Debacle árabe

Carlos Alberto Montaner

carlos-alberto-montaner-1 Hay por lo menos tres lecciones que extraer del reñidero árabe. La primera es que los regímenes caudillistas y sin instituciones legítimas tienden a desembocar en la violencia cuando llegan a su agotamiento. El reemplazo se produce a cañonazos porque no hay modos pacíficos de transmitir la autoridad. Eso ha ocurrido en Túnez, en Egipto y luego en Libia. Quienes desprecian el Estado de derecho a la manera de las democracias estables y prósperas de Occidente, no entienden que la gran virtud del sistema radica, precisamente, en la renovación pacífica de los gobernantes. Es posible que elijamos a un cretino o a un inepto, incluso a un canalla (ocurre con frecuencia), pero a estos indeseables se les puede reemplazar en los próximos comicios.

La segunda lección tiene que ver con el petróleo. ¿Hasta cuándo las naciones importadoras de petróleo van a seguir aplazando el desarrollo de fuentes alternas de energía? Recuerdo un vibrante discurso de Nixon en 1973, hace casi cuarenta años, en el que juraba que Estados Unidos les pondría fin a las importaciones petroleras. En ese año, los países árabes productores de energía castigaron a Occidente por el apoyo dado a Israel durante la guerra de Yom Kippur. El costo del petróleo se multiplicó por 5 y medio planeta cayó en recesión. Desde entonces, todos los ocupantes de la Casa Blanca han repetido la patriótica cháchara de Nixon, pero el país continúa dependiendo de importaciones de crudo.



¿Por qué ese fracaso? Porque a la hora de valorar la factura del petróleo los norteamericanos se limitan a abonar el precio que indica el mercado al barril de crudo, sin tomar en cuenta los costos ocultos de un oligopolio controlado por unas veinte compañías, trece de ellas estatales, establecido en regiones inestables e impredecibles, parcialmente regulado por un cártel de productores que mantiene artificialmente los precios del combustible, práctica que en cualquier otra actividad es un delito severamente penado.

¿Cuál es el gasto militar de proteger las instalaciones en el Medio Oriente? ¿Cuánto cuestan las recesiones provocadas por estos vaivenes del petróleo?

La tercera lección tiene que ver con el cinismo de los amigos de Gadafi. Los tres líderes que más descaradamente han salido a defender a este dictador son Hugo Chávez, Daniel Ortega y Fidel Castro. El trío, mientras condena, conmovido, las muertes de inocentes provocadas por Estados Unidos en las guerras de Irak y Afganistán, respalda con entusiasmo los bombardeos de Gadafi contra civiles.

Chávez, además, ha dedicado a los países del ALBA a tratar de salvar a su colega libio. El coronel venezolano, había leído con fascinación las tonterías escritas por Gadafi en El libro verde y defendía con ardor la "tercera teoría universal", como pomposamente le llamaba el libio a unas autoritarias maquinaciones ideológicas en las que prescribía un modelo de Estado basado en la existencia de un caudillo iluminado, ligado a una sabia masa por medio de un ejército popular.

El resto de los países integrados en el ALBA -Ecuador, Bolivia y un par de risueños islotes caribeños-, más los "observadores" (Granada, Haití, Paraguay, Uruguay, acompañados por la satrapía Siria) deben tomar nota de que ALBA es mucho más que una organización dedicada a estimular el comercio: es un instrumento diplomático de Chávez, Castro y Ortega para respaldar las peores tiranías. Es muy grave prestarse a esas componendas.

El País – Montevideo