Tecnología, industrialización y estatismo

Marcelo Ostria Trigo

MarceloOstriaTrigo_thumb1 El escritor y periodista, Andrés Oppenheimer, advierte a América Latina de que la brecha en innovaciones tecnológicas se va ensanchando cada vez más entre los países de nuestra región y los países asiáticos (“Se ensancha la brecha tecnológica”. La Nación, 24.01.2012). Toma el siguiente revelador ejemplo: “Corea del Sur, un país que hace cinco décadas era más pobre que prácticamente todos los países latinoamericanos, registró 13.000 patentes el año pasado, comparado con sólo 230 de Brasil, 115 de México y 50 de la Argentina, según la Oficina de Patentes y Marcas. Estados Unidos encabezó la lista, con más de 120.000 patentes”.

Pero esto es más dramático, si se toma en cuenta que el ensanche de la brecha afecta negativamente a los más rezagados económicamente que, por ello, solo pueden esperar más dependencia y menor desarrollo industrial basado en la creatividad nacional.



Según revela Oppenheimer, hay tímidas excepciones en América Latina: “Afortunadamente –dice– algunos países latinoamericanos se están poniendo las pilas. Brasil, la Argentina y Chile aumentaron recientemente sus inversiones en investigación y desarrollo, y están ofreciendo cada vez más apoyo público a sus científicos”.

La historia de Bolivia muestra, en cambio, una crónica incapacidad –o imposibilidad–, no solo de crear tecnología que permita explotar mejor su tradicional fuente de ingresos: la minería, sino de aprovechar los paulatinos –aunque cada vez más veloces– cambios en la industria extractiva y su procesamiento.

Resulta que, pese a este cuadro en el que el país ocupa los últimos lugares en investigación tecnológica, acaba de definirse que Bolivia industrializará sus recursos naturales “sólo a la cabeza del Estado…".

En el país, sucesivamente se nacionalizaron empresas petroleras y mineras. Los resultados fueron desastrosos. Por ejemplo, en petróleo, la inventiva nacional es prácticamente nula. Pese a que hay excelentes técnicos bolivianos, cuyo talento y conocimientos se desarrollan principalmente fuera del país, prácticamente todo el conocimiento para la explotación del sector petrolero en Bolivia proviene de las empresas extranjeras. Es que no solo se requiere enormes inversiones. sino también experiencia e inventiva. Aún en lo simple, en lo anecdótico: cuando se fundó la empresa estatal petrolera, hasta faltó originalidad en la elección del nombre: a YPF, se le añadió, simplemente, la B de Bolivia.

No es una revelación afirmar que sólo se alcanzan niveles de excelencia invirtiendo en educación e investigación. “Mientras que Japón y Corea del Sur gastan alrededor del 3,5% de su producto bruto interno (PBI) en investigación y desarrollo, Brasil gasta el 1,2%; la Argentina, el 0,6%; México, el 0,4%, y la mayoría de los demás países de la región menos, según el BID” –revela Oppenheimer.

Además añade: “Mientras en Asia la mayor parte de la investigación y el desarrollo está en manos de empresas privadas, en América Latina la mayoría se concentra en Estado”. El 75% de la investigación y el desarrollo en China –ojo: en la China Popular– procede de las empresas privadas (y) en Brasil sólo lo hace el 45%. Eso es importante, porque las empresas privadas están más cerca del mercado e inventan productos más comercializables”, afirma Oppenheimer.

Bolivia tiene recursos naturales no renovables en diversas magnitudes como petróleo, gas, zinc, plomo, estaño, antimonio, cobre, wólfram, plata, oro, litio hierro y otros como sal, yeso, cadmio, manganeso, calcita, baritina, mármol, arsénico, ulexita, bórax, piedras semipreciosas, etc. Se tiene indicios de que hay depósitos de “gas Shell”.

El ingeniero geólogo Oscar Kempff, en su libro “Minerales de Bolivia”, enumera 153 minerales existentes en Bolivia, “aceptados por la Asociación Internacional de Mineralogía”. Para la explotación racional y competitiva de estos recursos, se requiere, entre otros, tecnología. Esto supone, entonces, elaboración que suponga valor agregado a los productos, lo que requiere procesos tecnológicos de avanzada.

Resulta que, pese a este cuadro en el que el país ocupa los últimos lugares en investigación tecnológica, acaba de definirse que Bolivia industrializará sus recursos naturales “sólo a la cabeza del Estado y con la prescindencia de la inversión privada extranjera”, según las últimas declaraciones del vicepresidente (Hoy Bolivia. 23.01.2012).

El tema tiene dos ángulos: primero, la economía se iría convirtiendo cada vez más estatista y se supone que, entonces, el manejo estatal se extendería no solamente a la producción de los recursos no renovables, sino también alcanzaría a los agrícolas y a los servicios, todo para erigir un estado socialista anacrónico e imposible, precisamente cuando uno de los “duros”, Cuba, se esfuerza en abrir su economía.

Segundo, queda la incógnita de dónde se obtendrían las fuentes del capital necesario para la explotación y la industrialización. Las reservas, que se dice alcanzan a US$12 mil millones, resultan insignificantes para la explotación, y menos aún para la industrialización de la producción nacional de los recursos no renovables, supuestamente en manos únicamente del Estado. Inclusive ya en estas circunstancias en que el Estado no ha tomado para sí la tarea exclusiva de industrializar el país, hay serias dificultades para concretar planes –muchos contradictorios– de explotación, por ejemplo del litio del salar de Uyuni y, menos aún, para su industrialización que, según se dice, requiere una avanzada tecnología.

La explotación e industrialización de hierro del Mutún –con reservas de cincuenta mil millones de toneladas– parecen postergados hasta que se disponga del gas necesario para el funcionamiento de la planta, lo que no sería posible antes de cuatro años, si se invierte para descubrir nuevas reservas de gas.

Y, para mayor mal, se ha afirmado –luego fue airadamente negado por el oficialismo– que la mayoría de las empresas industriales creadas por el actual régimen no serían rentables.

Las explicaciones dadas por el alto funcionario sobre este plan de industrialización de nuestros recursos, exclusivamente a manos del Estado, carecen de justificaciones serias que avalen su factibilidad; no pasan de la retórica (“Gobierno desestima inversión extrajera en la industrialización de bienes”. Hoy Bolivia.23.01.2012). Estas son algunas: “generar más riqueza y seguir distribuyendo la riqueza a los que más necesitan, los pobres, los humildes; más igualdad y por supuesto defender y preservar la estabilidad". “Privilegiar el interés universal (sic) de Bolivia sobre los intereses de grupo o, peor aún, personales”. “La administración Morales ha dado ya los pasos necesarios para cambiar el patrón primario de la producción del país, tópico que va de la mano de la industrialización de los bienes”. Y, sorprendentemente, añadió: "Acaso eso se puede hacer en dos años".

El optimismo es una virtud, pero se convierte en un peligro cuando se basa en una falacia.

América Economía