Cultura viva, esplendor en Urubichá

El coro y orquesta sigue su obra artística. Música, recurso natural de Urubichá

Los jóvenes músicos con sus instrumentos en la iglesia de Urubichá, luego de un ensayo

Los jóvenes músicos con sus instrumentos en la iglesia de Urubichá, luego de un ensayo

Son las 14:00 en Urubichá. Los jóvenes que integran la orquesta sinfónica de este municipio llegan poco a poco al instituto de música para ensayar las notas de Noche de luna llena, de Susano Azogue. Ahí los espera César Cara, el director académico.



El ensayo no dura más de media hora. En ese tiempo interpretan algunas partes de la composición. Cara los detiene cada tanto y les comenta -siempre en lengua guaraya- los planes de este año: los cobros que se harán, las expectativas con la orquesta y el coro, los posibles viajes y concursos. Hacen bromas y ríen.

El instituto luce vacío estos días, y los músicos no parecen estar con muchas ganas de ensayar. Esta imagen cambiará totalmente desde el 23 de febrero, cuando las clases se inicien de manera oficial y más de 600 estudiantes de los 14 instrumentos que se enseñan allí se sienten diariamente en sus respectivas aulas a aprender a tocar, también teoría musical, como lo vienen haciendo varias generaciones desde 1998, año en que se fundó la institución, gracias a las gestiones del padre Walter Neuwirth, de la madre Ludmila Wolf y del director Rubén Darío Suárez Arana.

Los inicios.
Se puede decir que el proyecto del instituto se inicia en 1989, cuando el padre Walter invita a Suárez Arana, entonces de 17 años, a dar un recital de violín en Urubichá. La iniciativa tuvo éxito ya que despertó la curiosidad de los pobladores y Suárez Arana volvía al pueblo a quedarse por breves periodos de tiempo. “Trabajábamos con la gente que tocaba en la iglesia. Pero también muchos empezaron a sacar los instrumentos que tenían en sus casas que pertenecieron a sus padres y abuelos, y empezó a motivarlos algo más que la simple actividad musical religiosa”, dice Suárez Arana, hoy de 42 años.

Meses después, el padre Walter contacta a Pedro Rojas, que entonces era dueño del Mariachi Camba en Santa Cruz para que los dote de instrumentos de viento. Y la idea de una orquesta sinfónica maduraba más.

Suárez Arana retoma el proyecto en 1992, una vez que regresa de estudiar de Argentina, y junto a sus compañeros Arturo Molina y Damián Vaca logran consolidar la orquesta y el coro e introducen arreglos musicales en el repertorio.

El gran salto se dio en 1996, cuando los músicos de Urubichá son invitados a participar del Primer Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca de Santa Cruz. Los organizadores, a la cabeza de Marcelo Araúz y Alcides Parejas, consiguen gente para capacitarlos y la presentación es un éxito. El entusiasmo crece y es cuando surge la idea de crear una escuela de música, que finalmente se da en 1998, cuando se crea el Instituto de Formación Integral Coro y Orquesta Urubichá, que además enseña tejidos y artesanías.

El territorio de Urubichá
El ruido de las motos se empieza a escuchar desde temprano en Urubichá, es el medio de transporte que más circula por esta localidad, segunda sección de la provincia Guarayos, y que está ubicada a 360 km al noroeste de Santa Cruz. Para una población de más de 7.000 habitantes, tener 600 músicos potenciales (la cantidad de alumnos del instituto en 2015) la convierte en un oasis de talento, el mismo que se ha esparcido a diferentes regiones del país y ha ayudado a formar otras escuelas y orquestas sinfónicas, sobre todo con la creación ese mismo año, en 1998, del Sistema de Coro y Orquestas (Sicor) a cargo de Suárez Arana.

Se tarda un promedio de siete horas en llegar hasta Urubichá, aunque ahora el acceso a este municipio es más fácil, comparado con las condiciones de la ruta hace 15 años, cuando apenas había transporte dos veces a la semana para visitarlo.

Las misiones jesuíticas tuvieron en la música un medio importante para conquistar a los guarayos durante la época colonial, desde que llegan a la Chiquitania en 1691 hasta que las expulsan en 1767. Para entonces la música era una parte intrínseca de las vidas de los indígenas. Fue con el arribo del padre Walter, a mediados de los 60, que la mirada hacia este arte toma fuerza nuevamente.

La economía de Urubichá se sostiene sobre la agricultura, aunque desde hace un tiempo las zafras madereras son la fuente de sustento de muchas familias, cuenta la madre Ludmila, que aún a sus más de 80 años continúa infatigable en su labor para ayudar a la gente del pueblo.
La religiosa recuerda abril de 1996, cuando luego de una misa sencilla en latín propiciada por el padre Piotr Nawrot (otro de los impulsores del festival barroco) se da paso a la orquesta y coro de Urubichá para que sean ellos quienes inauguren la primera edición del festival en Santa Cruz. “Fueron como 70 niños que estuvieron una semana presentándose por todos lados, y al volver se accidentaron. Eran dos buses, ya que los padres de familia los habían acompañado. Uno de los buses se volcó cuando regresaban y nuevamente tuvieron que volver a la ciudad. Después de haber triunfado en el festival, con el choque tuvimos más publicidad (risas)”, contó la madre Ludmila.

Los graduados
César Cara Oreyai tiene 32 años. Formó parte de la primera promoción del instituto, en 2004, (entrega el título de técnico medio, aunque se hacen gestiones para entregar de técnico superior). Desde el año pasado es el director académico. “Mi abuelo era Óscar Cara, cantaba en la iglesia, mi padre también, y yo continúo con el camino musical en mi familia”, menciona Cara.

Con la partida ese 2004 de Rubén Darío y su equipo por desavenencias con la madre Ludmila, Cara junto a otros miembros de la primera promoción se hicieron cargo del instituto, hasta ahora, manteniendo el nivel con el que se hizo conocer y que los ha llevado a dar conciertos por países de América y de Europa, así como también a lograr importantes reconocimientos a su obra artística y social, entre ellos el Premio Bartolomé de las Casas, en 2004, entregado por el príncipe Felipe de Asturias a instituciones que luchan por los derechos de los indígenas. El más reciente les fue dado en diciembre pasado, cuando la orquesta sinfónica ganó el concurso nacional Música para crecer, entregado por la CAF (la noche de la final interpretaron La gran pascua rusa, de Korsakov).

Silvana Anori, de 17 años, fue una de las concertistas que estuvo en ese certamen. Ella forma parte de una de las familias de músicos más conocidas de Urubichá, sus tíos Adelina y Héctor Anori también estuvieron en la primera promoción de graduados y después de haber participado en importantes conjuntos, ahora dirigen otras agrupaciones: Adelina está al mando del coro Palmarito (cerca de Camiri) y Héctor de la orquesta de San Ignacio de Velasco.
Silvana está hace ocho años en el instituto, toca el violín y su idea por el momento es continuar con la música.

Tradición: Son dos las horas diarias que se dedican a ensayar.  Por la mañana van a la escuela y por la tarde al instituto

Tradición: Son dos las horas diarias que se dedican a ensayar.
Por la mañana van a la escuela y por la tarde al instituto

Lo que queda
Suárez Arana recuerda el inmenso proyecto arquitectónico y pedagógico que planearon a comienzos de la pasada década para el instituto. Entre otras cosas querían un bloque para los estudiantes de música y tejidos, otro que sirva como residencias para los músicos becados que lleguen de otros sitios, un anfiteatro y hasta un hotel en los mismos predios para los turistas que quisieran conocer de cerca la educación musical. Hasta ahora solo se pudo construir el bloque de los estudiantes. La madre Ludmila dijo que han sido muchas las dificultades económicas para continuar construyendo lo demás, problemas burocráticos en medio.

Ahora están a la mitad de unas salas que servirán para los estudiantes de luthería y de artesanías, espera acabarlo este año.

La pureza y la riqueza musical de Urubichá se deben, según Rubén Darío -al igual que sucede en la comunidad de San Antonio de Lomerío, otro bastión musical chiquitano- a que “están fuera del camino”. “Solamente va ahí el que quiere ir, uno no está de paso por esos lugares. Haber mantenido a estas poblaciones alejadas de esta alienación permite que su cultura siga manteniéndose”, indica Suárez Arana.

El calor y la humedad en Urubichá se hacen sentir todos los días, y ver a las personas sentadas fueras de sus casas tomando el aire fresco y conversando es muy común todavía. Apenas hay un par de bares y solo un café internet, aunque los niños y jóvenes aún no pierden tanto el tiempo con eso, comenta César Cara. Pero el temor a lo que pueda suceder con el progreso tecnológico siempre está.

Uno de los problemas que acusan los músicos de Urubichá es la falta de oportunidades para conseguir trabajo después de graduarse. Por eso es que muchos tienen la esperanza de obtener uno de los ítems para la docencia en el instituto y así asegurarse un ingreso. “Mayormente, los estudiantes se quedan. Los que tienen oportunidad van a Santa Cruz pero la mayoría fracasa porque les cuesta conseguir un trabajo de músico o de docente para seguir pagándose sus estudios”, dice Cara.

Esa es una de las razones por la que quieren ampliar la carrera a nivel técnico superior, para capacitarlos mejor.

Ese es más o menos el caso del trompetista Julio Yeguaori, de 23 años. El 2011 tuvo la oportunidad de estudiar música por un año en la Universidad de Giessen, en Alemania (junto con el reconocido violinista Simón Aguape). “El nivel de los músicos alemanes es muy alto, aunque los alcancé rápidamente, solo se me dificultó por el idioma”, cuenta Yeguaori. Al regresar ingresó a la carrera de Música de la universidad Evangélica, pero el año pasado tuvo que dejarlo porque no pudo seguir pagándola. En Urubichá está de nuevo desde octubre y da clases de trompeta a los alumnos del tercer nivel. La idea es ahorrar este año y continuar el siguiente la carrera.

Urubichá, que en español se traduce “lugar entre las aguas”, sigue siendo el semillero de músicos más importante de Bolivia. El próximo año se cumplirán 20 años de su debut en el festival barroco y se ha ganado un lugar importante en la cultura del país. La música está en sus genes y seguirá escuchándose por mucho tiempo.

Fuente: eldeber.com.bo