La otra cara de Mario Vargas Llosa

VARGAS Sergio P. Luís

Habrá una segunda vuelta electoral para elegir presidente del Perú, entre los dos más votados en los últimos comicios: el populista, teniente coronel retirado, Ollanta Humala y Keiko Fujimori, la hija del ya condenado ex presidente Alberto Fujimori. El escritor Mario Vargas Llosa había anunciado que en la primera vuelta votaría por el ex presidente Alejandro Toledo, que quedó en un lejano cuarto lugar. Hasta aquí, nada sorprendió en el galardonado con Premio Nobel de Literatura.

Nadie puede negar que los dos períodos del gobierno de Fujimori, pese a muchos logros en su gestión, estuvo ensombrecido por la corrupción de su entorno y por de la dureza que desplegó para derrotar a una de las guerrillas más feroces del continente: la de Sendero Luminoso.



Tampoco se espera que se olvide que Vargas Llosa –una de las glorias de la literatura del Perú y de Hispanoamérica, tiene merecido el premio y la fama. Menos se puede objetar que el escritor haga públicas sus preferencias políticas. Es más: tiene todo el derecho a abrazar una ideología. Es un liberal moderno y, por ello, respetable. Es un moderado.

Me encuentro entre los que han recibido con desagrado las muestras de sectarismo de los que han recibido de mal talante el galardón que se confirió al escritor. También me encuentro entre los que no le gustaron las reacciones, entre brutales y primitivas, de muchos progres contra Vargas Llosa: los amigos de Castro, los partidarios del kirchnerismo argentino y los populistas Chávez, Morales, Correa y Ortega. Celebré, y creo que no fui yo solo, cuando Vargas Llosa se refirió a las “democracias payasas”.

Resulta, ahora, que el famoso escritor de tantas obras maestras, muestra otra faceta: la del resentimiento, porque hace bastante tiempo, en una segunda vuelta electoral, perdió la presidencia, precisamente en pugna con Alberto Fujimori, el padre de quien, ahora, puede ser la primera mujer que gobierne el Perú. Y, en un viraje insólito, anuncia que votará por el populista Ollanta Humala, el amigo y aliado de Hugo Chávez y de Evo Morales, los representantes de esas “democracias payasas”, que dicen seguir el socialismo del siglo XXI, y que están destruyendo sus países.

“Voy a votar a Humala”, anuncia ahora Vargas Llosa. "Con Humala quiero ver lo que va a pasar; cuáles son realmente las condiciones en las que él va establecer alianzas. Vamos a ver. El tiempo lo dirá". Afirma que optar por Keiko Fujimori significaría que "los peruanos reivindican una de las dictaduras más atroces que hemos tenido". Como decepciona que un personaje distinguido, culto, equilibrado, bien ubicado, como Mario Vargas Llosa, se hunda en pasiones mezquinas, y niegue a una parte lo que le concede a la otra: el beneficio de la duda. Cree a Humala que quiere hacer un gobierno al estilo de Lula da Silva –lo que es dudoso-, y le niega a la señora Fujimori que sea cierto que lo que ella anuncia: que su gobierno será democrático, ajeno a los extremismos, respetuoso de los derechos humanos, que protegerá la inversión privada y que seguirá con un modelo de libertad económica. Es más, juró que no amnistiará a su padre.

El resentimiento parece que predomina en Vargas Llosa, porque creer a Humala y no Keiko es, cuando menos, la salida a su rencor antiguo. El diario La República, recuerda que “el peruano (Vargas Llosa) tiene una cuenta pendiente con el fujimorismo, en especial con el ex presidente Alberto Fujimori” quien lo, derrotó en las elecciones presidenciales de 1990. “Vargas Llosa aseguró que ‘jamás votaría’ por la hija de su rival”. Se trata entonces, de “cuentas pendientes”, solamente…

Nadie se referiría en los términos de esta nota, si se tratara de un escritor extremista que siempre apoyó al populismo y a las dictaduras comunistas. Este sería consecuente si decide votar por otro extremista; es su derecho. En cambio, pudiera que Vargas Llosa muestre lo contrario.

Mario Vargas Llosa, sigue siendo, para mí y para muchos, un ilustre escritor y un paradigma de la libertad. De eso no hay duda. Pero esta sombra, la de su otra cara, la debe disipar.