Anécdotas de polleras y sombreros

Ovidio Roca

Ovidio Roca En los años sesenta, varios años antes del Compadre Palenque y el proceso de cambio, nos fuimos a vivir a San Lorenzo de Mojos y mi esposa contrató a una simpática cholita orureña para que la acompañe y ayude con sus gemelos. Ella aceptó feliz ir al Beni y al poco de llegar guardó la pollera y pidió a Pilarica que le regale bluyines y blusas, pues ya no usaría sus vestidos. Fue un cambio radical, la sonrisa se amplió, las dos trenzas se convirtieron en una y ya teníamos una tropa de cunumis persiguiendo a la pelada de bluyines, y ella feliz y realizada.

Cuando retornamos a Cochabamba nuevamente vistió la pollera, se peinó con dos trenzas y volvió a sus orígenes; quería ir a Oruro a visitar a sus padres y no podía llegarles como una birlocha. Entendí entonces que la chola sin pollera y sombrero, se convierte en birlocha y ya no es lo que cree ser, pues son cautivas de la pollera y sin ella no son reconocidas ni aceptadas por su familia o grupo. Creo entender que esto tiene que ver con su “densidad identitaria”, que como nos explica tan claramente Qananchiri: “es de la fuerza performativa del discurso aglutinante, de su capacidad de persistir en el tiempo, institucionalizar y territorializar el efecto de sus acciones, etc.” (Ver: Identidad Boliviana Nación, mestizaje y plurinacionalidad, pag.17).



En relación a la moda y sus orígenes, recuerdo que en los años sesenta o setenta, cuando ya se empezaba a colonizar el Chapare, una fábrica cochabambina de sombreros lanzó al mercado el sombrero chapareño, inspirado en uno de aquellos que usaba Vivien Leigh en la película “Lo que el viento se llevó”. En poco tiempo el sombrero tradicional de chola cochabambina, blanco y de alta copa, desapareció y ahora en el chapare y todo el oriente se usa el sombrero “gringo” a lo Vivien Leigh.

Vivimos la época del relanzamiento de las polleras y sombreros; esta vestimenta de origen europeo genera al ser llevada, un sentimiento de pertenencia e identidad y puede constituir una afirmación de las ideas y valores del grupo o de la organización. Así como el uniforme, la vestimenta criolla sirve para reforzar el proceso de diferenciación, de identificación y pertenencia al grupo cultural y étnico ahora parcialmente en el poder.

Actualmente como producto de esta nueva estructura de poderes e influencias plurinacionales, vemos en las instituciones públicas la proliferación de sombreros, de ponchos y de polleras (bueno si es acompañado de idoneidad y mérito para el cargo y esto en beneficio de la ciudadanía que no precisa de inmorales e ineptos de cualquier vestimenta) y vemos también, muchos otros peinados con raya al medio, la moda impuesta por Evo y Choquehuanca.

En Santa Cruz también se ha hecho común ver este peinado en aquellos “llunkus” que aspiran a un cargo público o quieren conservarlo. Esperamos que prime la cordura y que este corte y peinado no sea obligatorio por ley y para todos, como lo es el corte del sociópata presidente de Corea del Norte y se discrimine de paso a los “pajlas” y a la tribu forestal “taripelao”.