La hostia y la coca

CEB La Conferencia Episcopal de Bolivia acaba de enviar un claro mensaje al gobierno de Evo Morales a través de una carta pastoral divulgada el día de hoy, que cuestiona duramente la “insuficiencia” y el “relajamiento” en el combate gubernamental al narcotráfico y en el denominado “control social” sobre la producción excedente de hoja de coca. El secretario general de la Conferencia, Monseñor Oscar Aparicio, comentó los puntos centrales del documento, señalando que hay “una economía en la que está presente el narcotráfico”, actividad que “inyecta (fondos) a la economía en general”. Desde esta columna no nos hemos cansado de indicar la existencia de esa narco-economía, que está comenzando a generar efectos inflacionarios. Otro pasaje de la carta pastoral denuncia claramente la llegada de organizaciones internacionales de narcos al país, fenómeno que ha sido minimizado sistemáticamente desde fuentes oficiales: “Los grupos locales que manejaban el narcotráfico paso a paso se han puesto al servicio de clanes internacionales que han asentado su presencia en varias regiones, ejerciendo una actividad delictiva marcada por una creciente violencia”. Verdades que sin duda incomodarán a la nueva élite burocrático-cocalera gobernante, por lo que no sería nada raro ver en los próximos días ataques contra la Iglesia “conservadora” y “colonial”.

Llegó el Evo-Déficit

Aunque se procuró mantener la ficción del Estado superavitario con los malabares teóricos del ministro “Superluchín”, finalmente el gobierno no tuvo más remedio que admitir la existencia de un considerable déficit fiscal, cuantificado según cifras oficiales en 880 millones de dólares. En realidad, el agujero negro financiero podría ser incluso mayor de acuerdo a varios economistas independientes, que llegan a situarlo en los 2.000 millones dólares. Por fin tenemos un reconocimiento oficial (implícito) de las verdaderas razones para el fallido gasolinazo y los planes de impuestazo al salario: no hay plata en la cacha de la Revolución Democrática y Cultural, que debe buscar fondos donde sea para mantener su descontrolado gasto burocrático (que creció en un 92% en los últimos años, excluyendo cifras de inversión pública). A regañadientes, se inicia un muy necesario sinceramiento fiscal

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