Nuevo estilo en la lucha antidrogas

Edwin Herrera Salinas

HERRERA El nuevo Brasil tiene en frente desafíos importantes y urgentes dado el peso específico que hoy ostenta en el planeta. Por un lado, debe consolidar su liderazgo continental, esta vez en materia de seguridad y lucha contra el tráfico de drogas, y, por el otro, prepararse para que las citas deportivas más grandes del orbe, el Mundial de Fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016, no sean ensombrecidas por el narcotráfico y, más bien, sean los trampolines para afianzar al vecino país como la gran potencia que surge desde el hemisferio Sur.

Por ello, en exactamente una semana, entre el jueves 24 y el jueves 31 de marzo, con entrevistas periodísticas, visitas oficiales de autoridades brasileñas, recorridos en el teatro de operaciones y firmas protocolares, Brasil empezó a marcar su estilo en el combate al tráfico de drogas a nivel regional desde Bolivia, mientras en nuestro país se debatía el giro gubernamental sobre la reivindicación marítima, el pedido masista de expulsar a Usaid y las protestas sociales que se han convertido en moneda corriente desde el gasolinazo y desgasolinazo.



Y no es que a los brasileños se les ocurrió desplegar una acción quijotesca ante la actividad criminal más peligrosa del mundo moderno. Es, más bien, una estrategia con características geopolíticas que, de dar los frutos esperados en el corto y mediano plazo, podría colocar a ese país como el nuevo mandamás en la lucha contra el narcotráfico, sin que ello signifique prescindir de Estados Unidos y otras naciones como socios en dicho propósito. “Hay una conciencia de que nuestro papel en la región crece”, afirmó el ministro de Relaciones Exteriores brasileño, Antonio Patriota, a Página Siete, y con ello mostró cómo se ven los brasileños a sí mismos.

Con ese convencimiento, de que Brasil ejerce liderazgo regional, la relación con Bolivia, en materia de lucha antidrogas, no será ni por si acaso horizontal a la hora de evaluar los resultados. Entonces, eso de que es una labor conjunta en pro de las actuales y nuevas generaciones se quedará en el discurso diplomático o en las declaraciones de prensa, pero en los hechos seguramente se establecerán metas concretas en plazos definidos, obviamente entre ambas naciones, y su cumplimiento será exigido más por el país que decidió otorgar ayuda para neutralizar el cáncer que acecha a la región que por el estado que recibe el apoyo y cuyas instituciones designadas para enfrentarlo –Policía y justicia, por ejemplo- están contaminadas con el mal.

De otra forma no se entiende que en la visita del ministro de Justicia de Brasil, uno de los logros mayores es la cuantificación de los cultivos de hoja de coca que efectuará la potencia emergente a través de fotografías aéreas que serán tomadas por aviones no tripulados a gran altura. Así, además de vigilar la verdadera producción del vegetal, en zonas autorizadas y excedentarias, y los niveles reales de erradicación en Bolivia, este mecanismo le disputará importancia al control satelital de Estados Unidos y, a la larga, puede transformarse en la nueva certificación en materia de narcóticos.

Pero el plan parece no detenerse en el monitoreo de la producción y erradicación de la hoja de coca. Bajo el rótulo de cooperación, Brasil también tiene decidido vigilar la extensa frontera con nuestro país –con los vuelos no tripulados- para detectar y combatir el tráfico de cocaína, el tráfico de armas, la trata de personas y otros delitos. Uno que parece de alta preocupación de Itamaraty es el lavado de dinero. Por ello, entre los documentos bilaterales firmados la semana pasada, se estableció que los brasileños capacitarán a técnicos bolivianos en el manejo de un software para establecer en qué sectores de la economía nacional se está legitimando dinero proveniente de la actividad ilícita.

Y para no aparecer como una nueva DEA, que atropella e impone el cómo se debe combatir al narcotráfico, el Gobierno brasileño decidió, además de transferir tecnología, aeronaves y conocimientos, entrenar inicialmente a más de cien policías bolivianos para que la lucha tenga rasgos nacionales y al mismo tiempo utilizará niveles multilaterales como Unasur y la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) para ejercitar presión diplomática en torno a los resultados que le interesa.

Brasil quiere afianzar su liderazgo continental, desea avanzar en su influencia planetaria y ve en la lucha antidrogas, el Mundial 2014 y las Olimpiadas 2016 la oportunidad de conseguirlo. Los objetivos están claros y Bolivia debe comenzar a digerirlos.

Página Siete – La Paz