La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo

Gonzalo Chávez

Gonzalo_Chavez175 En este domingo post-Carnaval divulgo y comento el trabajo de uno de mis economistas preferidos, de quien tuve la suerte de ser alumno, Dani Rodrik: Globalization, Structural Change and Productivity Growth, de febrero del 2011, que tiene la coautoría de Margaret McMillan. Rodrik publicó también un nuevo libro este año: The Globalization Paradox: Democracy and the Future of the World Economy.

En tiempos donde, desde el punto de vista estructural se habla mucho sobre cambio revolucionario o desde una perspectiva de corto plazo se debaten ajustes salariales, sorprende la ausencia del tema de la productividad en ambas dimensiones. En concreto, se discute muy poco el hecho que el crecimiento económico bonsái, del que neoliberales y neorrevolucionarios sacan pecho hace más de un siglo, se explica, en gran medida, por la baja productividad de los factores de producción, quiere decir, que el capital físico, la tierra y tanto la mano como el pie de obra (piense en el Chapare) rinden muy poco en nuestras actividades económicas. Desde la ventana de la coyuntura, el aumento salarial debía estar conectado con el incremento de productividad de la fuerza de trabajo y no solamente con la inflación. Éste es un tema que casi nunca entra en el temario de la negociaciones gobierno sindicatos.



El texto de Rodrik y McMillan (RyM) tiene dos virtudes, la primera realiza un análisis profundo de la relación entre cambios estructurales, el crecimiento de la productividad y desarrollo económico, y segunda, incluye a la economía boliviana en la muestra de países que se analiza, cosa rara en estudios internacionales, que cuando se refieren a América Latina, sólo incorporan a Brasil, Argentina, Chile y México.

Según RyM, el cambio estructural es una condición para el desarrollo. Países que han salido de la pobreza y enriquecido lograron producir una mayor diversidad de productos industriales abandonando parcialmente los bienes agrícolas o primarios. “En la medida que la fuerza de trabajo y otros recursos se mueven de las actividades agrícolas en dirección a las actividades industriales, la productividad aumenta y los ingresos se expanden”. Las economías en vías de desarrollo presentan grandes diferencias de productividad entre diferentes sectores de la economía y por supuesto, en relación con países desarrollados.

En América Latina, en los años noventa se promovieron reformas estructurales de corte neoliberal. A inicios del siglo XXI también se promovieron cambios profundos promoviendo una mayor participación del Estado en la economía. En la argumentación de RyM, las reformas estructurales si no producen saltos en la productividad de los factores de producción, en especial de la mano de obra, no generan crecimiento sostenible. Las grandes diferencias en términos de tasas de crecimiento económico entre Asia y América Latina “se pueden explicar por la variación en la contribución del cambio estructural de la productividad laboral en general”. En China, por ejemplo, las oportunidades de empleo de alta productividad se han ampliado y el cambio estructural ha contribuido al crecimiento de ese país. Al contrario, en América Latina en general y en Bolivia en particular, el trabajo se ha movido en la dirección equivocada, se movió de las actividades más productivas, a otras de muy baja productividad, en particular, al sector informal, donde prevalecen los servicios de baja calidad y el comercio legal e ilegal. En nuestro caso, cabe recordar que el tamaño de la economía informal es cercano al 70%.

En base a un análisis empírico, el trabajo identifica tres factores que determinan si los cambios estructurales van en la dirección correcta y contribuyen al aumento de la productividad global. 1) Economías, como la boliviana, que depende de la exportación de recursos naturales tienden a estar atrapadas en círculos de baja productividad. Sectores como la minería o los hidrocarburos no generan empleos y aunque pueden ser muy productivos pero no absorben la mano de obra que viene de la agricultura. Y se convierten en enclaves, actividades asiladas. 2) Países que mantienen tipos de cambio real apreciados tampoco generan saltos en la productividad media. Las sobrevaluaciones sofocan las industrias de exportación, especialmente las manufacturas grandes generadoras de empleo. Este también sería el caso de la economía boliviana. 3) Por último, RyM también encuentran evidencia de que en los países donde los mercados laborales menos flexibles, el cambio estructural no fomenten el crecimiento. Una economía dinámica y productiva requiere que el trabajo fluya fácilmente a través de las empresas y sectores. Bolivia camina hacia la creación de mayores rigideces en el mercado de trabajo.

En suma, los cambios estructurales de ayer y hoy tienen características que no favorecen al crecimiento porque no apostaron ni apuestan a promover saltos en la productividad ni de la mano de obra, menos aún de la tierra y el capital.

A estas alturas de la columna usted se estará preguntado qué tiene que ver el título, con el contenido que acaba de leer, pues, nada. Éste es un libro de Lenin, con esto espero haber atraído la atención de los viejos y nuevos bolcheviques que nos gobiernan para el tema de la productividad en la economía como la esencia de la revolución productiva.

El Día – Santa Cruz