Manfredo Kempff Suárez
Si las encuestas dicen la verdad –las dudas nos dejan sin sueño– significaría que a falta de poco más de un mes, en las elecciones presidenciales, los masistas nos darían un golpe tremendo. Nunca el oriente boliviano estuvo tan expuesto a ver arrasada su identidad. No se trata de que muchos candidatos andinos no hayan ganado ampliamente en Santa Cruz, Beni y Pando en anteriores comicios, sino que se perfila una derrota que ya no es de personas, de candidatos, sino del sometimiento de una región a otra.
Antes ganaba el Movimiento Nacionalista Revolucionario, Acción Democrática Nacionalista, Unidad Cívica Solidaridad o el Movimiento de Izquierda Revolucionaria y triunfaban candidatos cruceños, benianos o pandinos. Todos representaban a los partidos en carrera, pero principalmente a su tierra. Ahora existen algunos candidatos cruceños en el oficialismo, aunque pocos. El resto está puesto para obedecer el mandato reivindicador andino en que, desde el comienzo de su Gobierno, está empeñado S.E. Dicho simplemente, el oriente es lo deseado y Santa Cruz, el pato de la boda.
Según todas las últimas encuestas, Santa Cruz estaría perdida a manos del Movimiento Al Socialismo (MAS). Beni, también en pelea, podría levantar cabeza y acabar en un empate en cuanto a senadores. De Pando se dice algo parecido, aunque con más riesgos. Si pensamos que, con excepción de Tarija, el resto de la nación está totalmente avasallada por la multimillonaria propaganda del MAS, por sus abusos, su derroche, su mando sobre el Órgano Electoral y la justicia, al tomar el oriente el drama será grande y si se pierde Santa Cruz, se perderá Bolivia. Porque nadie duda de que Santa Cruz, por su poder económico, es sostén y nervio de este país bloqueado, improductivo, depredador de riquezas naturales, cuya máxima ambición es que haya gas para “vivir bien”.
Estábamos equivocados, al parecer, creyendo que existía una Santa Cruz inmune a los discursos deschavetados. Nos equivocamos también al pensar que los cruceños de hace una década continuaban hoy. En suma: o hemos claudicado ante la persecución y tenemos la ciudad ocupada por masistas, o la gente se ha vuelto muy sinvergüenza y está detrás del dinero que ofrece el poder, o hay que reconocer nomás que los cruceños hemos quedado en minoría.
No hay necesidad que nadie nos recuerde que todos los nacidos y los asentados en nuestra ciudad son cruceños. Ni duda cabe. Pero hoy unos sienten a Santa Cruz de una manera y otros de otra. ¿O tal vez seremos solo algunos quienes seguimos nostálgicos de una región unida y reacia a tolerar sujetos trasplantados para votar?
El Deber – Santa Cruz