Un Estado forajido

Editorial – Semanario Uno

milicia masista El Presidente Evo Morales debería comenzar a tomar en serio las señales que a diario le manda la coyuntura nacional e internacional, advirtiéndole del deterioro progresivo que está enfrentando su popularidad y credibilidad, hasta hace poco incuestionables. Y haría bien en comprender que las principales causas de ese deterioro no están en la actuación de sus opositores políticos -escasos en número y en calidad- sino más bien en los desaciertos políticos de su Gobierno. Unas fallas que ya no se limitan apenas a unas cuantas medidas desatinadas en materia económica, sino a otras que ya están afectando el bolsillo de las mayorías empobrecidas de Bolivia (esas que dice representar y defender), amén de las que comienzan a ser cuestionadas con dureza en el contexto internacional, como son las referidas al Estado de Derecho.

En el primer caso, las muestras no son apenas numerosas, sino también violentas. El caso extremo lo testimonió Llallagua, con masas enardecidas y descontroladas por la escasez y encarecimiento de productos de la canasta familiar, al punto de alentar el saqueo de tiendas. No es el único ejemplo. En otras ciudades del país, las organizaciones vecinales, gremiales y laborales están protagonizando protestas que amenazan desbordarse. Esto sí es real, y no una fantasía como la que parece estar viviendo el Instituto Nacional de Estadística, al fijar en poco más de uno por ciento el nivel de inflación en enero de 2011, incluso por debajo del registrado en diciembre del año pasado. Fantasía, sí, porque ese índice no cuadra con los datos de la realidad, definidos por el alza de precios en productos de primera necesidad y en servicios públicos. Que lo digan los orureños, afectados por el incremento de 50% en las tarifas del transporte público.



El segundo caso no es menos preocupante, como se puede concluir luego de leer los comentarios del sociólogo internacionalista Edson Vélez, profesor de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, la Flacso. “Quizá el Estado boliviano aun no esté proscrito, eso usualmente demanda de un cierto tiempo como en el caso de Milosevic, pero lo cierto es que ya es un Estado forajido que ha optado por violar abiertamente derechos protegidos internacionalmente y vivir como una isla al margen de la jurisprudencia convencional”, ha dicho Vélez. Sí, un Estado forajido “donde los colaboracionistas con el régimen se benefician mientras la oposición y el pensamiento disidente están proscritos”. Vélez toma como elementos para su análisis y conclusión “las cuatro leyes promulgadas por Morales y una decena de resoluciones dictadas por jueces y fiscales nombrados por el Ejecutivo, vulnerando seis convenciones de la Carta Interamericana”.

“No es posible entender de otra manera que, de un grupo de imputados por terrorismo, algunos permanezcan recluidos en la cárcel de San Pedro (Elod Toasó y Hugo Paz), mientras otros son remunerados por funcionarios de gobierno y deambulan libremente pese a tener orden de captura, como en el caso de El Viejo.” Pero Vélez no solo alude al caso Ròzsa para sostener su afirmación, sino también a comentarios como el del asambleísta del MAS, Roberto De La Cruz, que pidió a la justicia castigar lo que consideró expresiones desestabilizadoras de “ideólogos de derecha camuflados de analistas”. En un Estado forajido, la ley se administra con arreglo a la conveniencia del Ejecutivo. “Eso sólo es posible en un estado sin contrapesos ni control de constitucionalidad, pero además marginal a la justicia convencional”, remata Vélez, que ya percibió el “hábil transformismo político” de Morales en los escenarios internacionales.

Señor Presidente, así pintan las cosas. Y pintan color de hormiga.