizado”. Los organizadores llaman a analizar la frenética expansión de las actividades de Solnstevo, Yakuza (mafias rusa y japonesa respectivamente); la Camorra, la ‘Ndrangheta (de Italia las dos); de los carteles colombianos de los “Zeta” y “La Familia” de México y tantos otros que, al compás del avance de la globalización, realizan esfuerzos, crecientemente exitosos, para controlar el poder político, no sólo en países aislados, sino en regiones enteras.

clip_image002

Organizado por el Centro de Cooperación Internacional (CIC por sus siglas en inglés) de la Universidad de Nueva York y con el patrocinio del Instituto Holandés para la Democracia Multipartidaria, la fundación Open Society e Idea Internacional, el encuentro se propone lo que paso a resumir a continuación:



Servir como un puente entre periodistas, analistas e investigadores en África occidental y América Latina y más tarde entre éstas y otras regiones, para profundizar la comprensión de:

1.– La naturaleza de los vínculos entre la delincuencia organizada y la actividad política.

2.– Cómo analizar, comprender y considerar la naturaleza política de la delincuencia organizada y otras cuestiones, como su dinámica económica y social, las estructuras de poder informales, tanto como cuestiones de supervisión y legitimidad.

3.– Ejemplos y casos concretos en que los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley han desempeñado un papel importante para arrojar luz sobre los vínculos entre la delincuencia organizada y la “captura del Estado” y cómo han influido en la política internacional o regional y las respuestas operativas al fenómeno.

La cita se ha abierto con un brioso debate que se prolonga casi hasta su finalización, sobre la propiedad del concepto “crimen organizado”, una entidad muy concreta y amenazante, pero, también, una expresión que fácilmente sirve para mezclar en un solo saco a un conjunto muy diverso y enredado de fenómenos y situaciones.

La expresión “crimen organizado” se presta con facilidad a esconder pugnas muy heterogéneas por recursos y poder en distintas realidades y puede, en consecuencia, apañar políticas y enfoques ideológicos intrínsecamente malintencionados. Así ocurrió con el término “terrorismo”, que se ha impuesto universalmente y sirve para tachar casi cualquier expresión de disidencia o transgresión, hasta el extremo que vemos ahora, a través de la decisión de perseguir a los responsables de WikiLeaks y sus fuentes, como presunta última y digitalizada expresión del demonio terrorista.

El debate más apasionado se da entre quienes pronostican que en un futuro demasiado próximo, las organizaciones criminales “capturarán” el poder, y quienes pensamos que antes que esa amenaza llegue a afirmarse, es necesario atender una mucho más próxima, que es la propensión del poder político institucionalizado a corromperse cada vez más rápido y ampliamente. Esto ocurre tanto en centros mundiales de poder, listos para desatar genocidios para imponer los intereses de grupos tan criminales como la gran banca y las finanzas globales, como en países “modelo” regionales como ha sido tantas veces presentado uno como Egipto, o en otros.

Lo más inquietante es que hasta ahora, casi ninguna reacción, incluyendo la ideología en cualquiera de sus variantes, o la renovación de elites, se muestra eficaz para revocar esa tendencia.

Profesor universitario

Róger Cortés Hurtado

FUENTE: LA PRENSA