El Diablo jugando a ser obrero

Álvaro Riveros Tejada

riveros_thumb En una de nuestras entregas anteriores hacíamos alusión a la cercanía que los bolivianos tenemos con el maligno, y la posibilidad de que éste sea boliviano, por su presencia en innumerables hechos y actos de nuestro cotidiano vivir.

Hoy, después de diez días de una endemoniada movilización obrera que asemejaba aquella que los paceños vivimos en las gestas de febrero de 2003, tal inquietud vuelve a ocupar nuestra consciencia y, haciendo coincidir acontecimientos y actitudes pasadas, llegamos casi al convencimiento de que tal aseveración es certera.



Por si fuera poco, todos estos sucesos donde se patentiza la presencia del demonio, se suceden en medio o al final de fiestas, que no son muy pocas, sean éstas religiosas, políticas o paganas. Es el caso, para no ir muy lejos, de las últimas navidades, cuando Lucifer se hizo presente mediante un gasolinerazo que no sólo hizo temblar nuestros bolsillos, sino que dejó a la nación por el resto del viaje con un serio incremento en los precios de la canasta familiar, muy difícil de revertir.

Luego llegó Alasitas y la presencia maléfica se hizo presente en un extenso mensaje presidencial donde el primer mandatario, al referirse al tema de la escasez de alimentos y las interminables colas que el pueblo hacía para obtenerlos, manifestó que el Estado compraría trigo, arroz, maíz y azúcar a un precio superior en 10% al del mercado internacional.

Vinieron entonces los carnavales, y a pesar de no necesitar disfrazarse, Lucifer se nos presentó con uniforme de general carabinero, con rango de Zar de lucha antidroga, y dispuesto a enseñarnos una nueva ruta y forma de exportar cocaína a los mercados de ultramar, mediante un añadido de valor agregado a nuestras exportaciones de mineral.

Se había dejado de lado las propuestas de sustituir la leche por la coca en el desayuno escolar; leer en las arrugas de los abuelos en lugar de leer en libros; si no hay pan, que el pueblo coma yuca; abstenernos de comer pollo, por temor a la homosexualidad y menos beber Coca Cola, sólo útil para destapar inodoros y generar la calvicie.

Con todas estas diabluras, se optó por movilizar obreros, bajo interminables marchas de reivindicación salarial que sólo lograron arañar un 1% del 10% ya ofrecido por el gobierno con antelación. Sin embargo, el punto nodal de estas movilizaciones estaba en las elecciones internas de la COB, a realizarse este próximo mayo, donde el gobierno necesita contar con un secretario ejecutivo dócil y obsecuente y qué mejor que el actual, que ya dio suficientes muestras de esa “lealtad” requerida. Por lo tanto, su natural desgaste de cinco años debía ser restaurado con una falsa imagen de fiero luchador por las reivindicaciones obreras.

Estamos frente a la Semana Santa y como el diablo no duerme, debemos estar atentos a sus próximos movimientos. No nos extrañemos que nos salga con otro nuevo paquete de “nacionalizaciones” o decretos que no decretan nada. Lo cierto es que puede presentarse como cura, militar o agente de la DEA, lo importante es que el Diablo no vuelva a jugar a ser obrero.