García Linera, el predicador de las camarillas

Lo ocurrido con el vicepresidente García Linera, su cuñada y BoA no puede pasar desapercibido. Y no sólo porque la segunda máxima autoridad gubernamental esté vergonzosamente involucrada con un evidente caso de corrupción, sino por el alcance "corruptor” inherente al modelo de desarrollo económico impulsado por el MAS, Evo Morales y, en particular, García Linera.

imageEl vicepresidente de Bolivia, Álvaro García. Foto ilustrativa internet.

Considero que se trata de un modelo de capitalismo de camarilla, donde lo que cuenta no es la eficiencia empresarial, sino los nexos políticos. En un modelo como éste los contratos no son ganados por los mejores, sino por los militantes del partido, los socios (de lo que sea), los parientes, los amigos y demás gente que conforma, precisamente, la camarilla. Es pues el capitalismo de los amigotes, para decirlo en forma más simple.



Al respecto, conviene copiar una cita textual del vicepresidente García Linera en la que desgrana su concepción sobre lo que debe ser el uso del excedente económico y en la que deja en claro su preferencia por impulsar estas camarillas.

"Al final, el resultado –vía pacto, vía triunfo o vía armisticio- tendrá que ver con la forma en que se vaya a distribuir el excedente estatal (…). Y esta realidad económica se la puede visualizar a diario desde cosas tan sencillas como las decisiones sobre a quién comprar tractores para implementar los planes de industrialización del pequeño productor. ¿Se los compra del empresario vinculado a Podemos?, ¿del empresario vinculado al MNR? En esa decisión administrativa se juegan 30 millones de dólares. O el uso del dinero para la alimentación de la tropa militar, la confección de los uniformes o la compra de material administrativo del Estado, que son aproximadamente mil millones. En mayores dimensiones, el escenario de usos sociales, de potenciamiento o debilitamiento de tal o cual facción social, tal o cual representante de clase, se da cuando se licita la construcción de grandes carreteras o empresas, en las que anualmente el Estado llega a invertir entre 500 a 800 millones de dólares. En esta redistribución se consolidan tales o cuales fuerzas regionales, necesidades sociales, horizontes económicos colectivos, ganancias, fuerzas sociales en detrimento de otras, personas con tales o cuales vínculos sociales, con tal o cual posición en los momentos de conflicto, etc.”.

Ello queda(ba) dicho en su ensayo  Estado plurinacional: economía y política, en Roberto Laserna et al, Poder y cambio en Bolivia, 2003-2007, PIEB, La Paz, 2009 (pp.315-6). Al mejor estilo "hay altos, rubios y hablan inglés”, el Vicepresidente pareció no darse cuenta de su confesión. En verdad, es una fascinante auto-confesión de que se debe alentar este capitalismo de camarilla, donde lo que cuenta es la vinculación política antes que la competitividad productiva.

Por eso, si bien su alegato parece político, insinuando que dichas vinculaciones deberían favorecer a revolucionarios comprometidos, es evidente que el beneficiado de turno también podría ser un profesor a quien se admiraba en México, una  amante a quien se amó mucho o un pariente lejano o cercano. Y es que lo que dicen las palabras de García Linera es que los contratos se deciden no por el cumplimiento de reglas, sino por las decisiones personales de quien tiene el poder de decidir.

Hoy puede ser que la decisión favorezca a una facción pujante del empresariado aymara, a la que se quiere ayudar a despegar, algo que sería loable, pero mañana puede ser a la cuñada. Y es que cuando la decisión depende no del Estado de Derecho sino del estado de ánimo de una persona, más aún si esa persona concentra cada vez más poder, lo que termina por definir el futuro  es el capricho.  Y las leyes, valga recordarlo una vez más, precisamente a aquellos a quienes siempre han proclamado –el Vicepresidente a la cabeza- que esto del "Estado de Derecho” es mera invención occidental, son vitales en el desarrollo de un país. No cumplirlas deja que decida la persona. Y aunque ésta sea buena y noble (regalémosle esta suposición), la tentación es siempre grande y acaba en lo que acabó: negociados. Por eso a la pregunta que hacía el Vicepresidente en aquel ensayo, "¿a quién se le compran los tractores?”, la respuesta parece clara: "a algún pariente”. García Linera, en suma, al estar conectado con este caso, no ha cometido más falta que la de ser consecuente con su prédica.

Por Diego Ayo, Pagina Siete

Diego Ayo es politólogo.