Indigenismo omnipresente, indigenismo omnipotente

Marcelo S. DabdoubHace algo más de dos años, en marzo de 2009, escribí un artículo de opinión titulado “Sobre el discurso del señor Morales”. En éste tematicé el contenido del discurso político del presidente Morales y su evolución desde que alcanzó el sillón presidencial. Sin ánimo de caer en reiteraciones odiosas, aunque justificado por la situación política actual en Bolivia, me permitiré citar algunos aspectos que considero relevantes.El escándalo político en el que se ha convertido la disputa por un escaño yuracaré-mojeño dentro de la Asamblea Departamental cruceña ha reactivado la discusión sobre el indigenismo. Ha cobrado bastante notoriedad el debate sobre la existencia de esta etnia indígena y, los distintos actores políticos y civiles han concentrado sus esfuerzos en éste.Pero, si nos permitimos una pausa reflexiva, es conveniente examinar el alcance de conllevar un debate de esta índole: en algún momento -si reorientamos el enfoque del debate y obviamos la disputa sobre la estricta legalidad de este escaño- ¿se ha discutido exhaustivamente sobre indigenismo y mestizaje dentro de la sociedad boliviana?, ¿sobre el tema de representatividad política en la democracia boliviana?, ¿es justo y razonable que el voto de un “indígena” tenga más valor que el de un “mestizo”?La sociedad boliviana del nuevo siglo, desde un punto de vista cultural y étnico, es ajena a la sociedad anterior a la revolución del 52. Es un sofisma, por parte del partido oficialista del Estado nacional, el sostener que la colectividad boliviana no haya sufrido transformaciones desde entonces. Es más, en reiteradas ocasiones pareciera que los pensadores afines a éste han dado a entender (ej., cuando tematizan a los 500 años de explotación) que nuestra sociedad es la misma desde la era precolombina, y esa es la identidad que se debería perseguir. El intento de forzar una identidad política y cultural de pensamiento único es artificial y absurdo.En el año 2009, Alex Baur, columnista de la revista Weltwoche, criticó este aspecto del discurso oficialista: “Con la glorificación de la herencia indígena, Evo Morales se basa en la falsificación histórica que muchas dictaduras militares nacionalistas usaron en el anterior siglo. Pero es que hoy día, los incas tienen para Bolivia la misma relevancia que los galos tienen para la Francia actual”. En días pasados, tuve la oportunidad de ver la transmisión televisiva de los escasos integrantes de la etnia “yuracaré-mojeña” durante la marcha que realizaron en dirección a la ciudad de Santa Cruz. Más impresionante que los improvisados arcos de deficiente construcción que llevaban consigo, fueron la vestimenta y la adecuada capacidad comunicacional de estos. Si no se haya anunciado de que pertenecían a la mencionada etnia, se los podría haber confundido con cualquier transeúnte de la capital departamental. Es indudable, los marchistas eran mestizos, como todo boliviano.La sociedad boliviana actual, la del nuevo siglo, no corresponde a la visión obsoleta del presidente Morales y del masismo. La comunidad boliviana es una de mestizos (incluyendo al Presidente), en la cual no importa el origen, apariencia o raza, sino el rendimiento y el éxito. No nos dejemos distraer entonces con discusiones sustentadas en falsas premisas. La representación política fundamentada en el origen étnico no debería tener validez alguna, es innecesaria, superflua.Siendo el partido oficialista un ferviente creyente del socialismo, en el cual la igualdad está por encima de la libertad, resulta contradictorio observar que éste promueva desigualdad política. Con un artificio bastante sofisticado (la creación de nuevas etnias indígenas), algunos de los llamados oprimidos por el sufragio censitario del pasado, han sido convertidos en electores muy privilegiados.Es una lástima, el objetivo de alcanzar igualdad política para todos los bolivianos, nuevamente ha fracasado. Solo se puede advertir una traslación del poder en favor de ciertos grupos civiles (no étnicos), es decir, solo se ha intercambiado la identidad de los opresores y de los oprimidos.