Se hunde el socialismo del siglo XXI

Carlos Alberto Montaner

carlos-alberto-montaner Arturo Valenzuela, Secretario de Estado adjunto de Estados Unidos para América Latina, acaba de declarar que declina la influencia de Venezuela en la región. Tiene razón. Se hunde, de manera evidente, el llamado Socialismo del Siglo XXI. Si hace cuatro o cinco años parecía que esa sería la fuerza ideológica determinante en Hispanoamérica, comenzado el 2011 las señales que emite el Continente indican lo contrario. Los cinco países de esa cuerda política están en crisis.

Cuba, que es el cerebro del grupo y el faro ideológico, ha reconocido el fracaso de su sistema colectivista y trata de reemplazarlo por algo que llaman en la Isla el "modelo vietnamita". Raúl Castro se propone mantener el control político y económico del país, pero autorizando la gradual creación de un tejido empresarial privado que mitigue los horrores del estatismo. Esta admisión de culpas deja al Socialismo del Siglo XXI sin referente ideológico. Chávez solía decir que Venezuela se desplazaba hacia el "mar de la felicidad" cubano. Cuando los venezolanos lleguen a ese punto descubrirán que Cuba ya no está. Los cubanos navegan hacia el mar de la felicidad vietnamita.



Hugo Chávez ha perdido influencia en América Latina y, especialmente, en la propia Venezuela. Según Valenzuela, sólo el 30% de los latinoamericanos tienen una opinión favorable del chavismo. Es posible que, dentro del país, ocurra lo mismo. El pintoresco presidente, se ha gastado en 12 años 950.000 millones de dólares, y lo que ha conseguido es poner en fuga a un millón de venezolanos laboriosos y educados, crear la sociedad más corrupta de América Latina.

La popularidad de Evo Morales en Bolivia cayó estrepitosamente tras su fallido intento de subir el precio de la gasolina. El pueblo se lanzó a las calles y el gobierno se vio obligado a revocar el decreto. Puesto en esa situación, sin capacidad para ajustar la economía ni de poner fin a los subsidios, el gobierno seguramente optará por imprimir moneda para hacerle frente a las obligaciones del Estado, y así se desatará un proceso galopante de inflación.

En Ecuador aumenta la resistencia frente a Rafael Correa ante su desmedido apetito de poder. Su aversión al capital nacional y foráneo ha creado el peor de los climas económicos posibles: el ahorro de los ecuatorianos se marcha al extranjero para ponerse a salvo de la corrupción y el mal gobierno, mientras los inversionistas internacionales no quieren oír hablar de Ecuador.

Dejo para último a Nicaragua, cuyo gobierno sandinista, presidido por Daniel Ortega, sólo se sostiene por una razón: la incapacidad de los demócratas de la oposición para presentar un frente unido que le ponga fin. Bastaría con que los liberales tuvieran el patriotismo y el sentido común de presentar un candidato único a las próximas elecciones para sacar del poder a Daniel Ortega. Es una vergüenza que no lo hagan.

El País – Montevideo