El MAS y el pueblo

Álvaro Riveros Tejada

riveros_thumb En el cancionero popular existen letras o composiciones poéticas que reflejan nuestra realidad y permiten identificarnos plenamente con ellas. Es el caso del bolero del trío Los Panchos “El mar y el cielo” que pareciera haber sido compuesto para los bolivianos, en su tormentosa relación con el gobierno del Movimiento al Socialismo.

Luego de la llegada de Evo a la presidencia fueron muchos los buenos augurios y esperanzas que se cifraron en ese cambio y no por nada, hasta gran parte de la clase media del país se sintió comprometida con él, al extremo que su larga permanencia en el poder parecía garantizada y hasta él se ufanaba en repetir: “Hemos llegado a este palacio para quedarnos y nadie nos sacará de él”.



Hoy, a cinco años de ese memorable acontecimiento en Tiwanaku, las cosas parecieran haber cambiado radicalmente y cada vez son más frecuentes las voces disonantes que lo abuchean y lo rechazan, especialmente en sus apariciones públicas. Primero, fue en Oruro, en oportunidad de celebrar el bicentenario de ese pueblo, otrora bastión del masismo; luego en el estadio Siles de La Paz, donde no respetaron ni a la selección que nos llevó al mundial del 94 y menos a la camiseta Nº 10 que antes vestía el diablo Etcheverry. Tampoco Cochabamba sería distinta a esas silbatinas si aparecía en el corso.

Esa campaña etnocentrista y plagada de símbolos se ha venido cayendo desde que su líder espiritual, precisamente el que lo había ungido como Apu Mallku en esa inusual ceremonia, se involucró en el narcotráfico. A él le siguieron las hermanitas Terán, muy cercanas a su entorno; varios alcaldes y ahora el general Sanabria, un baluarte en la lucha antidroga y en la inteligencia del país, hoy recluido en una cárcel de Miami, a la espera del juicio que lo condene de por vida a las ergástulas o se acoja al programa de “protección de testigos” que en la jerga de la DEA significa cantar como un canario todo lo que sabe y conoce, de forma de incriminar a cuantos elementos componen su red criminal, sin importar el rango o grado de poder que éstos tengan.

De esta manera se fue dilapidando todo el apoyo nacional e internacional con el que se contaba, inclusive ese nostálgico 54% del voto electoral, con el que el pueblo lo ungió en la presidencia. Para retener el amor perdido se empezó a judicializar todo; a rellenar las cárceles y abrir las vías del confinamiento a centenares de compatriotas.

Hoy, los bolivianos podemos cantar: “Nos tienes, pero de nada te vale, somos tuyos por qué lo dicta un papel (léase la constitución) Nuestra vida la controlan las leyes, pero en nuestro corazón, que es el que siente amor, tan solo mandamos nosotros. El MAS y el pueblo se ven igual de azules (también hay blancos y negros) y en la distancia parece que se unen (en el Alto). Sería bueno que recuerdes que el pueblo es siempre pueblo y que nunca, nunca, nunca el MAS lo alcanzará. Permítenos igualarnos con el pueblo que a ti te corresponde ser el MAS…”. Eh ahí, la letra del bolero “El MAS y el pueblo”.