Sobre la telenovela venezolana

Javier Paz García

javierpaz Hace algunas semanas el embajador adjunto de Bolivia, Reymi Ferreira, calificó la situación venezolana como una telenovela. Para entonces, la situación ya era crítica y existían varías personas fallecidas producto de la violencia. Ahora que los muertos llegan casi a 40, habría que preguntarle a Ferreira si lo de Venezuela sigue siendo una novela. Habría que preguntarle si los abundantes videos que circulan por las redes sociales mostrando la brutal represión de los organismos de seguridad del Estado contra hombres, mujeres y ancianos son ficciones novelescas o son parte de la realidad. Habría preguntarle si las ordenes de arresto contra varios opositores y no solo Leopoldo López, más la destitución inconstitucional de la diputada María Corina Machado son o no son violaciones a los derechos políticos propias de un régimen totalitario.

Por supuesto, las protestas no comenzaron de la nada, sino que son la consecuencia de una debacle económica y social producida por el régimen. Pero la situación venezolana no se limita a un problema de economía, sino también a una continua violación de los derechos civiles y políticos.



Ferreira sostiene que en Venezuela hay democracia porque hay elecciones. Pero la democracia no es solo eso. Cuando el presidente Chávez, suelto de cuerpo, se pasea por una plaza, apunta el dedo aleatoriamente y grita ¡exprópiese!; cuando la jueza María Lourdes Afiuni es encarcelada por orden expresa de Chávez y es violada en su prisión; cuando el presidente de la Asamblea, Diosdado Cabello, se niega a dar la palabra a parlamentarios democráticamente electos y el oficialismo propina una golpiza a varios de ellos; cuando las leyes se hacen para perseguir a los opositores pero no se aplican para los oficialistas; cuando el Estado arma grupos paramilitares como los camisas pardas nazis para amedrentar y matar a los que protesten; cuando la policía no protege a los ciudadanos por igual, sino que se convierte en un grupo de control y terror hacia la disidencia; cuando el gobierno limita o prohíbe el periodismo independiente, entonces no se puede hablar de un Estado de derecho democrático.

Calificar de telenovela la situación venezolana, solo porque un político en particular se entregó de forma dramática (al estilo de la socialista Indira Ghandi, entre otros), es negar una realidad mucho mayor, es brindar apoyo a un régimen para que siga reprimiendo y violando los derechos humanos, es develar la doble moral de quienes piensan que cometer abusos es malo, a menos que sea un gobierno de izquierda quien los cometa.