Pecados de exportación

Humberto Vacaflor Ganam

VACAFLOR OK Quizá fue por ingenuidad, o por descuido, pero el gobierno se ha puesto en una situación incómoda cuando anunció que Bolivia debe seguir exportando coca a los países vecinos.

Estaba empeñado en hacer una suma que dé como resultado 20.000 hectáreas y optó por decir que si se necesitan 14.705 para el consumo interno, habría que sumar las que se requiere para exportar en forma de hoja.



Todos estaban contentos, pues el objetivo de la cota 20.000 había sido alcanzado. Pero la Unión Europea reaccionó de inmediato y recordó que la convención de 1961 prohíbe la exportación de coca.

De esa manera quedó en evidencia que el gobierno estaba contabilizando las exportaciones de coca, ilegales, para elaborar la nueva ley de la coca. Una ley que iba a descansar en una actividad ilegal.

Si se eliminara la coca de exportación, como lo dispone la ONU, el área cultivada con coca debería disminuir de las actuales 31.000 hectáreas a solamente 14.705.

Los cocaleros de Yungas y Chapare se están mostrando los dientes, en preparación de una guerra que cocalera podría afectar a la democracia, como ocurrió en la anterior guerra, de 2003.

Argentina se había convertido en el segundo país sudamericano que, sin producir coca, es exportador de cocaína. El otro país es Venezuela, que ha convertido el río Orinoco en la principal salida de la droga hacia el Caribe y Europa.

Si se cumpliera la convención de la ONU, Argentina debería dejar de recibir coca de Bolivia para las fábricas que funcionan hasta en lugares tan australes como Chubut.

Con el documento que acaban de aprobar los obispos argentinos sobre el peligro del narcotráfico, es probable que incluso el gobierno de la señora Kirchner se proponga frenar el ingreso de la coca boliviana.

En el caso de Venezuela, no es la hoja de coca lo que recibe de Bolivia, sino la pasta base (esa que, según dijo Hugo Chávez, él consumía como una cortesía de Evo Morales) pero también está prohibida por la ONU.

El gobierno nacional tiene ahora que hablar en serio sobre la coca. Las cifras inventadas en reuniones de cocaleros no satisfacen a nadie.

Los bolivianos no quieren ser una república de la cocaína, una narco-democracia, pero tampoco quieren ser una república cocalera. Quieren respuestas serias ante el peor flagelo que castiga al país desde 1825.