Miedo a la realidad

daniel-pasquierDaniel A. Pasquier Rivero

El país continúa debatiéndose entre la ficción y la realidad. Pero la realidad ya empieza a generar miedo, porque la magnitud de los problemas no disminuye, tiende a crecer e insinúa descontrolarse. El miedo ante el futuro incierto penetra a la sociedad en todos los estratos, y parece cundir también entre los responsables del gobierno. No le puede pasar desapercibido que, otra vez, la economía del país dependa en un 90% de la explotación de materias primas: el modelo intensivo extractivista más tradicional es el punto de llegada tras cinco años de gestión de gobierno del cambio. El gobernar se ha convertido en una papa caliente.

Los petroleros contentos con el aumento del 70% en los salarios, ¡de nuevo la discriminación! ¿Dueños del petróleo y el gas en el territorio nacional, los empleados? Cuando falta gasolina, diesel, GLP, y de industrialización ni noticia. Todos son supuestos a futuro, nada concreto. Se mencionan resultados como si las industrias estuvieran en funcionamiento cuando, leyendo la letra chica, recién se están licitando los estudios de los proyectos (cinco años y ni siquiera la planta separadora de Río Grande está funcionando). Peor en este rubro que necesitan de recursos humanos de alta cualificación, enormes sumas de recursos financieros para su implementación y una extraordinaria estructura comercial para asegurar mercados para los productos a producirse; prácticamente ninguna industria en el sector es factible con la dimensión del mercado nacional. Desalienta darse cuenta que no se ponen de acuerdo ni para intercambiar el borrador de los discursos. Peor, dan cifras con enormes diferencias; ponen los pelos de punta a cualquiera. En una lujosa publicación el 1 de mayo YPFB Corporación destaca en portada la generación de 9.494 MD (millones de dólares) para el Estado, fruto del quinquenio de la nacionalización; más tarde el presidente de YPFB, Carlos Villegas en el programa No Mentirás (PAT), papeles en mano dice, 8.200 MD (1.294 MD menos, poca cosa; más de lo conseguido por YPFB como préstamo del Banco Central de Bolivia) para, finalmente, sacar una “aclaración” posterior que reduce la cifra a 1.200 MD, es decir, 7.000 MD menos de la cifra inicial. Esos 1.200 MD, sorprende, es menos de lo aportado al Estado por las empresas petroleras en el quinquenio “antes” de la nacionalización que según el mismo Villegas fue de 1.454 MD. Pero él, garantiza todo, como si sólo su palabra fuera suficiente para encender velas. En la falta de certidumbre estriba el éxito o el desastre de la agroindustria, el transporte o la generación de energía, variables definitivas para la planificación en la producción de bienes industriales. Esto parece una chacota.



Los cocaleros bien, gracias. Reportes de prensa señalan el número de Hammers en el Chapare y que allí la mayoría de los automóviles son chutos. El Ministro S. Llorenti ha tenido el coraje de ir a París al encuentro del G8, que se reúnen para tratar el tema del tráfico de droga (léase principalmente cocaína) de Latinoamérica a Europa, la vía transatlántica. Productores: Colombia, Perú y el Estado Plurinacional de Bolivia; montos de referencia sobre la participación boliviana: se incautaron recientemente en Hamburgo (Alemania) 320 kgs de cocaína pura el 6/5, 200 kgs en Vigo (España) el 4/4, 935 kgs de cocaína purísima en la frontera con Brasil, 207 kgs en la frontera con Perú, 150 kgs en Rumanía, etc. La tesis no es nueva, “coca va a existir, pero cocaína cero”. Ríos han de haber, pero sin agua; naranjas sin jugo, carnívoros alimentados por vegetales, como democracia sin libertades. La realidad es que con el cultivo de la coca descontrolado, en expansión permanente en viejos y nuevos espacios, por mucha erradicación forzosa y concertada de la coca, se aportará con suficiente materia prima a su industria, cuyo principal producto es la cocaína. El “cero” es una manifestación de deseos o intenciones, pero muy lejos de ser posible en la realidad, y la política está para manejarse con realidades. Es dramático, además, cuando el ministro enfatiza que el país ha presupuestado 20 MD anuales para la lucha contra el narcotráfico. Cualquiera de las incautaciones de droga mencionada compite con el presupuesto del año, lo que convierte la meta del gobierno en una quimera. Está por verse cuál será la reacción o la conclusión a la que llegue el G8, que sin duda, condicionará la estrategia del país al corto plazo.

Mientras, los pobres, marchan. Desde Calamarca los rentistas por un mísero 6.5% de aumento, los discapacitados en la Plaza 24 de septiembre en Santa Cruz por otro mísero bono único de 3.000 Bs; los de Caranavi sin justicia, como los familiares de los policías asesinados en Uncía o los parlamentarios cruceños, que cansados de peregrinar y de no ser atendidos hacen público “el árbol de la corrupción” a la Ministra Suxo; los de la Tercera Edad por atención en los centros de salud, porque no sobreviven con el Bono Dignidad. Para colmo el Ministro de Economía, con sorna, les echa la culpa del déficit fiscal, cuando no ha dicho nada del “avioncito”, el satélite, los gastos en propaganda, las pérdidas en las empresas estatales ni de los 68.000 nuevos empleados públicos contratados estos últimos cuatro años que significó una erogación de 7.000 MD. Así no se puede seguir.

El cambio en democracia está en riesgo por miedo a encarar los verdaderos problemas nacionales. De qué ha servido desconocer autoridades legítimas, provocar enfrentamientos, sembrar terror por razones políticas. Pareciera que los fantasmas vuelven. Decía el “che” Guevara a los operadores de justicia en la Comisión Depuradora “Ustedes están aquí sólo para pasar los expedientes rápido”, y “degollaré a cuanto vencido caiga en mis manos”. Bolivia no pierde la esperanza: los Derechos fundamentales respetados para todos por igual, y de que el único enfrentamiento sea con la corrupción y la pobreza.